La propuesta de reforma tributaria del Poder Ejecutivo supone, con cambios accidentales, más de lo mismo, como más de lo mismo supondrán (ya verán) las modificaciones que le hagan los legisladores, por lo cual seguiremos padeciendo el engendro tributario, realidad ante la cual debemos preguntarnos si existe la posibilidad de una reforma tributaria “perfecta”, definida como aquella que deje satisfechos a todos los involucrados, lo cual supone, en esencia, lo siguiente: 1) que el gobierno recaude más; 2) que los contribuyentes paguen menos; 3) que quienes no pagan, ¡aunque no quieran!, paguen; 4) que se eliminen los privilegios tributarios; 5) que se simplifique lo más posible el sistema tributario; 6) que se eleve la competitividad de la economía mexicana, de la cual depende cuánto se invierte en el país, de lo cual depende cuánto crece la producción de bienes y servicios, la generación del ingreso, y la creación de empleo, de lo cual a su vez depende el bienestar de la gente.
¿Existe la posibilidad de llevar a cabo esa reforma tributaria “perfecta” (al final de la serie explico el porqué de las comillas), definida como aquella que deje satisfechos a todos los involucrados, menos, ¡obviamente!, a quienes empezarían a pagar impuestos? Comienzo por los números.
En año pasado el Gobierno Federal cobró 15 impuestos distintos: sobre la renta; empresarial a tasa única; al valor agregado; especial sobre producción y servicios a gasolinas y diesel para combustión automotriz, a bebidas alcohólicas, a cervezas y bebidas refrescantes, a tabacos labrados, a juegos con apuestas y sorteos, a redes públicas de telecomunicaciones, a bebidas energetizantes; sobre automóviles nuevos; a los rendimientos petroleros; al comercio exterior; a los depósitos en efectivo; accesorios, y recaudó 1.3 millones de millones de pesos.
En el 2012, según datos del INEGI, el consumo privado (compras de las familias) y las inversiones de las empresas (compras de las empresas) sumaron 13.7 millones de millones pesos, de tal manera que con un impuesto único a las compras, de todos y de todo (incluidas medicinas y alimentos), del 9.6 por ciento, se hubiera recaudado lo mismo que se recaudó con los 15 impuestos ya mencionados, lo cual nos da una idea del engendro tributario que padecemos que, de entrada, ¡ojo recaudadores!, limita la capacidad de recaudar. Repito: con un impuesto único a las compras del 10 por ciento (redondeo), se puede recaudar lo mismo que con los 15 impuestos distintos que hoy integran el engendro tributario.
¿Qué hubiera pasado si el año pasado, en vez de los mentados 15 impuestos, se hubiera cobrado un impuesto único a las compras del 15 por ciento? Que la recaudación hubiera sido de 2.1 millones de millones de pesos, 62 por ciento mayor de la que fue (los ya citados 1.3 millones de millones), ¡y ello con un solo impuesto a las compras! Tal es el poder recaudatorio del sistema tributario PBP: pocos impuestos, bajos y parejos, con el cual, partiendo del engendro tributario que padecemos, sí se puede hacer una reforma tributaria “perfecta”.
Continuará.