Las nuevas tecnologías corren como liebre pero las escuelas públicas avanzan como tortugas y muchas de ellas en dirección opuesta. La razón del caminar lento de la escuela pública radica, entre otras cosas, en que lo que hagan depende de que el gobierno les apruebe y destine presupuestos. Normalmente la universidad hace la propuesta, el gobierno la recibe, crea una comisión para estudiar el proyecto y en caso de aprobarlo le destina recursos para un ejercicio próximo. Todo este proceso puede durar meses, años o décadas. Cuando se aprueba, la tecnología del proyecto ya quedó obsoleta y los costos ya no son los mismos y en algunos casos el que propuso el proyecto ya está muerto. Pero si la propuesta es de algún gobernante entonces está peor, pues aprovecha la ocasión para hacerse propaganda de que está muy preocupado por la educación de los niños, pide enormes presupuestos para dotar de computadoras a todos los salones. Cuando las máquinas llegan a las aulas ya están rotas, incompletas u obsoletas. Cientos de computadoras llegaron a las escuelas rurales donde no hay electricidad o donde los profesores no sabían o tenían miedo de prenderla. Igual pasó con el famoso proyecto de Enciclomedia, un sistema de E-learning que prácticamente terminó en la basura pues funciona menos del 10%. El gasto fue enorme, los resultados pobres.
Otro plan fallido de tecnología consistió en la dotación de lap tops para los profesores de primaria. Otro gasto enorme y fallido. Muchas de esas minicomputadoras terminaron en la casa de empeño o en el closet.
Para actualizar y subir a las universidades públicas al tren de la tecnología el gobierno destina sumas millonarias. Los encargados en la SEP o en las escuelas hacen las licitaciones, de manera oscura la ganan ciertos proveedores, llegan las supercomputadoras, se compran cientos de PC´s para ser colocadas en una sala bonita, con aire acondicionado y sillas elegantes. Pero en menos de un año, las máquinas están descompuestas y se transforman en basura acumulada en cualquier rincón.
Pareciera que las escuelas y universidades públicas están definitivamente peleadas con la tecnología de punta. No sería motivo de preocupación si sólo ocurriera en un par de secundarias o preparatorias del gobierno o en una universidad pública, pues podríamos atribuirle el mal funcionamiento a la pésima calidad de los directivos, pero es un problema generalizado, se ve en todas las escuelas públicas (quizás exista alguna donde sí se aprovechan medianamente bien las nuevas tecnologías).
Mi punto es que mientras la introducción de tecnologías sea producto de decisiones gubernamentales nunca va a funcionar bien y el dinero se va a perder irremediablemente. Peor aún, estas decisiones terminan por generar corrupción de directivos que hacen buenos negocios con empresas fantasmas o familiares para obtener ganancias indebidas.
Ahora bien, si la pregunta es ¿cómo se puede introducir alta tecnología en las escuelas públicas, de manera eficaz y eficiente, honesta y honrada? La respuesta es muy simple: En las escuelas y universidades públicas no hay forma eficiente ni eficaz, ni honrada para modernizarlas con alta tecnología. Mientras las instituciones sigan siendo escuelas del gobierno, mantenidas con el erario, donde nadie es propietario de nada, y los profesores, trabajadores y directivos sean burócratas de quincena estatal, no hay solución. En otras palabras, en los sistemas absurdos, casi cualquier decisión termina por ser absurda.