Antes de retomar el hilo conductor de estos artículos compartiré con mis lectores el dato de inflación para la primera quincena de enero: 0.17 por ciento. ¿Mucho o poco? Comparemos. Durante la primera quincena de enero de 2010 la inflación fue 0.75 por ciento, 341.2 por ciento mayor comparada con la de los primeros quince días de este enero. La inflación promedio, para las primeras quincenas de enero, de 2001 a 2010, fue 0.35 por ciento, 105.9 por ciento mayor que la de la primera quincena de enero de 2011. Cierto, los precios de algunos alimentos subieron, habiendo sido los aumentos más importantes los siguientes: limón, 14.5 por ciento; plátano, 4.9; tortilla, 0.6. Pero también es cierto que los precios de otros alimentos bajaron, habiendo sido las bajas más importantes las que siguen: calabacita, 18.7; chayote, 14.8; jitomate, 14.7 por ciento. ¿Se registró el repunte inflacionario que muchos escandalosos predijeron? No, y la razón es sencilla: no hay que confundir el precio del limón con el Índice de Precios al Consumidor. Elemental, elemental…
Dicho lo anterior retomo el tema, recordando que ante la escasez – no todo alcanza para todos, y menos en las cantidades que cada uno quisiera -, debemos encontrar la manera de racionar, y que la mejor forma de hacerlo es por medio de los precios, siendo el mejor ejemplo de ello la subasta: un solo cuadro y muchos compradores potenciales, por lo que la cantidad demanda es mayor que la ofrecida, lo cual origina escasez, que puede intentar resolverse, lo vimos en el artículo pasado, por medio del sorteo, el mérito, el compadrazgo y la necesidad, intentos que fracasan porque con ninguno de ellos el oferente de la pintura recibe algo a cambio, fin que el oferente consigue, únicamente, si recurre a la subasta, es decir, al sistema de precios, para asignar la pintura, subasta que hace posible que ambas partes, el demandante y el oferente, ganen, lo cual no sucede ni con el sorteo, ni con el mérito, ni con el compadrazgo, ni con la necesidad, como medios para “solucionar” el problema de la escasez.
La subasta es un buen ejemplo para entender que, ni los precios, ni su aumento, son producto del capricho de los oferentes de bienes y servicios, sino el medio más eficaz que hemos inventado para solucionar el problema de la escasez: uno, al aumentar el precio de la pintura subastada la cantidad demanda va disminuyendo hasta que se vuelve una, resolviéndose así el problema de la escasez y, dos, al cobrar un precio el oferente de la pintura recibe algo a cambio de la misma, recepción sin la cual no la hubiera ofrecido.
Llegados a este punto se podrá decir que lo malo del sistema de precios, como mecanismo para asignar mercancías escasas, es que lo único que cuenta es el poder adquisitivo del consumidor, y que no toma en cuenta, por ejemplo, la necesidad del ser humano, razón por la cual debe calificársele de injusto, injusticia que debe corregirse. ¿Será?
Continuará.