10/15/2013
Techo de la deuda
Isaac Katz

Nos acercamos a terreno desconocido. La crisis fiscal de Estados Unidos está por estallar y sus consecuencias son poco predecibles pero sin duda inclinadas hacia un escenario de terror. Por una ley sin sentido, el Congreso de Estados Unidos tiene que aprobar un techo al monto máximo de deuda en circulación que el gobierno puede emitir y que en este momento asciende a un poco más de 16 billones de dólares. Es obvio que en un contexto de déficit fiscal, como el que tiene el gobierno estadounidense, que el monto de deuda en circulación esté aumentando y de ahí la solicitud girada al Congreso para que apruebe un aumento a este techo, ya que de acuerdo con el Departamento del Tesoro, el límite actual se alcanzará el 17 de octubre, todo ello aunado a que el Congreso no aprobó una ampliación al presupuesto federal, por lo que obligó al gobierno a cerrar varias áreas no consideradas como indispensables, enviando a su casa, sin pago, a 800,000 empleados federales, hecho que debilita la ya de por sí débil recuperación de la economía.

En este contexto, se ha desatado un pleito entre el presidente Obama y el ala radical republicana en la Cámara de Representantes, en donde estos últimos exigen, para aprobar tal incremento, echar para atrás la reforma al sistema de salud, conocida como “Obamacare”. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias de que el Congreso no apruebe el aumento al techo de deuda?

Primero, el gobierno estadounidense no podría seguir pagando el servicio de su deuda, tanto los intereses como los vencimientos de corto plazo, lo que implica que el gobierno se declararía insolvente. De llegar a esta situación, la calificación de la deuda estadounidense perdería su grado de inversión por lo que los bonos emitidos por el gobierno ya no podrían formar parte de la cartera de los fondos de inversión y de pensiones, tanto dentro de Estados Unidos como en el exterior. El resultado inmediato: un significativo aumento de las tasas de interés de corto plazo, tanto sobre esos bonos gubernamentales y privados, así como de otro tipo de créditos, con las significativas presiones recesivas que ello causaría.

Segundo, de no autorizarse el aumento, el gobierno estadounidense podría seguir cubriendo, al menos parcialmente, el servicio de su deuda con un default selectivo, dejando de pagar a proveedores y cortando el gasto en Medicare y Medicaid, pero aún así se estima que el recorte del gasto ascendería a 4 puntos del PIB, mandando a la economía a una recesión.

Tercero, junto con lo anterior, es previsible que el dólar se depreciaría frente a otras monedas como el Euro, el Yen y el Yuan. La apreciación de estas monedas, para efectos prácticos, mataría la incipiente recuperación de las economías europeas y japonesa y una mayor desaceleración del crecimiento de la economía china. Esto implica mandar a la economía mundial a una nueva recesión, similar a la del 2009. Sobra decir que el efecto sobre la economía mexicana sería devastador.

Es tan terrorífico este escenario, que es previsible que los Republicanos cedan y se autorice un mayor techo de la deuda. La cuestión es por cuánto tiempo. Obama está dispuesto a un plazo de seis semanas sin condiciones, lo cual no es el mejor escenario porque al acercarse el vencimiento de este nuevo plazo volveríamos al escenario actual. Lo más eficiente, sin duda, es eliminar esa absurda ley. Ya veremos esta misma semana si caemos o no en uno de los círculos del infierno de Dante.



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