Las
discusiones de cantina se caracterizan porque todos hablan, argumentan, pero no
se sabe exactamente lo que se discute. Además de las discusiones de cantina existen
otras que por motivos políticos, intereses económicos o dogmatismos, se
tergiversa o manipula el tema a discutir.
Lo primero
que se debe dejar claro cuando se discute un problema es el asunto a discutir. Una
vez identificada la materia sujeta a discusión, se argumenta y se proponen
soluciones.
Al analizar
las propuestas presentadas por los dos últimos gobiernos priistas
y las de los gobiernos panistas, no encontramos
ninguna para privatizar PEMEX. En las iniciativas de ley presentadas por las fracciones
de diputados o senadores del PRI o del PAN, tampoco hay alguna que proponga la
privatización de PEMEX.
El
presidente de la República, Felipe Calderón, ha dejado claro en diversas ocasiones
que su propuesta de reformar PEMEX no contempla la privatización.
Privatizar
implica que un gobierno venda una empresa de su propiedad, como sucedió -por
poner un ejemplo- con Teléfonos de México. Lo acontecido con Teléfonos de
México no lo ha planteado el poder Ejecutivo o Legislativo con Petróleos
Mexicanos.
Lo que
desde hace varias décadas han buscado algunos presidentes y legisladores es darle
una mayor autonomía a PEMEX y, como sucede en el 99% de las empresas petroleras
en el mundo, permitirle asociarse con otras empresas de alta tecnología para
acelerar la exploración y la extracción de crudo en lugares donde, financiera y
tecnológicamente, no conviene o no es posible hacerlo solo.
Los
argumentos de la discusión, además de centrarse en el tema, deben ser racionales
partiendo de la realidad de PEMEX y con un criterio de costo-beneficio. No se debe
iniciar una discusión, que se pretenda sea positiva para los mexicanos,
recurriendo a supuestos falsos, como el de equiparar asociación de PEMEX con
privatización, como lo han hecho quienes buscan el escándalo y la
confrontación.