Más de uno (periodistas, analistas, politólogos, economistas, empresarios, académicos) ha señalado que, de no llegar AMLO a la Presidencia de la República, lo cual parece poco probable, deberá rescatarse su propuesta principal, sintetizada en la afirmación “Primero los pobres”. Por ejemplo, en serie de artículos publicados en Reforma, titulados Los idus de julio, Carlos Fuentes afirma que “a Felipe Calderón le correspondería hacer suya buena parte del programa social de López Obrador”, y que “las propuestas de la Izquierda no pueden ser olvidadas en lo que sería una presidencia calderonista desamparada en la soledad de un partido heredero de una presidencia paralítica”, y termina afirmando que “aunque AMLO desaparezca, su programa y los reclamos que el programa incorpora, seguirán allí, (ya que) no son postulados que dependan de un candidato, por carismático que este sea, (siendo) el articulado de un movimiento social que rebasa y debe continuar rebasando a su líder para incorporarse a la vida pública mexicana. El programa suscitado por AMLO estará desde ahora presente como parte de una esperanza...”. ¿Y cuál es la esencia de ese programa? Primero los pobres.

La primera pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿el programa de AMLO a favor de los pobres, poniéndolos en primer lugar, es original? ¿Nunca antes de AMLO alguien propuso, como parte principal (que no única, ya que no lo puede ser, ni en un programa de gobierno, ni en la tarea de gobernar) la lucha contra la pobreza? Los gobiernos, desde Lázaro Cárdenas hasta Vicente Fox, ¿no hicieron nada a favor de los pobres? Y los programas de gobierno de Calderón y Madrazo, Mercado y Campa, ¿no contienen propuestas a favor de los pobres? Claro que sí. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre estos programas y el de AMLO? Entre otras, que López Obrador acuñó la frase Primero los pobres, en torno a la cual giró su campaña.

Llegados a este punto no hay que olvidar que una cosa es acuñar frases atractivas, sobre todo desde el punto de vista electoral, como lo es Primero los pobres, y otra muy distinta, sobre todo a través de políticas públicas, esencialmente redistributivas, ir eliminando la pobreza. Lo que escuchamos, de parte de los cinco candidatos, a lo largo de la campaña electoral, a favor de los pobres, es, más o menos, lo mismo que escuchamos hace seis, doce, dieciocho, veinticuatro y treinta años, a lo largo de las cinco anteriores campañas electorales. ¿No se practicaron, en los sexenios de Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo y Fox, políticas sociales a favor de los pobres y en contra de la pobreza? Claro que sí, tal y como se ha hecho, para no irnos muy atrás en la historia, desde la administración cardenista (1934 – 1940) hasta hoy. ¿Cuáles han sido los resultados? Según datos oficiales, en el 2004 el 47.0 por ciento de la población sobrevivía en la pobreza, incapaz de generar un ingreso suficiente para satisfacer las necesidades de alimentación, atención médica, educación, vestido y calzado, transporte público. Sin ignorar lo que se ha hecho (el programa Oportunidades, en los últimos años), y los resultados obtenidos (entre el 2000 y el 2004 el número de pobres se redujo 12.5 por ciento, habiendo pasado del 53.7 al 47.0 por ciento de la población), resalta lo que falta por hacer, algo que reconocieron todos los candidatos, no solamente AMLO. Para no ir muy lejos: Calderón, hasta el momento el candidato con más votos obtenidos, presentó la propuesta Superación de la pobreza, centrada en “lograr la igualdad de oportunidades para el desarrollo social y humano”. ¿Existe alguna diferencia esencial con la propuesta de AMLO? Es más, ¿puede existir dado que se trata de políticas públicas redistributivas?

La propuesta a favor de los pobres (más allá de la frase Primero los pobres) no fue, ni original (a favor de los pobres han actuado, más o menos eficazmente, más menos que más, todos los gobiernos) ni exclusiva (todos los candidatos tuvieron propuestas al respecto) de AMLO, por lo que la petición de muchos, entre ellos Fuentes, de incorporarla a las tareas del gobierno, independientemente de quién vaya a ser declarado presidente electo, no tiene mucho sentido. ¿O sí?