Asuntos Capitales
¿Sobrevivirá la Universidad Pedagógica Nacional el año 2030?
“Es necesario pensar el futuro de la UPN considerando los escenarios posibles que México vivirá en el futuro mediato. En realidad, basta pensar en dos posibles alternativas que puede tomar México.”
Santos Mercado Reyes
MARTES, 8 DE ABRIL DE 2008
La Universidad Pedagógica Nacional (UPN) fue inaugurada en 1978 por José López Portillo, aquél presidente de México que destruyó el sistema bancario privado con la pretensión de crear un nuevo monopolio de Estado. La creación de la UPN fue una expresión más del plan surgido de la Revolución Mexicana y que consistía en que el Estado debía tener el control de la educación en todos los sentidos y niveles. Poco antes el Estado representado por Luís Echeverría había inaugurado la Universidad Autónoma Metropolitana, los Colegios de Bachilleres, la Escuela Nacional de Estudios Profesionales de la UNAM (ENEP), el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Posterior a la inauguración del la UPN, el Estado continuó con el plan de abarcar todo tipo de educación, desde escuelas preprimarias, hasta universidades, pasando por maestrías, doctorados, posdoctorados e incluyendo la educación de adultos y de escuelas especiales para niños con Síndrome de Down. Con la apertura del la UPN el Estado lograba el control casi total del la educación en México. Es cierto que el sector privado mantenía el 20% de la matrícula, pero no se salvaba del control del Estado pues todos sus planes y programas de estudio tenían y tienen que ser aprobados por las instituciones estatales, llámese Secretaría de Educación Pública o UNAM. Pero veamos algunas de las características comunes que ha vivido la UPN. El pretexto para la creación de la UPN fue que la educación de los niños de primaria y secundaria era deficiente debido a la deficiente preparación de los profesores. Era cierto que la educación primaria era pésima. Los profesores eran egresados de las escuelas normales del gobierno. Estas escuelas normales daban plaza segura a sus egresados, independientemente del nivel que lograban. Las escuelas normales daban una preparación de tres años a los egresados de secundaria y eran enviados a poblaciones lejanas, separadas de las ciudades a menos de que el alumno tuviera “palancas” en el sindicato. Nada garantizaba que estos profesores normalistas dieran una educación de excelencia a sus alumnos. Los bajos sueldos, las lejanías de la civilización, la escasa supervisión y la falta de motivación del profesor daban por resultado magros niveles educativos. No podía ser de otra manera pues se estaba creando un sistema educativo altamente burocratizado. Pero en ningún momento se puso en discusión que los malos resultados fueran producto del sistema burocrático del Estado. Por el contrario, se tomó como pretexto para exigir más recursos del erario y crear una institución que resolviera la mala preparación de los profesores normalistas. En un tiempo se siguió la línea de enviar a los profesores a los cursos de verano impartidos por la Escuela Normal Superior, pero tampoco sorprendieron con sus resultados. Es así que ya desde el gobierno de Luís Echeverría se crea el plan para crear una institución que preparara mejor a los profesores de educación básica. Naturalmente, como en todos estos casos, se expropian los terrenos adecuados al propósito, se pide al erario para la construcción de edificios, la compra de muebles, bancas, pizarrones, etc. Se contrata a los funcionarios que a su vez van a contratar a los maestros que prepararán a los profesores. Dado que el problema de la pésima educación básica es nacional, es decir, se observa en todos los estados de la República Mexicana, se ha extendido la idea de que debe haber una o más sucursales de la UPN en cada Estado de la República. De esta manera la UPN cuenta con 76 unidades y 208 subsedes. El presupuesto aprobado para el 2007 fue de 502 millones de pesos para la Unidad Ajusco a fin de atender a una matrícula de 5,471 alumnos lo que da un gasto por alumno cercano a ocho mil pesos mensuales. Hay que señalar que la UPN cuenta con magníficos espacios y una planta docente de alto nivel. Muchos de ellos cuentan con maestría y doctorado y algunos pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores. Considerando que el mercado potencial de la UPN lo conforman todos los profesores de escuelas básicas tanto públicas como privadas que son cerca de millón y medio de docentes y considerando que toda la matricula en la UPN no pasa de 15 mil alumnos, se puede decir que la UPN no atiende ni al 1% del mercado. La triste noticia es que la UPN con la estructura burocrática actual pareciera que no tiene la capacidad ni la vocación ni la posibilidad de responder a las necesidades de la educación básica. Por tres razones fundamentales:
La UPN nació mal Nadie puede negar que la UPN respondiera a una necesidad real del profesorado. Los docentes necesitan actualizarse continuamente. Los avances de la ciencia son vertiginosos, las técnicas de la educación se renuevan a cada momento y las tecnologías se han transformado en una herramienta importante. Todo ello justificaba ayer como ahora la necesidad de una institución educativa propia para los hombres de gis y pizarra. Pero, ¿por qué tenía que ser creada como un apéndice del gobierno?, ¿por qué tenía que formar parte del cuerpo burocrático del Estado? En realidad no hay nada que lo justificara. La UPN fue víctima de la filosofía abrazada por la Revolución Mexicana y que consistía en hacer de México un país socialista. Por eso la necesidad real de la educación la capitalizó el Estado creando una nueva entidad burocrática. ¿Pudo haber sido de otra manera? Por supuesto que sí. Aquellos personajes que detectaban la necesidad de crear una escuela para profesores podrían haber tomado la iniciativa de crear la institución bajo su propio riesgo. Podrían haber solicitado créditos para comprar los terrenos y construir los edificios igual que los que ahora tiene la UPN. Por supuesto que pasado el tiempo tenían que regresar el crédito y para ello tenían que dar un servicio suficientemente bueno como para que los clientes lo pagaran. En otras palabras, se pudo haber creado la UPN como una institución privada, con plena autonomía para tomar las decisiones más convenientes sin estar sujeta al capricho del gobierno, sin estar sujeta a la limosna gubernamental, es decir, a los subsidios. Pero nadie advirtió que se estaba cometiendo un gran error al crear una institución más, colgada del erario. Nadie protestó cuando en el Decreto de Creación de la UPN se estableció en el artículo sexto que “Para su funcionamiento, la Universidad Pedagógica Nacional contará con los recursos que le asigne el Gobierno Federal en el presupuesto de la Secretaría de Educación Pública”. Era mucho más cómodo estirar la mano y obtener dinero gubernamental seguro, sin riesgo. Seguramente en esos entonces no se sospechaban los efectos tan perniciosos que causan los subsidios. Aún ahora mismo, hay quien dice que no importa de dónde llegan los dineros sino que lo importante es que lleguen y en abundancia. El tema de los subsidios es todavía un tabú. Sin embargo, se puede adelantar que allí radica la enfermedad de nuestras instituciones educativas. También es cierto que en el mismo decreto se señala que “La Universidad podrá recibir, conforme a las disposiciones legales aplicables, ingresos que deriven de los convenios únicos de coordinación que se celebren con las entidades federativas, de los servicios que preste la institución y de otras fuentes u organizaciones que deseen apoyar sus actividades”. Este párrafo abre la posibilidad de que la UPN pudiera vivir en buena parte de las colegiaturas de sus estudiantes. Pero se prefirió, porque políticamente era más correcto, no molestar a los alumnos. Se pueden señalar más errores: la creación de un sindicato, las huelgas, la educación marxista, los contratos colectivos de trabajo, etc. Pero más importante es indagar si la UPN tiene futuro, si tiene la capacidad de adaptarse al nuevo rumbo que está tomando el país. ¿Hacia dónde va México? Es necesario pensar el futuro de la UPN considerando los escenarios posibles que México vivirá en el futuro mediato. En realidad, basta pensar en dos posibles alternativas que puede tomar México.
Si pudiéramos garantizar que México tiene su futuro en el concierto de los países comunistas, entonces la UPN no tiene nada de qué preocuparse pues por su forma de actuar, su organización, fines y filosofía está en armonía con ese objetivo. Desde mi punto de vista, México ya no tiene la vista puesta en el modelo socialista, a pesar de que algunos partidos todavía sueñan con Marx, Che Guevara y Fidel Castro. No tengo la menor duda en decir que el futuro de México está en convertirse en una gran economía de mercado, abierta y globalizada. En realidad, no sólo México ha abrazado la filosofía de los mercados libres y abiertos, también lo hacen todos aquellos países que han comprendido la necesidad de rescatar al individuo y dejar que éste ponga en juego todo su talento para crear riqueza. Estos son los nuevos tiempos que vive el mundo y que han provocado la desaparición de grandes países como la URSS y todos los países del bloque socialista. Incluso países como China se están sumando al carro neoliberal y hoy día están dando el ejemplo de cómo acabar con la pobreza, atraso y marginación. México, aunque a veces se torna vacilante, ha decidido marchar por el sendero de las economías competitivas, es decir, economías de mercado desde 1982. Por tal razón han desaparecido muchas empresas estatales y otras se privatizaron. Pero el sector educativo todavía no sufre los embates de esta nueva filosofía. Es cierto que ya se dejaron de crear nuevas universidades al ritmo que se hacían antes de 1982, también es cierto que los subsidios ya no se otorgan con demasiada holgura. Es necesario reflexionar sobre los efectos naturales, lógicos que sufren las instituciones de gobierno cuando hay un cambio de filosofía. Es bueno comprender que en una economía de mercado no caben las empresas estatales, paraestatales, los negocios de gobierno, ni las escuelas públicas, es decir las escuelas del gobierno que viven a base de subsidios. Cierto que en países que se dicen capitalistas, como los Estados Unidos de América aún hay escuelas de gobierno, pero es una incongruencia que algún día resolverán. El caso es que la UPN como “escuela de gobierno” resulta incompatible con el nuevo rumbo de la nación. ¿Qué hacer? Una alternativa es no hacer nada y dejar que se extinga paulatinamente. Lo cual sería una lástima dado los recursos materiales e intelectuales con que cuenta. Renovarse o morir Otra alternativa radica en introducir reformas de tal manera que sobreviva la institución. Las reformas necesarias para una supervivencia digna, relevante y pertinente tienen que ser de orden estructural. Aquí mencionaré algunas que se pueden aplicar de forma parcial o total, dependiendo de qué tanto se quiera salvar a la institución. PRIMERA REFORMA ESTRUCTURAL PARA LA UPN
SEGUNDA REFORMA ESTRUCTURAL SOCIALIZAR LA UPN. Esta reforma consiste en que los profesores de cada unidad de la UPN se apropien de la unidad donde trabajan. El plan es negociar con el Estado para que todos los académicos e investigadores sean liquidados como trabajadores del Estado y que con sus liquidaciones compren su centro de trabajo. Como propietarios de las unidades tomarían toda clase de decisiones para crecer, innovar, investigar, ampliarse, etcétera, sin que tengan que pedir permiso al Estado o a la rectoría general de la UPN. Además, decidirían libremente la forma de organización de la Unidad, sea como cooperativa, sociedad anónima, asociación civil, etc. TERCERA REFORMA ESTRUCTURAL CAMBIAR LA FILOSOFÍA EDUCATIVA. La UPN puede jugar un papel muy relevante para hacer que México construya con celeridad su nuevo modelo de economía de mercado, abierta y competitiva. La velocidad de cambio depende de qué tan pronto lo comprendan las nuevas generaciones, precisamente las que están en manos de los educadores en las escuelas básicas del país:
Este cambio de filosofía no se puede lograr en el viejo esquema de la UPN, sólo se alcanza si antes se han realizado las primeras dos reformas. Otro problema a resolver de manera inmediata se refiere al agente del cambio: El gobierno federal ve a la UPN como una institución incómoda que poco colabora en su proyecto, pero que es difícil reformarla o eliminarla. Luego, prefiere mantenerla en estado vegetativo otorgándoles recursos a fin de que no causen problemas. Los directivos, muy preocupados por sus expectativas políticas, no están dispuestos a “mover el agua” que les pueda perjudicar en sus futuros planes. El sindicato siente que el sistema del voucher amenaza su existencia pues ya no podría cobrar las cuotas antes de que los trabajadores reciban su cheque. Sólo quedaría la posibilidad de que los alumnos tomaran el proyecto del cambio. Podríamos otorgar a este sector el beneficio de la duda. Sin embargo, la premisa requiere que los estudiantes comprendan perfectamente la propuesta, le vean todas las bondades que ella implica y tengan el suficiente coraje y valor para imponerla. |