10/30/2013
¿Déficit = Crecimiento? (II)
Arturo Damm

Ante el atorón por el que ha atravesado la actividad económica en México en lo que va del año (por ejemplo: en agosto del 2011 la actividad económica creció, en términos anualizados, 4.7 por ciento; un año después, en agosto de 2012, lo hizo al 3.3; un año después, en agosto pasado, lo hizo al 0.8), no han faltado quienes, ¡keynesianos despistados!, han propuesto un mayor déficit presupuestario como la medida correcta para lograr un mayor crecimiento de la producción de bienes y servicios, el Producto Interno Bruto, PIB, y por ello de la generación del ingreso, con los posibles efectos que ello podría tener en la creación de empleos, proponentes de tal medida que pasan por alto dos detalles. Primero: para que ese mayor déficit presupuestario tenga la posibilidad de incentivar un mayor crecimiento del PIB necesita financiarse con emisión primaria de dinero, ya que el objetivo es que el gobierno gaste más sin que nadie más gaste menos[1]. Segundo: en nuestro país, ¡afortunadamente!, dada la autonomía del Banco de México, el gobierno no puede recurrir a la emisión primaria de dinero para financiar su gasto, por lo que, o lo financia con impuestos, o lo financia con deuda. En el primer caso, dado que el déficit presupuestario es aquella parte del gasto del gobierno que, por lo menos de manera inmediata, no se financia con impuestos, sino con deuda o con emisión primaria de dinero, no hay déficit. En el segundo caso sí lo hay, pero financiado con deuda (que puede ser interna: denominada en pesos, o externa: denominada en pesos), no con emisión primaria de dinero, de tal manera que lo que el gobierno gasta de más es lo que sus acreedores (sobre todo si son internos) gastan de menos, por lo que no hay un aumento en la demanda total por bienes y servicios, por lo que los empresarios no responden con una mayor oferta de los mismos, por lo que previamente no hubo una mayor producción de ellos, lo cual no da como resultado, ni un mayor crecimiento del PIB, ni una mayor generación de ingreso, ni una mayor creación de empleos. Y todo porque el Banco de México es, ¡afortunadamente!, autónomo.

En resumidas cuentas: dada la autonomía del Banco de México, por la cual el gobierno no puede obligarlo a producir dinero y dárselo para que lo gaste, en México no es posible un déficit presupuestario financiado con emisión primaria de dinero, condición para poder aplicar la receta keynesiana, que supone precisamente eso: un mayor déficit presupuestario financiado, no con más impuestos, no con más deuda, sino con emisión primaria de dinero, ya que el objetivo inmediato es que el gobierno gaste más sin que nadie más gaste menos, con el fin de aumentar la demanda total, a lo cual los empresarios responderán con más producción y más oferta de mercancías, lo cual tiene un efecto positivo en la generación del ingreso y, probablemente, en la creación de empleos.

Continuará.

 

[1] Véase la primera entrega.



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