10/23/2013
El otro impuesto (II)
Arturo Damm

En la primera entrega de esta serie afirmé, uno, que los impuestos le quitan dinero al ciudadano, que la inflación le quita poder adquisitivo al dinero del ciudadano, y que en ambos casos se le quita poder de compra; dos, que la inflación es un impuesto regresivo, ya que le quita más a quien menos tiene, impuesto que se sigue cobrando en México. Además mostré, uno, que en los últimos años, gracias a la autonomía del Banco de México, la inflación ha sido más baja de lo que lo fue entes de la autonomía, pero que sigue estando presente, y, dos, demostré que efectivamente la inflación le quita más poder de compra a quien menos poder de compra tiene, razón más que suficiente para, sobre todo en un país con 45 por ciento de la población sobreviviendo en la pobreza, hacer todo lo que se deba hacer para eliminarla, para lo cual lo primero que se requiere es que las autoridades monetarias se propongan tal eliminación, algo que tales autoridades no están dispuestas a hacer, ¡me refiero a proponérselo!, y a las pruebas me remito.

Las autoridades monetarias llevan todo lo que va del siglo XXI, ¡y ya son doce años!, fijando una meta de inflación del 3 por ciento, más menos un punto porcentual de margen de error, margen de error que es amplio, meta de inflación que no debería de ser, ya que la Constitución es muy clara al respecto, al señalar, en su artículo 28, que “el Estado tendrá un banco central que será autónomo en el ejercicio de sus funciones y en su administración, (y que) su objetivo prioritario será procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional”, siendo que procurar quiere decir, según el DRAE, “hacer diligencias o esfuerzos para que suceda lo que se expresa”, es decir, “conseguir algo”, estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional que, al pan pan y al vino vino, supone cero inflación, que podrá no ser fácil de conseguir, pero que no debería presentar mayor problema en cuanto a ser la meta de inflación de las autoridades monetarias (lo cual podría suponer, para empezar, y dado que la inflación promedio anual de 2001 a 2012 fue 4.3 por ciento, ¡por arriba de la meta de inflación!, fijar una meta inmediata, de transición hacia la preservación del poder adquisitivo del peso, del 2 por ciento).

El hecho es que la inflación persiste y que se ha estacionado, en promedio anual, por arriba del 4 por ciento, lo cual, si bien es cierto que ya no es la inflación de hace apenas algunas décadas, sigue siendo elevada (la inflación acumulada entre 2001 y 2012 fue del 66.8 por ciento), quitándole más a quienes menos tienen. Además, ¡y esto es más grave (¿y hasta qué punto causa de aquello?)!, la meta de inflación, fijada por las autoridades monetarias, es del 3 por ciento, más menos un punto porcentual de margen de error, lo cual es inaceptable. ¿Alguien pondrá remedio?



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