¿Qué significa ser de izquierda? En términos generales, no
tener respeto por la propiedad privada y, dado que la propiedad es la condición
de posibilidad de la libertad, no tener respeto, tampoco, por la libertad
individual, falta de respeto que se manifiesta en el afán redistribuidor de la
izquierda, que encuentra su “justificación”, al menos desde el punto de vista
del mismo izquierdista, en el fin perseguido con la misma: disminuir, y de ser
posible eliminar, la desigualdad, sobre todo la que se refiere a la
disponibilidad de los satisfactores indispensables para vivir con dignidad,
disminución de la desigualdad que, bajo el esquema de la izquierda se da, no
gracias a la mayor generación de ingresos de parte de los que menos tienen,
sino gracias a la redistribución del ingreso desde quienes generan más hacia
quienes generan menos, redistribución que no es otra cosa más que un robo con
todas las de la ley, que no por ser legal deja de ser injusto (véase, para
ahondar en el tema, el excelente trabajo de Bertrand
de Jouvenel, La
ética de la redistribución)
Habrá quien diga, llegado yo a este punto de mi exposición,
que ser de izquierda significa, antes que cualquier otra cosa, ser de buen
corazón y, por lo tanto, velar por el bienestar de los más necesitados, lo
cual, si nos ponemos un tanto cuanto idealistas, podemos aceptar, pero
señalando que, a esa definición, de lo que significa ser de izquierda, le falta
una segunda parte, la que tiene que ver, no con el qué - que todos disfruten un mínimo de bienestar material -, sino
con el cómo – cómo se le va a hacer
para que todos se beneficien de un mínimo de bienestar material-, pregunta que para la izquierda tiene una sola
respuesta: por medio de la redistribución, es decir, usando el poder político
para quitarle a unos y darle a otros. Lo que verdaderamente define a la
izquierda no es el qué, que comparte,
por ejemplo, con los liberales, sino el cómo,
que es la marca inconfundible de la casa.
Llegados a este punto no faltará quien haga notar que todos
los gobiernos, tanto de izquierda como de derecha, redistribuyen, al grado de
poder afirmar que gobernar es hoy sinónimo de redistribuir, bastando analizar
los presupuestos de egresos de los gobiernos, comenzando por el mexicano,
para comprobarlo. Si lo anterior es
cierto, y lo es, resulta que no todos los gobiernos que redistribuyen son de
izquierda, ya que hay gobiernos de derecha que también les quitan a unos para
darles a otros, observación a la cual yo respondo que, el menos en su faceta
redistribuidora, esos gobiernos de derecha, como son los del PAN en México, de hecho son de izquierda, ¡sobre todo de
izquierda!, ya que la redistribución es la principal tarea de dichos gobiernos
y, si no lo creen, revisen el Presupuesto de Egresos de
Para decirlo en términos coloquiales: ser de izquierda es
ser amigo de lo ajeno. Es estar dispuesto a usar el poder político para obligar
a unos a entregar parte del producto de su trabajo para dárselo a otros, con el
fin de alimentarlos, curarlos, educarlos, etc., etc., lo cual no pasa de ser,
¡en este punto hay que insistir una y otra vez hasta que se entienda!, un robo
con todas las de la ley, que por ser tal es legal, pero también inmoral
(insisto: léase el libro La ética de la
redistribución, de Bertrand de Jouvenel)
Teniendo claro lo que significa ser de izquierda – ser amigo
de lo ajeno -, entendemos por qué ha pasado, con el proceso electoral de los perredistas, lo que ha pasado, producto del poco respeto
que la izquierda tiene por la propiedad de los demás, comenzando, en este caso,
con la propiedad, ¡privada, obviamente!, del voto.