La pregunta la hice a dos colegas, doctores en Derecho, profesores de la Universidad Panamericana: “En el caso de Osama Bin Laden, ¿se hizo justicia o se le asesinó?”. La respuesta fue rápida y coincidente.
Un columnista de The New York Times (NYT) escribió que la clase política estadounidense suele ser “decente en privado y corrompida en público”. Aunque parece una descripción acertada, es una contradicción: Alguien que es incapaz de sostener en público lo que dice en privado no merece calificarse como decente.
Por dos razones el sentido común es caro: Porque es valioso en sí mismo y porque cada día parece más escaso. Tal vez podremos recuperarlo si buscamos cuáles son los principios básicos de lo que un gran teólogo del siglo XX llamó “la filosofía rudimentaria del ser”.