El Ejecutivo Federal ha propuesto, para el año entrante, un mayor déficit presupuestario del que se tenía, y no han faltado quienes afirman que el mismo ayudará a superar el atorón por el que está pasando la economía mexicana, incentivando un mayor crecimiento de la misma, lo cual no es cierto, y ello por la razón que he venido explicando en las tres últimas entregas de esta serie, lo cual tiene que ver con la autonomía del Banco de México, por la cual el gobierno no puede obligar al banco central a producir dinero y dárselo para que lo gaste, de tal manera que un mayor déficit presupuestario tendrá que ser financiado con más deuda, que puede ser interna (denominada en pesos) o externa (denominada en dólares), con el resultado de que lo que el gobierno gaste de más será igual a lo que sus acreedores gasten de menos, lo cual, tratándose de los acreedores internos, da como resultado una reasignación de la demanda total (el gobierno gasta más pero sus acreedores internos –empresas, familias, individuos, etc.– gastan menos), pero no un aumento en la misma. Si los acreedores externos son bancos comerciales o instituciones financieras oficiales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, etc.), entonces el gobierno puede aumentar su gasto, sin que nadie más lo reduzca en la economía mexicana, teniéndose entonces el efecto que se busca al aplicar la receta keynesiana[1].
Dada la (afortunada) autonomía del Banco de México, la única manera de financiar el déficit presupuestario es por medio de la deuda, ya sea recurriendo a acreedores nacionales, ya sea echando mano de los extranjeros, deuda gubernamental que puede llegar a ser, como lo ha llegado a ser muchas veces, un serio problema.
¿Cuál es la única deuda gubernamental que se justifica? La que, una vez gastada, es capaz de generar los ingresos para irla pagando. ¿Y cuál es esa deuda? La que se invierte en proyectos productivos, que son los que, por definición, generan ingresos. ¿Y cuáles son los proyectos productivos en los que debe invertir el gobierno? En los de infraestructura de comunicaciones y transportes, que apoyan la productividad del resto de las actividades económicas.
¿Qué sucede si el gobierno se endeuda, no para invertir en proyectos productivos, sino, por ejemplo, para aumentar el gasto social con la intención de financiar una pensión universal? Lo que sucede es que ese gasto no genera ingresos, ¡no es inversión!, por lo que tarde o temprano, cuando esa deuda tenga que pagarse, el gobierno tendrá que echar mano de los impuestos de los contribuyentes, ya sea cobrando más, y con la diferencia entre lo que recaudaba y recauda liquidar lo que debe, ya sea ofreciendo menos bienes y servicios públicos, y con la diferencia entre lo que ofrecía y lo que ofrece liquidar lo que debe. En ambos casos acaban pagando los ciudadanos.
Vistas así las cosas, ¿qué tan buena idea es la del déficit presupuestario? No ocasiona mayor crecimiento pero sí genera deuda.
[1] Véanse las entregas anteriores.