Un grupo de escritores manifestó hace unos
días su oposición a cualquier intento de privatización del petróleo con estas
palabras memorables:
“Privatizar, con
el nombre que se le quiera dar, es despojo triple: A la gran herencia de la
soberanía, a la nación de hoy y a las generaciones siguientes”.
Una de las ventajas de que los escritores
empiecen a usar el lenguaje con la misma propiedad que los cronistas de
partidos de futbol es que hasta los más lerdos, como
parece ser mi caso, empezamos a ver con claridad las cosas. Lo que entendí, al
leer esta enfática declaración, me aterrorizó.
Pensé en todos los nombres posibles “que se
le quiera dar” a la acción de privatizar. Dice el diccionario que ese verbo
significa “transferir una empresa o actividad pública al sector privado”. Es
una definición estrecha porque también podríamos pensar – de acuerdo “con el nombre que se le quiera dar”-
que privatizar es sinónimo de transferir cualquier cosa que sea pública – del
gobierno, del Estado, de la nación- a una persona singular o a un grupo de
personas singulares, esto es a “particulares” como se les suele llamar
jurídicamente a los individuos racionales de carne y hueso o a las asociaciones
más o menos voluntarias que hacemos los individuos racionales de carne y hueso,
también conocidos como seres humanos. Convendrán conmigo que ni la nación, ni
el gobierno, ni el Estado, ni el sector público son seres humanos.
Así pues, cada vez que algo que se reputaba
como propiedad de la nación, del gobierno, del Estado o del sector público pasa
a ser propiedad de un ser humano específico, ese algo se está “privatizando”.
¡Horror!, cada vez que alguien dispone de
gasolina o cualquier otro energético en México, aunque sea pagando por ello,
ese energético se está privatizando y cada vez que ello sucede se efectúa un
triple despojo contra cosas de veras sagradas aunque incognoscibles e incomprensibles
para los mortales. "Que se deben de creer
firmemente, aunque no se puedan comprender" como advertían los viejos
catecismos.
Cada vez que le pongo gasolina a mi auto
efectúo ese triple despojo. Es inútil pedir misericordia; la santa inquisición
petrolera podrá venir en cualquier momento por mí y llevarme sin más a la
hoguera.
Y después hay quien dice que este es un país
serio.