¿Ha sabido usted de alguna reunión oficial iberoamericana o latinoamericana que haya servido para algo? Ninguna, a pesar de lo rimbombantes y frecuentes que son, y de lo que nos cuestan. Deberían clausurarlas para siempre y que nos devuelvan la plata, el caviar, los aviones, autos y viáticos, en vez de seguir quedándose con ellos para siempre, en una suerte de renta ética vitalicia.