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La Economa en una leccin

“La Economa se halla asediada por mayor nmero de sofismas que cualquier otra disciplina cultivada por el hombre.”


Henry Hazlitt
MIÉRCOLES, 26 DE MARZO DE 2008
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Captulo I
La leccin

La Economa se halla asediada por mayor nmero de sofismas que cualquier otra disciplina cultivada por el hombre. Esto no es simple casualidad, ya que las dificultades inherentes a la materia, que en todo caso bastaran, se ven centuplicadas a causa de un factor que resulta insignificante para la Fsica, las Matemticas o la Medicina: la marcada presencia de intereses egostas. Aunque cada grupo posee ciertos intereses econmicos idnticos a los de todos los dems, tiene tambin, como veremos, intereses contrapuestos a los de los restantes sectores; y aunque ciertas polticas o directrices pblicas puedan a la larga beneficiar a todos, otras beneficiarn slo a un grupo a expensas de los dems. El potencial sector beneficiario, al afectarle tan directamente, las defender con entusiasmo y constancia; tomar a su servicio las mejores mentes sobornables para que dediquen todo su tiempo a defender el punto de vista interesado, con el resultado final de que el pblico quede convencido de su justicia o tan confundido que le sea imposible ver claro en el asunto.

Adems de esta pltora de pretensiones egostas existe un segundo factor que a diario engendra nuevas falacias econmicas. Es ste la persistente tendencia de los hombres a considerar exclusivamente las consecuencias inmediatas de una poltica o sus efectos sobre un grupo particular, sin inquirir cules producir a largo plazo no slo sobre el sector aludido, sino sobre toda la comunidad. Es, pues, la falacia que pasa por alto las consecuencias secundarias.

En ello consiste la fundamental diferencia entre la buena y la mala economa. El mal economista slo ve lo que se advierte de un modo inmediato, mientras que el buen economista percibe tambin ms all. El primero tan slo contempla las consecuencias directas del plan a aplicar; el segundo no desatiende las indirectas y ms lejanas. Aqul slo considera los efectos de una determinada poltica, en el pasado o en el futuro, sobre cierto sector; ste se preocupa tambin de los efectos que tal poltica ejercer sobre todos los grupos.

El distingo puede parecer obvio. La cautela de considerar todas las repercusiones de cierta poltica quiz se nos antoje elemental. Acaso no conoce todo el mundo, por su vida particular, que existen innumerables excesos gratos de momento y que a la postre resultan altamente perjudiciales? No sabe cualquier muchacho el dao que puede ocasionarle una excesiva ingestin de dulces? No sabe el que se embriaga que va despertarse con el estmago revuelto y la cabeza dolorida? Ignora el dipsmano que est destruyendo su hgado y acortando su vida? No consta al don Juan que marcha por un camino erizado de riesgos, desde el chantaje a la enfermedad? Finalmente, para volver al plano econmico, aunque tambin humano, dejan de advertir el perezoso y el derrochador, en medio de su despreocupada disipacin, que caminan hacia un futuro de deudas y miseria?

Sin embargo, cuando entramos en el campo de la economa pblica, verdades tan elementales son ignoradas. Vemos a hombres considerados hoy como brillantes economistas condenar el ahorro y propugnar el despilfarro en el mbito pblico como medio de salvacin econmica; y que cuando alguien seala las consecuencias que a la larga traer tal poltica, replican petulantes, como lo hara el hijo prdigo ante la paterna admonicin: A la larga, todos muertos. Tan vacas agudezas pasan por ingeniosos epigramas y manifestaciones de madura sabidura.

Por consiguiente, bajo este aspecto, puede reducirse la totalidad de la Economa a una leccin nica, y esa leccin a un solo enunciado: El arte de la Economa consiste en considerar los efectos ms remotos de cualquier acto o poltica y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal poltica no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores.

Nueve dcimas partes de los sofismas econmicos que estn causando tan terrible dao en el mundo actual son el resultado de ignorar esta leccin. Derivan siempre de uno de estos dos errores fundamentales o de ambos: el contemplar slo las consecuencias inmediatas de una medida o programa y el considerar nicamente sus efectos sobre un determinado sector, con olvido de los restantes.

Naturalmente, cabe incidir en el error contrario. Al ponderar un cierto programa econmico no debemos atenernos exclusivamente a sus resultados remotos sobre toda la comunidad. Es ste un error que a menudo cometieron los economistas clsicos, lo cual engendr una cierta insensibilidad frente a la desgracia de aquellos sectores que resultaban inmediatamente perjudicados por unas directrices o sistemas que a largo plazo beneficiaran a la colectividad.

Pero son ya relativamente muy pocos quienes incurren en tal error, y esos pocos, casi siempre economistas profesionales. La falacia ms frecuente en la actualidad; la que emerge una y otra vez en casi toda conversacin referente a cuestiones econmicas; el error de mil discursos polticos; el sofisma bsico de la nueva Economa, consiste en concentrar la atencin sobre los efectos inmediatos de cierto plan en relacin con sectores concretos e ignorar o minimizar sus remotas repercusiones sobre toda la comunidad. Los nuevos economistas se jactan de que su actitud supone un enorme, casi revolucionario, avance en orden a los mtodos de los economistas clsicos u ortodoxos, por cuanto a menudo descuidan los efectos que ellos tienen siempre presentes. Ahora bien, cuando, a su vez, ignoran o desprecian los efectos remotos, estn incidiendo en un error de mayor gravedad. Su preciso y minucioso examen de cada rbol les impide ver el bosque. Sus mtodos y las conclusiones deducidas son, con harta frecuencia, de profunda ndole reaccionaria y a menudo asmbrales el constatar su plena coincidencia con el mercantilismo del siglo XVII. De hecho vienen a caer en aquellos antiguos errores (o caeran si no fueran tan inconsecuentes) de los que creamos haber sido definitivamente liberados por los economistas clsicos.

Suele observarse con disgusto que los malos economistas propagan sus sofismas entre las gentes de manera harto ms atractiva que los buenos sus verdades. Lamntase a menudo que los demagogos logren mayor asenso al exponer pblicamente sus despropsitos econmicos que los hombres de bien al denunciar sus fallos. En esto no hay ningn misterio. Demagogos y malos economistas presentan verdades a medias. Aluden nicamente a las repercusiones inmediatas de la poltica a aplicar o de sus consecuencias sobre un solo sector. En este aspecto pueden tener razn; y la rplica adecuada se reduce a evidenciar que tal poltica puede tambin producir efectos ms remotos y menos deseables o que tan slo beneficia a un sector a expensas de todos los dems. La rplica consiste, pues, en completar y corregir su media verdad con la otra mitad omitida. Ahora bien, tener en cuenta todas y cada una de las repercusiones importantes del plan en ejecucin requiere a menudo una larga, complicada y enojosa cadena de razonamientos.

La mayora del auditorio encuentra difcil seguir esta cadena dialctica y, aburrido, pronto deja de prestar atencin. Los malos economistas aprovechan esta flaqueza y pereza intelectual indicando a su pblico que ni siquiera ha de esforzarse en seguir el discurso o juzgarlo segn sus mritos, porque se trata slo de clasicismo, laissez faire, apologtica capitalista o cualquier otro trmino denigrante, de seguros efectos sobre el auditorio.

Hemos precisado la naturaleza de la leccin y de los sofismas que aparecen en el camino en trminos abstractos. Pero la leccin no ser aprovechada y los sofismas continuarn ocultos a menos que ambos sean ilustrados con ejemplos. Con su ayuda podremos pasar de los ms elementales problemas de la Economa a los ms complejos y difciles. Mediante ellos aprenderemos a descubrir y evitar, en primer lugar, las falacias ms crudas y tangibles, y finalmente, otras ms profundas y huidizas.


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