10/16/2013
Se fueron los Penachos, llegaron los Napecos
Ricardo Valenzuela

En diciembre de 1988 un hombre de pequeña estatura pero de gran inteligencia, enorme ambición y un ego incontrolable, se montaba decidido en la celestial silla de la presidencia de la República. Durante los siguientes seis años provocaría una revolución con efectos más impactantes que la cantada en las odas de los demagogos durante las últimas décadas la cual habían utilizado como espada, escudo y bandera para el saqueo y la destrucción del país del cual se habían apropiado y controlaban mediante una estructura similar a la de la Cosa Nostra.

Salinas rompe con todos los rituales del pasado y, aprovechando la consigna partidista; “todos con el Presidente,” de inmediato desaparecen los nacionalistas, populistas, revolucionarios y se abre el cascarón de los neoliberales. Los mismos congresistas que rabiosamente aplaudieran la expropiación de la banca, ahora con júbilo incontrolable celebraban su privatización. Los mismos que adoraban el elegante término “substitución de importaciones,” ahora se babeaban aprobando el TLC. Los que antes le rezaban a Zapata, aprobaban con roncos gritos la cirugía y extirpación del tumor canceroso cargado por el agro mexicano; el ejido.

Pero luego del naufragio neoliberal, el rescate Zedillista sin populismo, ya sin nacionalismo revolucionario y el inicio de la debacle de la dictadura perfecta, los políticos profesionales se quedaron sin caponera y sin línea. Con el derrumbe del Pacto de Calles se produce uno similar al de la torre de Babel; la desbandada de la muda tropa y el derrumbe del borreguísimo con su ideología de todos con el Presidente. Libertad y arrebatinga gritaron los compasivos, los reformadores, los progresistas, los agraristas, mercantilistas, empresarios estatistas, los curas, economistas con responsabilidad social—y de esta capirotada semejante al potaje del Dr. Frankestein, nacía un nuevo estadista mexicano.

Nacía este emergente estadista que de nuevo se define como creyente y devoto del Estado Salomónico, Goliático, Hercúleo, Todólogo pero obediente de los deseos de la plebe—no del pueblo que son diferentes—y pretende gobernar “democráticamente” acudiendo a la sabiduría colectiva de los maestros para definir el futuro del país, de los Zapatistas para darle verdadera autonomía, y a base de plebiscitos hasta para decidir como lo afirma uno de sus más brillantes exponentes; si hay o no “el mañanero” tan importante y necesario para nuestra convivencia política y la paz social.

Este fenómeno político de arrebatinga ha creado una nueva casta en México; los llamaremos penachos; pendejos, nacionalistas y nacos (intelectualmente) los cuales ahora se dedican solamente a jugar a la política, pero ya no aquella de todos con el jefe hacia el desfiladero, sino a una nueva forma que han inventado aparentemente inspirada por la filosofía de Cantinflas. Hace años el gran escritor sonorense Oscar Monroy publicó un excelente libro describiendo los mapas mentales, psicológicos, sociales que definen a los mexicanos y lo bautizó con gran sabiduría: “El Mexicano Enano.” Estos mapas son los que nos han forjado de forma tan especial y sobre todo, son los que nos mantienen en un vergonzoso atraso, miseria y subdesarrollo. Los Penachos son sus mejores exponentes.

Pero ahora regresando al poder emerge otro tipo de estadista: los NAPECOS, nacionalistas, pendejos y copetones. Son más jóvenes, mas estilizados, más bien vestidos. Son chaparros pero se empinan.

Los NAPECOS piensan que defendiendo lo viejo, lo nuevo emergerá por arte divino. Al igual que sus colegas los Perfectos Idiotas Latinoamericanos, sufren de masoquismo imaginario y culpan a los gringos hasta de la sequía que azotó el norte del país. Hablan de monopolios necesarios como el de la CFE para “realmente resolver” el problema que durante 50 años no se ha resuelto. En reuniones populares gritan “la patria no se vende,” cuando si echamos un ojo a la contabilidad nos daremos cuenta de que ya no queda nada que vender; lo que sí hay son problemas que endosar. Se ofenden profundamente cuando alguien que según ellos no se quedó en el país para “partírsela,” los critica; pero con júbilo reciben los 25,000 millones que esos despatriados les envían.

Hay también por supuesto NAPECOS en los negocios y sus organizaciones. Estos odian la competencia pero adorna los blindajes contra esos bárbaros violadores extranjeros. Añoran con tristeza la línea ahora que la única que permanece es la profunda línea que marca sus frentes cuando se sienten como los becerros lepes; destetados. Odian el superpeso por anticompetitivo y abusón, pero añoran al super secretario de Comercio con su caja de dulces para la piñata. Explotan de rabia cuando escuchan “precio internacional” en lugar de precio de garantía de Conasupo. Son los que en sus empresas continúan manteniendo Departamentos de Negocios Oficiales en lugar de Investigación y Desarrollo.

Los NAPECOS intelectuales nos afirman que no hay que apanicarnos; esto es el proceso natural de las democracias nacientes. Luego nos explican la sabiduría colectiva de ese nuevo electorado al producir el gran balance de poderes; tan balanceado que los prometidos cambios y reformas avanzan a la velocidad de un luchador de sumo tratando de robarse la segunda base. Cuando se les pide su opinión del aborto de reforma fiscal aprobado por nuestro honorable; responden afirmando; “los ricos también lloran.” Otros, como dice Ricardo Medina, escriben de “economía moral” suplicando la intervención de la visible, inepta y corrupta mano del Estado contra la invisible del mercado, confundiendo moral con el morral—la tragedia de la mano amiga, la economía responsable.

Pero una tragedia aun mayor es que la invasión de los NAPECOS es ya masiva; en la media, en las iglesias, en las organizaciones empresariales, sindicatos, en las Universidades, en el Congreso, y lo más grave, en el gabinete de lujo. Estamos viviendo un apenachamiento del país que a veces cruza la línea para achangarse. Sin embargo, ante este siniestro panorama de promoción de economía moral mediante la imploración de la fraudulenta mano amiga, creímos tener la tranquilidad de que las finanzas del país no habían caído en manos de los NAPECOS; qué equivocada nos dimos. Un NAPECO especial nos arropa de impuestos….y eso que no es copetón, más bien es calvito.

Finalmente, como afirmaba también Ricardo Medina: “La tragedia de la mano amiga de quienes quieren corregir el mercado a golpes voluntariosos: Generan miseria y más tarde la usan para “demostrar” que los mercados no sirven y se requiere la intervención de esa mano amiga (con cargo al erario).” Esa es la verdadera inmoralidad de los NAPENAS—y ya llegaron y lo peor; son un chingo.



«Regresar a la página de inicio