Cuando menos 50 veces en el último mes he leído
sentenciosas reflexiones donde se explica que la principal dificultad para
conseguir una reforma razonable de Pemex obedece a
que “el petróleo es una de las fibras más sensibles para los mexicanos”.
En otras ocasiones, “la fibra sensible” –intocable– es la que se refiere al maíz o a la tortilla, o
al carácter inmaculado de
Me imagino que al enterarse de todo el inventario de
las “fibras sensibles” que llevan a cuestas los mexicanos, los extranjeros han
de sospechar que los mexicanos vamos como erizados por el mundo, tratando de
evitar a toda costa que cualquier persona o cosa, deliberada o
involuntariamente, nos vaya a tocar alguna de las muchas “fibras” que vienen,
dicen, con el equipo de fábrica con el que cada mexicano nace en este país. ¡Y
mejor ni pregunten lo que puede pasar si, acaso, “mas si osare un extraño
enemigo”, nos llegan a tocar una fibra sensible! ¡La hecatombe! ¡El fin del
mundo!
Todo esto lo sé porque lo he leído, o lo he
escuchado, no tengo ninguna experiencia empírica (“sensible”) del asunto. Nací,
supongo, sin el equipo de fábrica que se atribuye a los mexicanos, las fibras
las prefiero en el desayuno o para lavar platos, para mí el 18 de marzo es el
cumpleaños de mi papá, no la fecha fundacional de la patria auténtica por el
general Cárdenas, el maíz es un cereal, el petróleo una mercancía como
cualquier otra y
¿Y a usted, estimado lector, sí le tocaron fibras
sensibles en el reparto?