La ausencia de marcos institucionales preestablecidos no puede ser excusa para que las personas no se puedan entender a partir de un entorno de confianza y responsabilidad compartida que permita sacar al país del hoyo. Cualquier otra cosa constituye una irresponsabilidad supina.
No hemos logrado los acuerdos más básicos ni existe el deseo de cambiar y transformarnos, de una vez por todas. Eso crea un entorno propicio a la frustración, al abuso y la corrupción. Todo porque no existe la disposición de adoptar una agenda que todos ofrecen pero nadie cumple.