Es la discusión más importante que ha tenido nuestro México en mucho
tiempo. Se trata de un debate sobre una reforma energética que debe tocar las
reglas de operación de la industria petrolera, la más importante del país.
Todos los mexicanos --porque todos somos dueños del recurso en el subsuelo--
deberíamos tener la oportunidad de expresar nuestros puntos de vista. Y muchas
de nuestras opiniones serán sin duda distintas: por eso somos un país diverso.
Pero un caudillo ha decidido que nadie más, excepto él, tiene derecho a pensar,
que nadie más tiene derecho a proponer algo. Como lo dijera José Alfredo
Jiménez: “Y mi palabra es la ley.”
Andrés Manuel López Obrador manifestó esta posición con claridad en dos
reuniones sucesivas en el Zócalo de la ciudad de México, una el 18 de marzo y la
otra el 25 del mes. El mensaje a sus incondicionales reunidos en la plaza, así
como al Congreso de la Unión, al gobierno de la república y al pueblo de México
es muy sencillo. O yo establezco las reglas de la reforma energética o paralizo
al país, incluso a esa empresa petrolera, Pemex, que
afirmo estar defendiendo.
Muchos son los argumentos que tenemos que escuchar los mexicanos para
tomar una decisión al respecto de la reforma energética en general y de la
industria petrolera en especial. Sabemos que la producción de petróleo crudo está
cayendo con rapidez. En 2004 tuvimos una extracción de crudo de 3.38 millones
de barriles diarios por día. En los dos primeros meses del 2008 esta cifra se
ha reducido a 2.94 millones. Pero además las reservas probadas, esas que se
pueden explotar de inmediato y con la tecnología actual, han bajado de 20 mil
100 millones de barriles en el
Hay muchas propuestas para resolver esta acentuada declinación de
nuestra riqueza petrolera. Cada grupo político puede tener la suya. Pero es
importante que los políticos, que usualmente toman sus decisiones sobre la base
de ideologías, escuchen también a los expertos. La decisión es demasiado
importante para fundamentarla nada más en prejuicios.
Sólo que no puede haber argumentos, no puede haber reflexión, si uno de
los actores políticos más importantes del país se decide simplemente a hacer un
chantaje monumental. O me obedecen o les paralizo el país. La amenaza, además,
viene marcada por un gran desplante de cobardía. Mando primero a las mujeres,
para que si la autoridad decide utilizar a la fuerza pública para impedir la
parálisis del país --como es su responsabilidad-- podamos acusarla de agredir a
mujeres indefensas.
Es una lástima que Andrés Manuel
López Obrador haya caído tan bajo. Es una tristeza que, en lugar de tener una
discusión inteligente sobre el tema más importante al que se ha enfrentado la
clase política en mucho tiempo, uno de los líderes más influyentes del país
haya tomado la decisión de que sólo su palabra es la ley.