En lo que va del año el precio del dólar pasó de 12.45 a 12.15 pesos, revaluación de 30 centavos, equivalente al 2.4 por ciento, que se dio también en 2010, año en el cual el tipo de cambio pasó de 13.19 a 12.48 pesos, revaluación de 71 centavos, equivalente al 5.4 por ciento. Fue el lunes 17 de enero cuando el tipo de cambio peso – dólar alcanzó, en 12.12 pesos, su mínimo anual.
La revaluación ha puesto nerviosos a los exportadores, ya que atenta contra sus intereses: si al inicio del año un consumidor extranjero recibía, por cada dólar, 12.48 pesos de mercancía mexicana, hoy, consecuencia de la revaluación, recibe solamente 12.15, lo cual le resta “competitividad” a las exportaciones mexicanas, “competitividad” que los exportadores pretenden recuperar por medio de la devaluación, misma que, al menos eso es lo que piden, tendrá que ser orquestada por la autoridad monetaria, misma que tendrá que hacer todo lo que tanga que hacer para conseguir que el precio del dólar aumente. ¿Por qué? Porque así conviene a los intereses de los exportadores.
¿Qué tendría que hacer la autoridad monetaria para lograr que aumente el precio del dólar? Disminuir la oferta de la divisa estadounidense en el mercado cambiario mexicano, para lo cual tendría que comprar dólares y depositarlos en sus reservas, que es, ¡precisamente!, lo que ha venido haciendo, ¡de manera ininterrumpida! desde 1995. Por ejemplo: el Banco de México inició el año con 113 mil 597 millones de dólares de reserva, misma que, al pasado viernes 21, sumaba ya 117 mil 565 millones, cifra que es un máximo histórico, lo cual quiere decir que nunca antes el banco central había tenido tantos dólares en sus reservas, mismas que, en las tres primeras semanas del año, aumentaron en 3 mil 968 millones, incremento equivalente al 3.5 por ciento, aumento que ha sido la regla: en 2010 dichas reservas pasaron de 90 mil 838 millones a 113 mil 597 millones, aumento de 22 mil 759 millones, equivalente al 25.1 por ciento.
La acumulación de dólares por parte del Banco de México ejerce una presión devaluatoria sobre el tipo de cambio, lo cual quiere decir que, sin esa acumulación, la revaluación del peso frente al dólar sería mayor, menor revaluación con la cual los exportadores no están conformes, demandando, en aras de la “competitividad” de sus mercancías, la devaluación del peso mexicano frente a la divisa estadounidense, o, dicho de otra manera, exigiendo que la autoridad monetaria les otorgue el privilegio de manipular el precio del dólar a su favor, demanda que resulta vergonzosa, como lo resulta cualquier privilegio, ¡cualquiera!, otorgado por el gobierno.
Además, los exportadores no deben perder de vista que muchos de ellos, antes de ser exportadores, son importadores - de materias primas, de maquinaria y equipo, de tecnología -, sin pasar por alto que muchos de ellos pueden estar endeudados en dólares, motivos por los cuales la devaluación los perjudicaría, sin olvidar el perjuicio para los consumidores de mercancías importadas.