Comentarios en torno al Anteproyecto de Reforma a la CARRERA ACADÉMICA de la UAM.
El Colegio Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) nombró una comisión que a la vuelta de dos años presenta un proyecto para reformar las modalidades de ingreso de los nuevos profesores a la UAM y para compactar las cinco becas que disfrutan los académicos en una sola.
Es que hace 36 años era difícil encontrar doctores y había que pagarles muy bien para que se decidieran entrar y permanecer en la UAM o bien a los licenciados había que incentivarlos para que estudiaran posgrados sabiendo que al terminar les esperaba una jugosa beca. Pero treinta años después ya casi todos son doctores y los nuevos llegan con su flamante título sin tener experiencia en docencia o investigación pero acceden a los mejores sueldos y becas. Entro en crisis el sistema de ingreso. Pronto se van a jubilar los profesores fundadores y la segunda generación y la UAM se puede quedar en una difícil situación con profesores inexpertos. Ya de por si se sospecha que los tabuladores, becas y estímulos no han tenido un impacto importante para mejorar la calidad de la educación en la UAM. Por esta razón se creó una comisión para dar propuestas de solución.
En realidad es la primera vez, en 26 años que llevo en la Universidad, que se promueven reformas importantes donde se alienta la participación abierta del sector académico. Esto llena de confianza y renace la esperanza de que podamos construir una universidad a la altura de los tiempos modernos.
Sin embargo, para hacer reformas se requiere tener un ideal de universidad. Para tener un ideal de universidad se necesita tener un proyecto de país. Si sabemos a dónde queremos llegar podemos dar pasos en esa dirección. De otra manera, solo perderemos tiempo, energía y recursos.
Las reformas que necesita nuestra universidad requieren, a su vez de un diagnóstico, una revisión de lo que se ha hecho en los 36 años desde que nació nuestra casa de estudios. Empecemos, entonces con un poco de historia.
La UAM nació en 1974 como una iniciativa del Estado presidido por Luis Echeverría Álvarez. La cuna gubernamental de la UAM ha marcado su vida desde entonces. El gobierno contrató a personalidades que construyeran los edificios y diseñaron los planes y programas de estudio. Desde entonces se le asignó un jugoso subsidio para que atendiera a la contratación de profesores, investigadores, administrativos y trabajadores de apoyo.
La UAM no era una institución del todo gratuita para los alumnos, pues éstos debían pagar cuotas significativas que a muchos les hacía pensar que era una universidad privada. Para evitar que por razones económicas algunos alumnos se quedaran fuera de la universidad, se contó con novedosos sistemas de financiamiento donde el estudiante pagaba al terminar su carrera, cuando ya estuviera en su fase productiva.
La planta académica se nutrió de excelentes profesores que habían estudiado en el extranjero y traían las mejores intenciones de desarrollar las ciencias duras para el desarrollo de nuestro país. Pero también la UAM se nutrió con profesores de ciencias sociales que había tenido una destacada participación en los movimientos izquierdistas de México y de otros países.
El origen gubernamental de la UAM, la ideología de izquierda de sus académicos y el financiamiento total del Estado son los factores que le han dando signo y carácter a nuestra institución.
El carácter y signo de la UAM se ha puesto en armonía con el ideal de construir un México planificado por el Estado. La UAM, con sus ingenieros, economistas y profesionistas de todo tipo coadyuvarían para la edificación de ese país socialista que soñaban los líderes políticos del siglo pasado.
Algunos académicos tomaron a la UAM como una trinchera para luchar contra el capitalismo que según ellos, imperaba en nuestro país. Se dieron a la tarea de fomentar el sindicalismo para estallar huelgas, formar “cuadros revolucionarios” y luchar “contra el estado burgués”. En esa dinámica se han perdido cientos de millones de pesos, investigaciones y prestigio de la institución.
A pocos les preocupó ese desperdicio de recursos. Después de todo, el dinero venía del gobierno y éste lo extraía de la gente pobre del país, de esos que no protestan ni se quejan.
Se crearon reglas, exámenes y currícula para aquellos jóvenes afortunados que lograban ser aceptados en nuestra institución y que obtenían un título gastando 8 años en promedio. Solo el 30% de los aceptados logran salir exitosos y salen corriendo a buscar quien les asegure la quincena. No pocos de ellos han sufrido el rechazo por provenir de una universidad pública que rinde culto al socialismo.
Y es que la UAM ha convivido con esa etapa de la historia de México que creía en el socialismo, es decir, en el sistema donde un planificador central organiza, crea y reparte la felicidad para todos sus vasallos.
Pero los tiempos han cambiado y ahora se confía más en la libertad personal y en el mercado, es decir, ha renacido la confianza en el capitalismo. Los países que más crecen hoy en día son los que otorgan a sus ciudadanos todas las facilidades para que realicen negocios de todo tipo siempre y cuando no dañen a nadie.
La caída del Muro de Berlín, la desaparición del la URSS, la transformación de los países de Europa del Este, el nacimiento de la Comunidad Económica Europea, dan cuenta de que estamos viviendo grandes transformaciones que seguramente marcarán nuestro destino. La República Popular de China que ha abandonado el comunismo para abrazar al capitalismo hoy es el país con mayor tasa de crecimiento, Irlanda, Singapur, Chile, Nueva Zelanda por mencionar a algunos son otras economías que han redefinido sus rumbos. Incluso Suecia, que antes fue garante del Estado Benefactor (un tipo de socialismo) hoy está desmantelando sus instituciones para abrirse al mercado.
En resumen, nuestra universidad debe tomar una gran decisión: seguir siendo una institución apegada a los sueños socialistas o abrazar el ideal del capitalismo.
No es asunto menor tomar esta decisión, pues de ello dependen todas las políticas que se adopten. Más aun, puedo decir que es crucial que la UAM se defina en uno de los dos caminos pues de ello depende su futuro.
Por ejemplo, si la UAM se conserva como una institución de signo pro-socialista, entonces casi no requiere ningún cambio pues toda su estructura, ideología, planes y programas de estudio están en congruencia; pero si la UAM se definiera por la vía capitalista, es decir, por la economía de mercado, entonces tendría que hacer reformas de fondo muy importantes.
Renglón financiero
La dependencia financiera de la UAM hacia el gobierno es lo que ha propiciado que nuestra institución esté en contradicción con una economía de mercado. No somos una institución con iniciativa y criterio propio, no podemos tomar decisiones importantes con autonomía pues todo lo tenemos que sujetar, consultar y subordinar a la aprobación presupuestal del gobierno: Abrimos un campus Cuajimalpa no por la decisión y dinámica del desarrollo propio de la UAM sino porque así lo tenía planeado el gobierno; construimos un edificio nuevo solo si nos autoriza y nos da el recurso el gobierno. El hecho de vivir del gobierno ha recortado el talento y los sueños de los universitarios. Incluso, los subsidios han provocado que perdamos las políticas de cuotas y colegiaturas y aquél novedoso sistema de financiamiento que distinguía a nuestra institución. La cuestión financiera debe considerarse como el asunto crucial de nuestra universidad y se reduce a la necesidad de lograr la autonomía financiera respecto del Estado. Es una condición sine qua non para construir una universidad moderna. Por fortuna, la UAM tiene una Ley Orgánica que da amplio margen para lograr este objetivo. Podemos adelantar que debemos retomar el asunto de las cuotas y colegiaturas a fin de incrementarlas el cien por ciento cada trimestre, recuperar el sistema de crédito para aquellos alumnos que no pueden pagar hoy y crear sistemas de financiamiento a fin de garantizar recursos para aquellos alumnos que lo requieran y así demos la oportunidad de que cualquier joven pueda estudiar en nuestras aulas. Los alumnos no deben temer a las deudas, pues la UAM les debe dotar de capacidad para que, cuando ya sean productivos, paguen lo que deben en un tiempo mínimo.
Si logramos generar nuestros propios recursos, no solo con las cuotas y colegiaturas a los estudiantes sino también con empresas que se formen bajo la firma de la UAM, donde los profesores y trabajadores puedan ser socios, estaríamos dando una extraordinaria fortaleza a la UAM ya que dejaría de depender de los caprichos políticos de los gobernantes. Evitaríamos que nos ahogara algún presidente que nos considere prescindibles, como a la Compañía de Luz y fuerza. Finalmente, cuando las ideas de los académicos y trabajadores hayan madurado y comprendido el sistema de mercado, podríamos plantear la posibilidad de hacernos propietarios reales de la UAM para que todos influyamos en el rumbo y las decisiones importantes.
La Academia
Hay que percatarnos que nuestra institución ha sido muy opuesta al sistema capitalista y eso se refleja en el tipo de joven que formamos. En concreto, no formamos a los empresarios que requiere el país, nuestros alumnos no son emprendedores sino buscadores de chamba y muchos de ellos terminan en el ejército de desempleados o ejerciendo actividades que nada tienen que ver con la carrera que estudiaron. Formar profesionistas con mentalidad de subordinación, que solo esperan órdenes para actuar, no es compatible con las necesidades de la economía de mercado. Lo que el país requiere son profesionales capaces de tomar riesgos, de fundar empresas y que en lugar de buscar chamba, ofrezcan trabajo a otros. Los planes de estudio deben ser modificados a fin de eliminar esa educación marxista que tanto ha dañado al país y especialmente a la gente pobre. Nuestros egresados deben hablar inglés como si fuera su lengua nativa, manejar las herramientas computacionales y tener una visión de negocios en cualquier campo en que se desarrollen.
Nuestros Académicos
En cuanto a nuestros académicos, debemos lograr el objetivo de que sean los académicos e investigadores con los mejores ingresos a nivel internacional. Debemos impulsar que nuestros académicos se hagan millonarios por los libros que publican, por las patentes que inventan, por las conferencias que dictan. Si se hacen millonarios significa que la sociedad los está valorando y eso nos debe llenar de orgullo. Si desarrollamos bien a nuestra institución, debemos sentir que ningún académico sobra, al contrario su experiencia es un valor imprescindible. A su vez, debemos integrar a los mejores profesores e investigadores. Y eso se puede lograr mediante el crecimiento de nuestra institución en cada Estado de la República.
Becas y estímulo
Las becas deben pensarse como premios por hacer labores relevantes más allá del trabajo normal de un académico.
Por ejemplo, considero que lo normal es que cada profesor de dos UEA´s en cada trimestre, para completar 27 horas mes al año. Pero si un profesor da un poco más, digamos 30 horas o más, debería recibir un estímulo por su trabajo extra.
Si un profesor logra que el 70% de sus alumnos apruebe el curso, sin que él sea el que califique, debe ser merecedor de un premio. Esto nos conduce a la necesidad de introducir la evaluación departamental a fin de que el profesor no sea juez y parte. El académico simplemente forma, informa o educa, pero quien debe evaluar al alumno debe ser el departamento o área a fin de ver si el profesor hizo bien su trabajo. Y si lo hizo bien, debe ser merecedor de un premio.
Si un profesor es evaluado favorablemente por el 70% de sus alumnos también debe recibir un premio, beca o estímulo. Esto requiere que las encuestas a los alumnos sean modificadas a fin de revelar la evaluación del profesor.
Si un profesor da sus clases en inglés, ayudando para que el alumno aprenda la materia y mejore su dominio de la lengua anglosajona, también debe recibir un premio. Recordemos que un profesional que no habla, no escribe, no lee, no escucha en inglés, simplemente está fuera del mercado y al margen de la ciencia.
Si un profesor es capaz de inducir para que el alumno desarrolle su talento empresarial también es motivo para que el profesor sea premiado.
Finalmente, aquellos profesores que permanecen efectivamente 40 horas en la universidad, tal como dice el contrato, deben ser premiados con una beca o estímulo.
Esta forma de repartir los dineros en becas, premios y estímulos tiene la idea de que impacten en la calidad de la educación que impartimos en la UAM y corrige, en alguna medida, el actual sistema de becas.
Espero, sin mucha esperanza, que aquí se inicie todo un movimiento de reforma universitaria a fin de que la Universidad Autónoma Metropolitana se reforme radicalmente y pueda responder a las necesidades de México, es decir, de una economía que necesita incrementar su papel en este mundo abierto, globalizado y competitivo.