4/3/2008
AMLO: Y mi palabra es la ley
Sergio Sarmiento

Es la discusión más importante que ha tenido nuestro México en mucho tiempo. Se trata de un debate sobre una reforma energética que debe tocar las reglas de operación de la industria petrolera, la más importante del país. Todos los mexicanos --porque todos somos dueños del recurso en el subsuelo-- deberíamos tener la oportunidad de expresar nuestros puntos de vista. Y muchas de nuestras opiniones serán sin duda distintas: por eso somos un país diverso. Pero un caudillo ha decidido que nadie más, excepto él, tiene derecho a pensar, que nadie más tiene derecho a proponer algo. Como lo dijera José Alfredo Jiménez: “Y mi palabra es la ley.”

 

Andrés Manuel López Obrador manifestó esta posición con claridad en dos reuniones sucesivas en el Zócalo de la ciudad de México, una el 18 de marzo y la otra el 25 del mes. El mensaje a sus incondicionales reunidos en la plaza, así como al Congreso de la Unión, al gobierno de la república y al pueblo de México es muy sencillo. O yo establezco las reglas de la reforma energética o paralizo al país, incluso a esa empresa petrolera, Pemex, que afirmo estar defendiendo.

 

Muchos son los argumentos que tenemos que escuchar los mexicanos para tomar una decisión al respecto de la reforma energética en general y de la industria petrolera en especial. Sabemos que la producción de petróleo crudo está cayendo con rapidez. En 2004 tuvimos una extracción de crudo de 3.38 millones de barriles diarios por día. En los dos primeros meses del 2008 esta cifra se ha reducido a 2.94 millones. Pero además las reservas probadas, esas que se pueden explotar de inmediato y con la tecnología actual, han bajado de 20 mil 100 millones de barriles en el 2002 a 14 mil 700 en el 2007. Al ritmo en que estamos explotando nuestro petróleo, en menos de 10 años nos habremos quedado sin nada.

 

Hay muchas propuestas para resolver esta acentuada declinación de nuestra riqueza petrolera. Cada grupo político puede tener la suya. Pero es importante que los políticos, que usualmente toman sus decisiones sobre la base de ideologías, escuchen también a los expertos. La decisión es demasiado importante para fundamentarla nada más en prejuicios.

 

Sólo que no puede haber argumentos, no puede haber reflexión, si uno de los actores políticos más importantes del país se decide simplemente a hacer un chantaje monumental. O me obedecen o les paralizo el país. La amenaza, además, viene marcada por un gran desplante de cobardía. Mando primero a las mujeres, para que si la autoridad decide utilizar a la fuerza pública para impedir la parálisis del país --como es su responsabilidad-- podamos acusarla de agredir a mujeres indefensas.

 

Es una lástima que Andrés Manuel López Obrador haya caído tan bajo. Es una tristeza que, en lugar de tener una discusión inteligente sobre el tema más importante al que se ha enfrentado la clase política en mucho tiempo, uno de los líderes más influyentes del país haya tomado la decisión de que sólo su palabra es la ley.



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