4/7/2008
Escuelas públicas: Modelo agotado
Santos Mercado

Diversos indicios en el sistema de escuelas de gobierno dejan ver que el modelo está agotado: los continuos paros en el Colegio de Bachilleres; la UNAM paralizada por casi un año: la interminable huelga en la UAM; el secuestro de las escuelas públicas en Oaxaca por una organización de ultra izquierda (APPO): los pésimos resultados de las pruebas de PISA; los estudiantes que engrosan las filas de las FARC, del EZLN o del EPR; la incapacidad de los nuevos profesionistas para competir en la arena internacional; los desempleados con título; entre otros, indican que nuestras escuelas y universidades públicas no han podido adaptarse al nuevo Proyecto de Nación que México está abrazando desde 1982.

 

En efecto, desde principio de la década de los ochentas el poder político decidió abandonar el viejo sistema centralizado donde el Estado era el actor principal.

 

Se trata de echar abajo las estructuras socialistas construidas al calor de la Revolución Mexicana. Esto se reflejó en el proceso de privatizar las empresas que estaban en manos del gobierno y que habían mostrado una gran ineficiencia bajo la administración de políticos y burócratas. Nada perdían estos administradores si la empresa funcionaba mal, después de todo, ellos no eran los dueños. Había que venderlas a propietarios que abrazaran los riesgos y que tuvieran un interés propio porque funcionaran adecuadamente, es decir, porque tuviera ganancias.

 

Pero no bastaba privatizar las empresas del Estado para construir una economía de mercado. Después de todo, el Estado sólo tenía algo más de mil empresas, aunque algunas eran de las más importantes del país. Era necesario quitar los múltiples obstáculos para que los mexicanos se atrevieran a abrir nuevas empresas y negocios de todo tipo. En efecto, la desregulación permitió quitar leyes, normas y reglamentos absurdos, aunque todavía falta mucho por hacer.

 

El proyecto neoliberal también incluye abrir las fronteras a los inversionistas extranjeros, reducir los impuestos, adelgazar la burocracia gubernamental, eliminar los subsidios y los programas de supuesto beneficio social.

 

En todos estos renglones se han tenido avances importantes aunque no al nivel que debería. Pero en cuanto a educación el avance es muy escaso. Quizás sólo se puede observar cierto nivel de desregulación para permitir que surjan nuevas escuelas y universidades privadas que la burocracia educativa les denomina despectivamente como “escuelas patito”. Pero la estructura del gigantesco sistema de educación pública está intacta, igual que hace cincuenta años.

 

En efecto, cuando se dice que el sistema de educación pública sigue igual que hace décadas es por lo siguiente:

 

1.      El gobierno sigue gastando recursos del erario para construir nuevas escuelas y universidades.

2.      Las escuelas y universidades públicas siguen siendo “tierra de nadie”.

3.      Las escuelas y universidades viven de subsidios directos del Estado y muchas de ellas tienen prohibido pedir cuotas a los alumnos.

4.      Todas las escuelas y universidades públicas padecen de sindicatos.

5.      Todas las escuelas y universidades públicas están sujetas al centralismo burocrático del Estado, sea por la SEP o por la UNAM.

6.      Los trabajadores se rigen por la Ley Federal del Trabajo.

7.      Todas carecen de autonomía.

8.      La filosofía educativa es para formar empleados, no empresarios.

9.      Siguen formando a los alumnos como si fueran a vivir en un mundo anticapitalista.

  1. Siguen fomentando el odio a los Estados Unidos de América.

 

Todas estas características son semejantes a las que se aplicaban en las escuelas soviéticas y las de Benito Musollini en Italia. Naturalmente que tienen que estar en contradicción con la filosofía neoliberal.



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