¿Qué tienen
en común personajes aparentemente disímbolos como
Hugo Sánchez y Hugo Chávez? No se quiebre la cabeza amigo lector, la respuesta
es sencilla: el nacionalismo a
ultranza y/o el sentimiento de ser el “Tlatoani,” “el
salvador de la patria.” Al primero ya lo renunciaron, ya pagó su pecado.
Prometió ser campeón mundial con la selección mexicana, así como calificar a
todos los torneos y no cumplió. Y lo peor, desde su inicio como entrenador
siempre despotricó contra todos los extranjeros; aseguraba que lo ideal sería
limitar lo más que se pudiera la participación de futbolistas extranjeros en la
liga mexicana; lo hacía siempre en un tono fascistoide.
Claro, se le olvidó que él jugó en un país en donde fue extranjero, en donde
para triunfar tuvo que soportar discriminación y mucha presión. Qué memoria tan
ligera. Al inicio de su posición como director técnico de la selección
mexicana, aseguraba que él pondría fin a la alineación de extranjeros (en ese
tono, insisto, fascista); el tiempo le tapó la boca; terminó alineando a más
extranjeros que su antecesor argentino Lavolpe (a
quien Sánchez criticaba, incluso usando palabras soeces). Bien dicen, el pez
muere por su boca.
El segundo,
el más peligroso, el dictador venezolano Hugo Chávez (el gorilón
rojo) que ya anunció la nacionalización (confiscación) de las empresas
cementeras privadas, extranjeras y nacionales. Por primera vez, ya le pegó
fuertemente a una empresa privada mexicana; hablamos de CEMEX, que tenía la
mayor parte del mercado en Venezuela. Como siempre, el gobierno calderonista con su política exterior priísta (que consiste
en la mediocridad del eclecticismo, o sea, en querer quedar bien con todo
mundo), prosigue con su estrategia bobalicona de “agachar la cabeza.” Ojo, no
se trata de responder como lo quieren algunos periodistas nacionalistas a
ultranza, que se la pasan declarando estupideces como “ya le pegaron a nuestras
empresas,” “urge responder por los intereses de nuestros empresarios.” Esa
reacción es la clásica reacción nacionalistoide,
mercantilista, que hasta quisiera ver una declaración de guerra. A ver, no han
afectado a los mexicanos, el afectado es el dueño de CEMEX, Lorenzo Zambrano,
pero los que sufrirán con las decisiones del gorilón
rojo serán los consumidores venezolanos. Hasta el momento, Calderón sólo se ha
limitado a decir que los inversionistas extranjeros están seguros en México, en
donde no hay nacionalizaciones arbitrarias (perdón, pero si algún día las
elecciones presidenciales las gana el partido populista-estalinista, PRD,
México tendría un régimen chavista, así que no hay
una real vacuna contra los comunistas totalitarios).
Desde hace
tiempo, Calderón debería haber “pintado su raya con los dictadores,” de tal
modo que ante situaciones como éstas, siguiera la estrategia de acercarse a
presidentes como Álvaro Uribe, quien tiene información importante sobre las
negras intenciones de Chávez. Se trataría de una estrategia no reactiva
(discutir ó enfrentar al gorilón con palabras es
rebajarse), sino proactiva, que a toda costa buscara
prevenir a México de los ataques que por abajo del agua ya está dando Chávez
(está financiando activamente a grupos subversivos; creo que sólo el gobierno
mexicano no lo sabe). Ante las acciones incautadotas del gorilón,
México debería reaccionar con una condena al atentado contra los derechos de
propiedad, contra la libertad de elegir de los venezolanos. No más. De ahí,
instrumentar una estrategia de inteligencia que combata al dictador venezolano,
pero insistimos, estrategia de inteligencia, como lo ha hecho el Presidente
Uribe.
Por
desgracia, a diferencia de Sánchez, Chávez es probable que no pague sus pecados
en el corto plazo. Quien ya lo está pagando es el pueblo venezolano. Y lo
pagará más, pues después de acciones como éstas, no sólo ya no llegarán nuevas
inversiones a Venezuela, sino es muy probable que se de una fuga de capitales
en cascada. Repito, la víctima no será el gorilón,
sino el pueblo venezolano.
Ahora
estamos en condiciones de hacer otra pregunta: ¿Qué tienen en común los “Hugos” con los políticos mexicanos? Nuevamente, la
respuesta es sencilla, la nefasta educación populista-nacionalista, que se
enseña con mucho vigor en las escuelas latinoamericanas.
Luego
entonces, no nos sorprendamos, PEMEX seguirá en la mediocridad, nada de reforma
seria, tal vez sólo una triste “reformita,” que sólo agravará la precaria
situación de la paraestatal en el futuro, pues la educación estatista
de los políticos mexicanos no les permite abrir los ojos a la modernidad, ya no
digamos económica, sino intelectual en general. Pobre de México, pobre de
América Latina.