Cualquiera que estudie desapasionadamente la
situación real de Pemex y de los recursos energéticos
que México tiene (pero no puede aprovechar por mitos y prejuicios), concluirá
que es urgente una reforma de fondo en materia petrolera.
Aceptemos con realismo que es políticamente inviable
proponer que el Estado mexicano renuncie a su monopolio energético. El mito
nacionalista seguirá siendo una onerosa hipoteca para los mexicanos como
consumidores de energéticos: Seguiremos teniendo una sola sopa, la que el
gobierno nos de. Lo aceptamos a regañadientes porque entendemos que los políticos
mexicanos –de toda el espectro político o ideológico–
NO quieren renunciar a lo que ha sido una formidable “renta petrolera” (como le
dicen sin recato a los ingresos gubernamentales que genera el petróleo) y que les
permite de un plumazo (basta subirle unos dólares al precio estimado en el
presupuesto) regalar cientos de millones de pesos a tal o cual grupo o
clientela política. Ni modo, la política es así.
Pero incluso si aceptamos que la reforma que debe
hacerse a Pemex tiene que ser para que siga siendo
una entidad manejada por el gobierno y para que siga generando cuantiosos
ingresos al gobierno, lo que no se entiende, de veras, es que nuestros
políticos tengan entendederas tan limitadas y no se percaten de que ellos
solitos están matando a la gallina de los huevos de oro o, como lo ha dicho
Ricardo Medina, al becerro
de chapopote que idolatran.
Por una parte, Andrés Manuel López Obrador está
montado en la fantasía de que se van a regalar los recursos petroleros a los
malvados extranjeros y nos convertiremos en “una colonia”. No está mal la
fantasía para alguien que sigue viviendo –culturalmente–
en el medioevo, pero eso es una vacilada sin pies ni cabeza.
Por la otra, los priístas, encabezados por el
perdona-vidas de Manlio Fabio Beltrones
ya erigieron tremendos vetos: No a los contratos de riesgo, no a las
asociaciones estratégicas, no a la exploración y eventual explotación de
yacimientos en aguas profundas del Golfo de México, no a la inversión privada
en ninguna parte de la cadena productiva de los hidrocarburos, ni siquiera en
petroquímica.
Y, completando el cuadro, los voceros oficiales u
oficiosos –no se sabe– del gobierno de Calderón, así
como el propio Presidente el pasado 18 de marzo, ya dijeron que tampoco tienen
intenciones de hacer cambios en
Hasta el mismo Lula da Silva –presidente de Brasil-,
que es un socialista convencido, no ha podido reprimir, en recientes declaraciones,
cierta burla cortés al decir que en México vemos a Pemex
“como una diosa intocable” y que eso nos impide frenar el incontenible
deterioro de “nuestra” (¿?) petrolera. Por cierto, Lula habría propuesto hace
poco tiempo a Calderón crear una tercera empresa conjunta entre México y Brasil
(en la que fuesen socios Petrobras y Pemex) pero que no tuviese las restricciones de Pemex para que podamos, por fin, empezar a detener ese
deterioro. Lula no dijo qué le respondió Calderón a su propuesta, pero todo
indica que –como se dice coloquialmente- le “dio el avión”, es decir lo más
probable es que Calderón ni caso le haya hecho.
Hace unos días, Clotilde Hinojosa, en sus “dardos”
en este espacio de periodismo electrónico (Asuntos Capitales), ironizó con razón
diciendo que la famosa reforma, por lo visto y oído, va a terminar en una
costosa operación para pintar la fachada de Pemex y… párale
de contar. Me parece que Clotilde tiene razón.
Y sin embargo, la dichosa reformita le está costando
mucho políticamente a Felipe Calderón. Si va a invertir tanto de su limitado
capital político (NO hay capitales políticos ilimitados en ningún lugar del
mundo), ¿por qué no hacer de una vez la verdadera reforma que México y Pemex necesitan?, ¿por qué no ser audaz en lugar de
acomplejado?
Porque, repito, si uno estudia un poco la situación
real de Pemex –y eso puede hacerse leyendo los
sucesivos informes anuales de la entidad, así como los diez reportes que, año
con año, se han difundido sobre las reservas de hidrocarburos y leyendo también
el contrato colectivo con el sindicato, todo lo cual está disponible en la red,
en la misma página oficial de Pemex- concluirá que la
reforma a fondo es urgente, indispensable, inevitable…
¿No se están dando cuenta todos los políticos –empezando
por Calderón, terminando con López Obrador y pasando por Beltrones-
de que decenas de miles de mexicanos ya sabemos que nos están tomando el pelo y
que tienen pavor a siquiera plantear una reforma de a de veras?
Ya se los cobraremos, no les quepa duda.