En términos generales, de 1982 a la fecha, a lo largo de veinticinco años y medio, poco más de un cuarto de siglo, el crecimiento de la economía mexicana ha dejado mucho que desear. En la materia los resultados han sido mediocres: hubo años buenos, seguidos de años malos; lo ganado en los primeros se perdió en los segundos, y el resultado final ha sido ese: la mediocridad. De enero de 1982, año en el cual perdimos el crecimiento elevado y sostenido, a junio del 2006, fecha para lo cual no lo habíamos recuperado, el crecimiento promedio anual de la economía mexicana fue 2.3 por ciento. En ese período, en materia de crecimiento, el peor año fue 1995, con un decrecimiento en la producción de bienes y servicios de 6.2 por ciento, y el mejor fue 1997, con un crecimiento de 6.8 puntos porcentuales.

Para darnos una idea de lo significa un crecimiento promedio anual, en la producción de bienes y servicios, en los últimos veinticinco años y medio, del 2.3 por ciento, comparémoslo con la tasa promedio de crecimiento de la población para el mismo período, y calculemos el incremento, promedio anual, de la producción de bienes y servicios por habitante, que es, dicho sea de paso, la manera correcta de medir el crecimiento de la economía: en términos per capita. ¿Cuál fue la tasa promedio de crecimiento de la población para el periodo considerado? 1.8 por ciento. ¿Cuál fue, entonces, el crecimiento, en promedio al año, de la producción de bienes y servicios por habitante? Medio punto porcentual (2.3 menos 1.8). ¿Mucho o poco?

Para responder la última pregunta veamos cuál fue el incremento, promedio anual, de la producción de bienes y servicios por habitante, en la época de oro de la economía, en los tiempos del Desarrollo Estabilizador, de mediados de los cincuenta a finales de los sesenta del siglo XX. En aquellos años, el crecimiento promedio anual de la producción de mercancías fue 6.7 por ciento, y la tasa promedio de crecimiento demográfico, al año, se ubicó en 3.2 puntos porcentuales. ¿Cuál fue el incremento, promedio anual, de la producción de bienes y servicios por habitante durante el Desarrollo Estabilizador? Tres y medio puntos porcentuales (6.7 menos 3.2), ¡siete veces más que la registrada de 1982 a la fecha!

Es cierto: en los últimos meses hemos visto un repunte, importante, en la tasa de crecimiento de la economía: si en el último trimestre del 2005 la producción de bienes y servicios creció, en términos anuales, 2.7 por ciento, en el primer y segundo trimestre de este año lo hizo al 5.5 y 4.7 por ciento, respectivamente, lográndose así, para el primer semestre del año, un crecimiento, en términos anuales, de 5.1 puntos porcentuales, el mayor para cualquiera de los semestres transcurridos de la administración foxista.

Hemos retomado, en lo que va del 2006, el crecimiento elevado – 5.1 por ciento entre enero y junio -, si bien es cierto que todavía lejos del mítico siete por ciento (¿de dónde salió?, ¿a quién se le ocurrió?, ¿por qué no seis u ocho?). Pero la pregunta que queda sin respuesta es si además del crecimiento elevado hemos retomado el crecimiento elevado y sostenido. Porque el reto es doble: crecer a tasa elevadas y sostenidas, tal y como lo hicimos durante los años del Desarrollo Estabilizador, a lo largo de la época de oro de la economía mexicana, que algunos bautizaron como los tiempos del milagro económico mexicano, debiendo aclarar que los buenos resultados en materia de economía no son producto de algún milagro, sino de buenas políticas económicas, que mantengan la estabilidad monetaria; de un marco institucional adecuado, que reconozca, defina y garantice los derechos a la libertad y a la propiedad, y por lo tanto promueva la competencia; de inversiones directas suficientes, que generen riqueza, empleos e ingresos, y de mano de obra bien educada y capacitada, preparada para aprovechar las inversiones. En México ya contamos con lo primero, falta, en mayor o menor medida, lo segundo, lo tercero y lo cuarto, faltando lo segundo en todo el país, y lo tercero y lo cuarto, sobre todo, en las regiones más pobres, en las cuales el reto es enorme.