10/14/2013
36 centavos, ¿Serán suficientes? (I)
Arturo Damm

Con los llamados impuestos especiales, al menos eso es lo que no se cansan de decirnos los recaudadores, el gobierno no pretende recaudar más, ¡aunque con cualquier impuesto cobrado recauda!, sino resolver algún problema (por ejemplo: el tráfico), evitar algún mal (por ejemplo: la gordura), o corregir alguna externalidad (por ejemplo: la contaminación), tal y como es el caso del impuesto con el cual, según la propuesta de reforma tributaria de Videgaray y Peña Nieto, se pretende gravar la compra de refrescos, y demás bebidas azucaradas, a razón de un peso por litro, todo ello con la intención, no de recaudar más, ¡cómo creen ustedes!, sino de desincentivar el consumo de refrescos, causa (¿?) de la gordura de mucha gente, gordura que a su vez es causa (¿?) de enfermedades en mucha gente, razón por la cual, con las mejores intenciones del mundo, ¡muy alejadas del afán recaudatorio!, Videgaray y Peña Nieto proponen gravar la compra de refrescos con un peso por litro, lo cual, por decir lo menos, resulta tibio, y por ello mismo inútil, ¡no en términos de la recaudación!, sino del efecto sobre la compra y el consumo de dichas bebidas. ¿No? Veamos los números.

Gravar la compra de refrescos a razón de un peso por litro supone, por ejemplo, gravar con 36 centavos la compra de la típica lata de bebida refrescante, con un contenido de 355 mililitros, lo cual, considerando un precio por lata de ocho pesos, daría como resultado un incremento en el precio de 4.5 por ciento, momento de preguntar en cuánto se reduciría la compra de refrescos consecuencia de ese aumento en el precio, pregunta cuya respuesta tiene que ver con la elasticidad precio de la demanda por refrescos, es decir, por el grado de respuesta de los consumidores ante el alza en el precio, grado de respuesta que puede ir, desde la desaparición de la demanda (al nuevo precio nadie compra), hasta la preservación del consumo (al nuevo precio todos siguen comprando igual). Ante un aumento en el precio de la lata de refresco, con 355 mililitros de bebida, del 4.5 por ciento, ¿se reducirá la compra? Y si sí, ¿en cuánto? ¿En lo suficiente para eliminar la bebida de refresco como causa (¿?) de  gordura?[1]

Si realmente Videgaray y Peña Nieto quieren eliminar (si hace daño, ¿por qué conformarse con reducirlo?), el consumo de refrescos, ¿por qué no proponer, ¡y lo pregunto en serio!, un impuesto de mil pesos por litro, que sin duda alguna acabaría con la compra de bebidas refrescantes a favor de su sustitución por otro tipo de bebidas? ¿Por qué no? Muy sencillo: porque acabarían con la industria refresquera y todos los empleos, directos e indirectos, que en la misma, y por la misma, se generan, desaparición por la cual no desean, ¡de manera por demás justificada!, ser responsables. ¿O no?

Continuará.

 

[1] Según algunos estudios, en México por cada 10% de aumento en el precio del refresco la cantidad demanda se reduce en un 13 por ciento.



«Regresar a la página de inicio