Nos enteramos, hace unos días, de la propuesta hecha
por un funcionario de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico,
Bernard J. Phillips,
titular de la División de Competencia de la OCDE, a favor de aumentar y
fortalecer los castigos para quienes lleven a cabo en prácticas monopólicas, castigos que deben llegar, según el
funcionario, hasta la prisión para el monopolista, propuesta que el mentado
funcionario hizo ante los integrantes de la Comisión de Economía de la Cámara
de Diputados, quienes han estado discutiendo el tema de las sanciones que
deberían de aplicarse a los monopolistas, sanciones que, se opina, deben ser
mayores de las que actualmente son, lo cual supone reformar el artículo 35 de
El que los legisladores se preocupen por evitar los
monopolios me parece algo digno de mucho, ¡pero mucho!, aplauso, ya que ello
resulta en beneficio de los consumidores, y no me cansaré de decir que las
políticas económicas, las reformas estructurales y los cambios institucionales
deben decidirse en función del impacto que tengan en el nivel de bienestar de
los consumidores, siendo que a los consumidores lo que más les conviene es la
competencia por el lado de la oferta, lo cual se logra evitando los monopolios.
Allí donde no hay competencia (y por lo tanto hay monopolio), lo que existe,
por definición, es la incompetencia, y una empresa monopólica
podrá ser muy productiva, en beneficio propio, pero no competitiva, en
beneficio de los consumidores.
En cuanto al qué
– evitar los monopolios -, los afanes de los legisladores son por demás aplaudibles, el problema surge cuando analizamos el cómo – avisos, amenazas de castigo,
castigos, que ahora se pretende lleguen hasta el encarcelamiento, y demás parafernalia
propia del gobierno policía -, siendo que, para evitar los monopolios, no hace
falta más que una cosa: que el poder político permita la participación de
todos, nacionales y extranjeros, en todos los sectores de la actividad
económica, y en todos los mercados, o, dicho de otra manera, que el gobierno
mantenga abiertos todos los sectores de la actividad productora, y todos los
mercados, a todos los que quieran, y puedan (bajo su responsabilidad y riesgo),
participar.
Esto, ¡y nada más!, es lo que se necesita para que el
consumidor cuente con las mejores opciones de consumo en términos de precio,
calidad y servicio (la trilogía de la competitividad: menores precios, mayor
calidad y mejor servicio), de tal manera que toda
Llegados a este punto no faltará el lector que
pregunte qué pasará con las empresas que, por haber sido más productivas, y por
lo tanto más competitivas que sus rivales, logren consolidar un monopolio. Para
ellas, se preguntarán, ¿no hará falta una ley redactada en los términos en los
que lo está
Continuará.