Muchos se quejan de la falta de cambio y, en cierto sentido, tienen razón: mucho es lo que debe cambiar para, tanto en lo político, como en lo económico, terminar de poner la casa en orden y conseguir gobiernos más eficaces y honestos, y una economía con mayor crecimiento, más empleos y mejores ingresos. Sin embargo, lo que falta por hacer no debe ser causa para dejar de ver lo que ya se ha hecho, tanto en lo económico, como en lo político, y buen botón de muestra son el Banco de México y el Instituto Federal Electoral, instituciones, no del gobierno, sino del Estado, autónomo el primero y ciudadanizado el segundo. La autonomía del banco central, así como la ciudadanización del instituto electoral, son, sin lugar a dudas, dos de los cambios más importantes registrados en nuestro país en los últimos tiempos, cambios que nosotros, los ciudadanos, debemos defender, si fuera necesario, a capa y espada, aunque siempre es mejor hacerlo a pluma e ideas. ¿Pero qué sucede, ¡nunca faltan!, con quienes, por las razones que se quieran, no entienden las ideas expresadas por medio de la pluma?

Un derecho de todo consumidor y ahorrador es la preservación del poder adquisitivo de su dinero o, dicho de otra manera, de la cantidad de bienes y servicios que puede adquirir con su trabajo, mismo que, por lo general, se paga de manera dineraria, preservando su capacidad para adquirir mercancías en la medida en la que el dinero mantiene su poder de compra, para lo cual se requiere, no de manera única, pero sí indispensable, de la autonomía del banco central, la cual supone que el Gobierno Federal no puede obligar a las autoridades monetarias a emitir dinero y dárselo para que lo gaste, cancelándose así la posibilidad de una excesiva emisión de dinero, causa de la inflación, es decir, de la pérdida del poder adquisitivo de nuestro dinero.

Al reflexionar sobre el tema hay que tener presente que el medio indispensable para potenciar (por medio del ahorro, la inversión y el comercio) la economía es una moneda sana y fuerte, que mantenga la estabilidad de precios y preserve el poder adquisitivo de consumidores y ahorradores. ¿Cómo se consigue? Con un banco central autónomo, como ya lo es el Banco de México. Los resultados están a la vista: hoy la inflación en México es 3.2 por ciento, misma que corresponde a una situación de estabilidad monetaria, que beneficia más a quienes menos tienen.

Pasando a lo político: el primer derecho de cualquier gobernado es elegir a quien lo gobierne, lo cual se logra en la medida en la que el sufragio es efectivo, para lo cual se requiere de instituciones electorales independientes del gobierno en turno y de los partidos políticos. Se requiere, en pocas palabras, de instituciones electorales ciudadanizadas, tal y como es el caso de Instituto Federal Electoral, sin olvidar las leyes y los procesos electorales, que nos garantizan el sufragio efectivo, tal y como ya sucede en México.

Hasta el cansancio se ha explicado cómo se organizaron y llevaron a cabo las elecciones del pasado 2 de julio, y cada uno de los electores, en el momento en el que votamos, nos dimos cuenta de la manera en la que se realizó el proceso, en el cual pudo haber habido errores, pero nunca un fraude capaz de arrebatarle el triunfo a uno de los candidatos. Hay que insistir: cada voto fue contado por ciudadanos, conteo que fue avalado, con su firma impresa en el acta correspondiente, por representantes de los partidos políticos, conteo y aval que hoy es puesto en duda por uno de los candidatos perdedores.

Los cambios pendientes no deben ser causa para ignorar los cambios ya hechos, como lo son el Banco de México autónomo y el Instituto Federal Electoral ciudadanizado, instituciones del Estado mexicano concebidas correctamente, que han dado resultado: estabilidad monetaria y elecciones limpias y transparentes. No hay que olvidar que, en un tiempo no muy lejano, las elecciones no eran ni limpias ni transparentes, y la inflación perjudicaba, sobre todo, a quienes menos tienen. Hoy nada de ello sucede.