Acaba de morir el gran historiador inglés Robert Conquest cuyos libros revelaron de manera indubitable la magnitud de los crímenes cometidos por José Stalin entre 1936 y 1938 contra millones de rusos inocentes, y la hambruna provocada por sus políticas de exterminio en Ucrania entre 1930 y 1933.
La última década del siglo pasado y la primera del XXI, confirman que Margaret Thatcher tuvo razón al reducir el capitalismo de estado y fomentar lo que llamó “capitalismo popular”.
Junto con Reagan, Thatcher ayudó a la implosión de la Unión Soviética al exhibir las ventajas civilizadoras de la libertad; siempre bajo la convicción de que quien sostenía sus principios, nada tenía que temer del comunismo ruso. Si ésa no es una figura histórica grandiosa, no sé qué pueda ser.
El liberalismo, más que una cuestión de eficacia, es una cuestión de principios, con la ventaja de que, sobre todo en el campo de la economía, el respeto a los principios es lo más eficaz.
Las causas del poder en los gobiernos expansivos son demasiado importantes para la clase de perfectos idiotas mundiales, de ellas depende su sobrevivencia, su vida misma.
Los logros de Thatcher como estadista excepcional tienen pocos paralelos en la historia y geografía universales pues son muy escasos los dirigentes que hayan logrado algo comparable a revertir la expansión del corrosivo socialismo estatizante.
Independientemente de que nunca se han llevado a cabo las reformas estructurales necesarias para el enraizamiento del concepto liberal, sí podemos establecer un común denominador de los principales errores y omisiones cometidos por los neoliberales de nuestros países.
¿Son las mañaneras del presidente López Obrador propaganda gubernamental y como tal debe ser suspendida su transmisión íntegra, o ello sería un acto de censura por parte del INE?