La declaraci�n que hizo el ex presidente Obama hace algunos a�os afirmando a los norteamericanos: “Ustedes no lo construyeron. Alguien m�s lo hizo posible” es un resumen conciso del peligro que plantea el socialismo progresista moderno al coraz�n de la idea y la experiencia de los Estados Unidos de Am�rica, representada en nuestra Constituci�n, sus principios fundadores y las razones de su �xito hoy en d�a.

Lo que resulta realmente sorprendente es la eficacia con la que este breve enunciado combina el desprecio por la ambici�n y el esp�ritu emprendedor, y en su lugar promueve la envidia y el resentimiento entre clases, es decir lo opuesto a la combinaci�n �nica en su tipo que distingue a los Estados Unidos de Am�rica del resto de los pa�ses del mundo. Si la ambici�n debe ser despreciada y la envidia admirada, no hay espacio para que funcionen la moral privada, el �xito comercial, la conciencia social y la comunidad, porque al final la �nica entidad que puede sobrevivir es el gobierno.

Para explicar por qu� esto es as�, podr�amos remontarnos a los or�genes de la �tica judeo-cristiana y describir su cultura basada en reglas, incluyendo a los Diez Mandamientos, a trav�s del �nfasis que hicieron los romanos en la importancia del estado de derecho y de las implicancias de la reforma en Europa. Pero el punto de partida m�s l�gico es la Ilustraci�n escocesa (tambi�n conocida como Iluminismo), que explic� en los inicios del comercio moderno el fundamento de los mercados libres, el v�nculo de las relaciones comerciales con el comportamiento moral y el concepto de un gobierno limitado. Hay tres pensadores que desarrollaron su esencia: Adam Smith, Edmund Burke y Samuel Johnson, todos amigos entre s� (y en alg�n momento tambi�n competidores) que realizaron profundas contribuciones a la Constituci�n de los Estados Unidos de Am�rica.

Mandeville, Adam Smith y la b�squeda del inter�s propio
Antes de pasar a analizar las ideas de la Ilustraci�n, podr�a resultar �til referirnos brevemente al contexto. Una de las cuestiones fundamentales analizadas a principios del siglo XVIII, planteada en parte por la nueva libertad del sistema feudal proporcionada por el Renacimiento y la revoluci�n industrial, era determinar si la fragilidad humana con todos sus vicios deb�a permanecer sometida al antiguo esfuerzo estoico de contenci�n, o si hab�a alguna manera de canalizar la energ�a de la avaricia y la vanidad para el beneficio p�blico. Uno de los primeros y m�s influyentes aportes para reconsiderar el vicio fue realizado en 1705 no por un escoc�s, sino por un holand�s llamado Bernard de Mandeville.

El desaf�o que plantea Mandeville surgi� como un notable poema, considerado escandaloso para la �poca, publicado al comienzo de su libro La f�bula de las abejas: o Vicios privados, beneficios p�blicos. Precursor de Adam Smith, Mandeville postul� que la avaricia era un vicio privado, pero al mismo tiempo un beneficio p�blico, porque incentivaba la industria y la prosperidad econ�mica que terminaba beneficiando a todos, incluidos especialmente, a los pobres. Y es m�s, el involucramiento de la sociedad en la industria hizo posible la divisi�n del trabajo que Smith captur� m�s tarde en su concepto de la “mano invisible”. Smith nunca dio cr�dito a Mandeville (y a ninguna otra persona), pero Friedrich Hayek lo hizo, al igual que el Dr. Johnson, y quiz�s sorprendentemente, John Maynard Keynes.

Un extracto ilustrativo de la f�bula es el siguiente:

La ra�z del mal, la avaricia,
vicio maldito, perverso y pernicioso,
era esclava del derroche,
ese noble pecado; Mientras que el lujo
di� empleoa un mill�n de pobres,
y� el odioso orgullo a un mill�n m�s:
la mismaenvidia y la vanidad,
fueron ministras de la industria;
sus amadas, la tonter�a y la vanidad,
al comer,elegir mobiliario y al vestir,
convirtieron a ese extra�o y rid�culo vicio,
en la misma rueda que puso en marcha el comercio [�]
Por lo tanto, el vicio termin� d�ndole vida a la creatividad,
que unida al tiempo y a la industria,
hancreado las comodidades de la vida,
sus verdaderos placeres, el confort y los alivios,
a un nivel tan alto que los pobres de ahora
viven mejor que los ricos de ayer
�y no hay nada que se les pueda mejorar.

No hay un salto verdaderamente grande entre estas afirmaciones y una de las citas m�s famosas de Adam Smith: “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero que tendremos nuestra cena, sino gracias a la b�squeda de su propio inter�s”.

Este reconocimiento del papel de la codicia y la avaricia (aparentemente sellado por la mirada de Smith hacia las opiniones� fuertemente controvertidas de Mandeville) ha sido un blanco de las cr�ticas hacia los mercados libres desde el siglo XVIII hasta nuestros d�as, como lo demuestra la nueva perspectiva que ambos partidos pol�ticos han adoptado en los Estados Unidos acerca de la desigualdad, lo que de hecho, se ha convertido en casi una caricatura. Pero la aceptaci�n de Smith del rol incentivador de la b�squeda del propio inter�s, es tan s�lo el comienzo de la historia. El desarrollo y la conclusi�n de la referida historia es m�s interesante, m�s relevante hoy, y mucho m�s merecedor de su atenci�n.

El papel moralizante de la regla de oro
Para comenzar, podemos afirmar que la codicia no es un rasgo de personalidad especialmente atractivo. Realmente no evoca lo mejor de nuestra naturaleza. Parece adem�s contar con un rechazo total en las ense�anzas religiosas, un tema de enorme importancia en el siglo XVIII y para nada insignificante hoy en d�a. Y constituye adem�s una negaci�n de los preceptos morales a los que la mayor�a de la gente aspira, incluso aunque no vaya regularmente a la iglesia, como por ejemplo las ense�anzas centrales de la �tica judeocristiana acerca de amar a tu pr�jimo como a ti mismo, resistir la envidia y hacer a los dem�s lo que te gustar�a que te hagan a t�. Dicho de otro modo, la tesis de Mandeville contradice una de las reglas de conducta m�s universalmente aceptadas: ”lo que uno da, recibe”.

Esta falla fundamental, ciertamente no pas� desapercibida para Adam Smith. Pero nunca analiz� el tema tan directamente como su contempor�neo, ligeramente mayor, Samuel Johnson, cuyo pensamiento cala hondo en la obra de Smith. Johnson caus� una profunda impresi�n entre sus contempor�neos, y sigue siendo considerado el m�s grande ensayista moral en idioma ingl�s, m�s citado que cualquier escritor, posiblemente justo despu�s de Shakespeare. Lleg� a ser m�s adelante un astuto comentarista de temas econ�micos, esencialmente en materia de libre mercado, hecho que muchos fans de Johnson desconocen. Igualmente desconocido es el hecho que Smith empez�, al igual que Johnson, b�sicamente como profesor de ingl�s, escribiendo acerca de temas de �tica y moral. Es decir que existen importantes paralelismos entre ambos hombres.

Johnson es descripto por su bi�grafo, James Boswell, como la persona que identific� el tal�n de Aquiles de Mandeville, unos 40 o 50 a�os despu�s de realizadas sus publicaciones. Johnson admiti� libremente que Mandeville: “ampli� mucho mi visi�n sobre la vida real”. Sin embargo, rechaz� la tesis central de Mandeville de que “los vicios privados conducen a beneficios p�blicos”. La gran falacia de Mandeville, dijo Johnson est� basada en que no formul� una clara definici�n de vicio ni de beneficio. Se bas� entonces en una visi�n demasiado amplia de vicio y una visi�n demasiado estrecha de beneficio. Para Mandeville cualquier placer era considerado un vicio, algo que Johnson consideraba rid�culo ya que por ejemplo tener un� bello jard�n es un placer, pero ciertamente no es un vicio, del mismo modo que la riqueza privada no es en todos los casos un beneficio p�blico. Para Mandeville un alcoh�lico puede crear ingresos adicionales para un bar y para quien produce la cerveza, pero los da�os que �l puede causar estando alcoholizado, puede superar en gran medida a dichos beneficios. La felicidad del para�so, afirm� Johnson, consistir�a en que “la virtud y el placer sean perfectamente consistentes”. La conclusi�n de Johnson fue suscinta “est� claro que la felicidad de una sociedad depende de la virtud”.

El mayor logro de Johnson, adem�s de su diccionario en ingl�s, fueron sus consejos para reconciliar la naturaleza humana - con todas sus debilidades, tales como la codicia, la envidia y la vanidad - con las nuevas y amplias oportunidades y tentaciones desatadas por la ruptura del sistema de inmovilidad feudal y el surgimiento de la revoluci�n industrial. �C�mo hizo Johnson para reconciliar el enfoque de Mandeville en la codicia, con su confianza en la virtud?

En pocas palabras, la visi�n de Johnson - amplificada por Adam Smith en su Teor�a de los sentimientos morales, que fue la base de su obra La riqueza de las naciones - es que los seres humanos necesitan de las relaciones rec�procas, tal cual lo describe el concepto de “simpat�a” del siglo XVIII. Esto involucra a la noci�n de “espejo” en el que la gente reflexiona acerca de c�mo los dem�s podr�an reaccionar ante su comportamiento, especialmente en lo relativo a las relaciones comerciales. En el af�n de obtener simpat�a, la envidia, y la vanidad tienen un rol altamente destructivo.

El comercio � especialmente el af�n de ganar dinero - fue un tema de gran inter�s para Johnson. Nacido en la pobreza, se dedic� a escribir para ganarse la vida, y en su momento afirm�: “soy nada m�s que un ignorante que jam�s escribi�, excepto por dinero”. Fue adem�s un gran admirador del lujo, al igual que Mandeville, porque �ste proporciona enormes incentivos para el empleo general. Incluso lleg� m�s lejos al se�alar “que hay pocas formas en las que un hombre pueda ser empleado de manera mas inocente que ofreci�ndole dinero”. Sin embargo� rechaz� la noci�n de que el dinero fuera el elemento esencial de la vida. ”Obtener dinero”, dijo, ”no es todo el asunto de un hombre: cultivar la bondad es una parte valiosa del negocio de la vida”. De hecho, Johnson explic� que la clave est� en el proceso de obtenerlo: “Los vuelos naturales de la mente humana no van del placer al placer, sino de la esperanza a la esperanza”. Por lo tanto, no le fue dif�cil decir, al mismo tiempo, que una “disposici�n decente hacia los m�s pobres, es la verdadera prueba de civilizaci�n”, y que “tan peque�o es, entre todas las cosas que los corazones humanos enfrentan, esa parte que las leyes de los reyes pueden causar o curar” (importa recordar aqu� su observaci�n que "la mayor�a de los esquemas de mejora que proponen los pol�ticos son cosas verdaderamente risibles”).

Smith se bas� en las ideas de Johnson sobre la naturaleza humana para desarrollar el concepto de “espectador imparcial”, una forma de describir lo que podr�amos llamar la conciencia de una persona - una especie de ”espejo” - a medida que desarrolla relaciones comerciales y dem�s relaciones sociales. Smith cre�a que el hombre no nace con altos valores morales, sino que m�s bien los adopta como una manera de satisfacer su necesidad ilimitada de contactos sociales, lo que a cambio requer�a el desarrollo de la confianza para sobrevivir en una comunidad orientada hacia el comercio. Para Smith y para Johnson, el comercio y los mercados libres fomentan una conducta moral, promoviendo la sociabilidad y enfatizando los elementos esenciales de la Regla de Oro (haz a los dem�s lo que te gustar�a que te hagan a t�).

Capitalismo de amigos
Burke coincid�a ampliamente con los referidos an�lisis. Como se�ala Yuval Levin en su nuevo libro sobre Burke y Paine, Burke pensaba que “el lado oscuro de nuestros sentimientos no es mitigado por la raz�n pura, sino por los sentimientos m�s ben�volos. No podemos ser juzgados simplemente por nuestros vicios, ya que podemos ser disuadidos de satisfacerlos, a trav�s de la confianza y el amor que se desarrolla entre los vecinos, de los h�bitos profundamente arraigados de orden y� paz, y el orgullo hacia nuestra comunidad o pa�s”.

Cuanto m�s comercio haya, mejor ser� nuestra conducta, siempre y cuando se establezcan reglas claras para contrarrestar el abuso de los actores econ�micos m�s poderosos (lo que hoy en d�a llaman en los Estados Unidos “demasiado grandes para fallar”) que tratan de capturar la maquinaria del gobierno para ponerla al servicio de su propio inter�s privado.

La peor pesadilla de Smith fue la monopolizaci�n del comercio impulsada por el gobierno. �l sent�a que un gobierno sobredimensionado (lo que hoy se conoce como “capitalismo de amigos” o capitalismo crony) era una fuente de corrupci�n e interferencia de los beneficios del comercio justo, que depend�an del deseo del hombre de tener relaciones de mutuo beneficio y la igualdad de oportunidades. Los estudios demuestran que las comunidades con grandes relaciones comerciales con socios del exterior, muestran una conducta moral superior que las comunidades orientadas hacia un comercio limitado al interior. Por otra parte, el favoritismo del capitalismo de amigos (la selecci�n de qui�nes ganan y quienes pierden) no hace ning�n favor ni a los m�s pobres ni a los ca�dos en desgracia.

Por ejemplo, muy pocos bancos hipotecarios se permitir�an poner, a sabiendas, a una familia en una casa que saben que no podr�n pagar, por dos razones claras. En primer lugar, el banquero podr�a no obtener los beneficios buscados; y en segundo lugar, el banquero podr�a tener que cruzarse seguido con esa familia, sus vecinos y amigos, en la iglesia o en el supermercado. Pero si el gobierno (digamos por ejemplo Fannie Mae trabajando con Countrywide) retira ansiosamente al banquero de la relaci�n, asegur�ndole una buena ganancia pase lo que pase, �qui�n se atrever� a decirle que no a dicha familia? Bueno, deber�an hacerlo los contribuyentes, ya que los estudios demuestran que los pr�stamos individualizados o “personales” (tambi�n conocidos como “prestamos de relaci�n”) son m�s confiables que los grandes pr�stamos bancarios solicitados por Fannie Mae, el mayor prestamista del gobierno, hoy en d�a solicitados por la Oficina de Protecci�n de Finanzas del Consumidor.

Alan Greenspan, en su libro m�s reciente, considera que la confianza de Smith en el propio inter�s es defectuosa, porque esa visi�n, combinada con la divisi�n del trabajo, postula un sistema autorregulado que no necesita de la supervisi�n gubernamental. Pero esa no era la visi�n completa de Smith. Siempre le preocup� que las grandes empresas capturaran al gobierno a cambio de alg�n favor especial, y consider� que el gobierno juega un papel crucial impidiendo los monopolios naturales y las interferencias antinaturales contra el libre comercio. Una vez afirm� que “el gobierno en manos de una empresa de comerciantes, es quiz�s, el peor de todos los gobiernos, sea para el pa�s que sea”, por lo que el gobierno debe tener un papel regulador, preservando la igualdad de oportunidades, evitando la creaci�n de monopolios, y protegiendo la propiedad privada.

La destrucci�n de la envidia
El ex presidente Obama lanza todos los an�lisis descriptos por la borda, argumentando que hoy en d�a “preservar nuestras libertades individuales requiere en �ltima instancia de una acci�n colectiva”. En su opini�n, aquellos individuos que persiguen sus propios talentos y sue�os junto a otros individuos, buscando as� satisfacer sus propias necesidades - la divisi�n del trabajo en un enorme mercado -, no pueden capacitar a los maestros ni construir carreteras, redes o laboratorios. Debemos entonces someternos a una acci�n colectiva, “juntos” como “pueblo”, bajo las �rdenes del gobierno. Seg�n Obama debemos olvidarnos entonces de la divisi�n del trabajo y de la fuerza moralizadora de las personas que construyen su prestigio a trav�s de relaciones rec�procas en un mercado libre protegido de la corrupci�n de los intereses especiales. Una de las caracter�sticas m�s importantes de la idea de gobierno limitado que existe en los Estados Unidos de Am�rica es su alto nivel de voluntariado, tal como lo describi� por primera vez Alexis de Tocqueville hace casi 200 a�os. Ese esp�ritu sigue vivo, y es un concepto que fue descripto y revitalizado por el presidente George H. W. Bush como los “1.000 puntos de luz”, que constituyen las organizaciones comunitarias privadas que �l describi� como esenciales para preservar nuestra libertad. Pese a que Obama dijo estar de acuerdo con dicho sentimiento acerca de la libertad durante su discurso en el 20 aniversario del evento Points of Light en College Station, Texas, hoy en d�a al voluntariado le cuesta much�simo competir con el rol expansivo del gobierno previsto por los progresistas. El mejor ejemplo de esto es Europa, que pr�cticamente no tiene tradici�n filantr�pica privada, escaso est�mulo para la iniciativa empresarial, y una enorme dependencia del gobierno para los servicios comunitarios.

De este modo, puede decirse que el objetivo de Obama constituye nada m�s ni nada menos que una completa tergiversaci�n del tel�n de fondo que nuestra Constituci�n hered� de los arquitectos de la Ilustraci�n escocesa: su visi�n de la naturaleza humana, as� como un modelo econ�mico que ha revolucionado los est�ndares de vida y las oportunidades en todo el mundo. En su segundo discurso inaugural, Obama asegur� que los grandes programas gubernamentales “no debilitan nuestra iniciativa”, sino que “nos liberan para asumir los riesgos de lograr que este pa�s sea grande”. Pero sin ning�n tipo de l�mite, inevitablemente el gobierno socavar� la iniciativa porque no habr� dinero para emprender y no habr� riesgos para que los individuos tomen, dejando tras de s� un mundo colectivista de capitalismo de amigos,� y en el que no habr� caridad para nadie.

Durante las presidencias de Obama, el gobierno hizo todo lo posible para intervenir y perturbar las transacciones privadas a trav�s de la promulgaci�n de miles de p�ginas de regulaciones acerca de todo lo que le fue posible, desde la atenci�n m�dica hasta los servicios financieros. En su �ltimo discurso sobre el Estado de la Uni�n afirm�: “Esto es lo que la mayor�a de los norteamericanos quieren, que todos los que estamos hoy en el Congreso nos enfoquemos en sus vidas”. La creaci�n de enormes y nuevos bur�cratas irresponsables que emiten regulaciones masivas para corregir los errores de otros enormes bur�cratas, no es lo que los redactores de nuestra Constituci�n ten�an en mente cuando impusieron la separaci�n de poderes para limitar el tama�o del gobierno y garantizar la libertad de mercado para los individuos.

Adam Smith celebr� el papel de la ambici�n e incluso de la avaricia a la hora de crear riqueza a trav�s de la mano invisible, pero tambi�n describi� bien el papel cr�tico que el gobierno desempe�a al proporcionar beneficios no mercantiles, tales como el estado de Derecho de la sociedad civil, la protecci�n contra los monopolios y contra el capitalismo de amigos, y, s�, incluso los impuestos progresivos para pagar estas obligaciones gubernamentales que los individuos no pueden proporcionar a los suyos.

Lo que Johnson aport� fue su visi�n acerca de la necesidad de los individuos de moderar su insaciable ambici�n, vanidad y envidia. Tanto Smith como Johnson vieron un doble papel del gobierno: por un lado, reforzar el respeto que la comunidad tenga de la Regla de Oro, mientras que por el otro lado, la prohibici�n de los ciudadanos de utilizar al gobierno para fines privados. De ah� la idea de enfrentar “la ambici�n del af�n de lucro contra la ambici�n de poder”, a trav�s de la separaci�n de poderes, el federalismo y otras barreras constitucionales a la concentraci�n de poder, as� como la protecci�n del libre mercado, la competencia y la propiedad intelectual y los derechos de propiedad reales, con el objetivo de fomentar tantas oportunidades como sea posible.

Johnson nos advirti� acerca de la envidia, que el ex presidente Obama se mostr� decidido a explotar, aunque sea la m�s destructiva de todas las debilidades humanas. Se dice que el juez Roberts relee cada nuevo a�o el poema de Samuel Johnson “La vanidad de los deseos humanos”, en el que Johnson ense�a c�mo domesticar la envidia y las tentaciones de los mercados sin perder sus poderosos incentivos para hacer el bien. 

En su estudio acerca la envidia, Helmut Schoeck afirma: “La �nica actividad que nos libera de la envidia es aquella que nos llena de impulsos nuevos y diferentes, sentimientos y pensamientos que para ser de ayuda, deben reafirmar el valor, ser din�micos y con visi�n de futuro. Para muchos, el deseo de superar su envidia puede haber sido un verdadero incentivo para alcanzar logros positivos, y por lo tanto habr�n dado lugar a la satisfacci�n por lo logrado”.

El intento del ex presidente Obama de promover la envidia y el resentimiento es verdaderamente vergonzoso, y si verdaderamente hemos logrado aprender algo de la historia, veremos que finalmente fracasar�.

La naturaleza humana y nuestra Constituci�n
�Qu� significancia tiene todo lo dicho en t�rminos pr�cticos y pol�ticos? Los Republicanos deber�an considerar reprimir el uso del concepto “demasiado grandes para fallar” y dem�s manifestaciones del capitalismo de amigos, tales como el complejo militar-industrial-parlamentario (que fue el t�rmino originalmente usado por Eisenhower); el seguro y el sistema de salud dominado por PhRMA (que ha logrado muchas cosas, excepto eliminar la competencia); la monopolizaci�n sindical de la ense�anza primaria y secundaria en detrimento del respeto de las preferencias individuales y claro elemento destructor de la competencia; y, por �ltimo, la puerta giratoria entre un gobierno ilimitado y las grandes empresas que hacen posible todo esto. Los conservadores deber�an apoyar una mayor firma de acuerdos de libre comercio, una reforma migratoria apuntada a maximizar las posibilidades de que los mayores talentos migren hacia las mejores oportunidades, la desregulaci�n y la creaci�n de la igualdad de oportunidades, decisiones que crear�an posibilidades para muchos individuos. La soluci�n a la desigualdad consiste en igualar las oportunidades educativas dando a los padres una verdadera opci�n libre para maximizar tanto la competencia como la capacidad de los mercados para crear crecimiento econ�mico.

La envidia, por el contrario, es destructiva de todo lo que sustenta el sue�o americano. Requiere una enorme interferencia de un gobierno ilimitado para su satisfacci�n, destruye las relaciones sociales y de mutuo beneficio que son esenciales para el funcionamiento del libre mercado, socava el estado de derecho, y en �ltima instancia torna in�tiles todos los esfuerzos voluntarios del sector privado para crear una “provisi�n decente para los pobres.” La b�squeda de la satisfacci�n de los intereses propios como punto de partida no implica lo contrario. El inter�s propio, como todo elemento que forma parte de la naturaleza humana, depende de la aceptaci�n de la Regla de Oro, para que exista en la comunidad una confianza sostenida en la promoci�n del desarrollo del comercio. La envidia y la lucha de clases, por el contrario, implican que cada hombre y cada grupo por s� mismos, intenten controlar partes cada vez m�s grandes de la maquinaria gubernamental para que prevalezcan sus intereses especiales con el objetivo de obtener alguna ventaja. 

Conservadores modernos tales como Russell Kirk, han elogiado las contribuciones de Burke, Johnson y Smith (descriptos por Kirk como “los tres pilares del orden”) al reconocer la importancia de la autocontenci�n: “Burke, Johnson y Smith, cada uno por su lado, describieron aquellas creencias e instituciones que mantienen una tensi�n ben�fica entre el orden y la libertad. Fueron pilares de lo que Burke llama “‘este mundo de raz�n, orden, paz, virtud y fecunda penitencia”.

Nuestra Constituci�n encapsula estos aspectos de la naturaleza humana que a veces se enfrentan con la estructura b�sica del federalismo y la separaci�n de poderes; capitaliza en la noci�n de enfrentar “la ambici�n de lucrar contra la ambici�n de poder” del gobierno para mantenerlos contenidos.

Al comienzo de su carrera, Oliver Wendell Holmes no vi� ninguna conexi�n entre nuestra Constituci�n, las lecciones de la Ilustraci�n escocesa y las ideas de Adam Smith. A pesar de las muchas referencias a los s�lidos fundamentos sobre los que se basan los mercados libres descriptos en la Constituci�n, tales como el sistema de patentes, la protecci�n de los contratos, y la igual protecci�n ante la ley, Holmes afirm� en su famosa disidencia de 1905 en el caso Lochner que nuestra Constituci�n no encarnaba ninguna teor�a econ�mica en particular: “as� fuera de paternalismo y de la relaci�n org�nica del ciudadano con el Estado, o de libertad”.

M�s de una d�cada despu�s, pareciera que Holmes cambi� de opini�n. Luego de mucho cabildeo por parte de sus amigos externos en relaci�n� a casos de libertad de expresi�n ocasionados en parte por la Primera Guerra Mundial, Holmes no estuvo de acuerdo en el caso Abrams(que sus ideas del pasado habr�an apoyado) al afirmar que “el bien �ltimo deseado es alcanzado de mejor manera a trav�s del libre intercambio de ideas”. Explic� que “la mejor prueba de la verdad es el poder del pensamiento para hacerse aceptar en la competencia del mercado, y que la verdad es la �nica base sobre la cual los deseos [del hombre] pueden ser llevados a cabo con seguridad”. Hay personas que no ven ninguna contradicci�n entre las afirmaciones que Holmes realiz� en el caso Lochner y en el caso Abrams con respecto a su opini�n sobre la �relaci�n entre el libre mercado y nuestra Constituci�n. Pero resulta dif�cil no percatarse de su clara interpretaci�n de nuestra Constituci�n, en la que se prefiere la libre competencia y no el paternalismo.

Por lo tanto, el libre mercado y la competencia han sido reivindicados como los enfoques centrales de nuestra Constituci�n. Si es as�, la izquierda progresista no s�lo ha estado socavando nuestro documento fundador, sino que adem�s ha estado poniendo en peligro nuestra herencia intelectual y cultural.