Viene el último y complicado trecho del mandato de Vicente Fox. Serán tres largos meses en los que los personajes centrales de la transición, el propio Presidente en funciones y el que fue electo democráticamente, quién será reconocido a más tardar pasado mañana por el Tribunal Electoral, tendrán que actuar con talento, prudencia y firmeza.

Como ya nos tiene acostumbrados, el demagogo delirante siguió subiendo el tono de sus desvaríos al berrear la amenaza que sirve de título a este texto. Quienes siguen sin entender hasta dónde está dispuesto a llegar López Obrador no tienen sino que ver sus declaraciones.

Salvo por un breve lapso en la campaña, en el que seguramente atendiendo la recomendación de sus asesores intentó moderar su discurso radical, con poco éxito por cierto, para atraer a votantes del centro ideológico que pudieron haberlo elegido, siempre ha bastado con leer los dislates de AMLO para saber qué pretende hacer y cómo lo intentará alcanzar.

En estos momentos a López Obrador no le importa mostrar su talante autoritario ni su desquiciamiento mesiánico porque el juego electoral y el hipócrita discurso democrático e institucional, han quedado para siempre atrás. Él pretende ahora apoderarse del poder como sea y lo intentará por cualquier medio, para lo que cuenta con el pasmo y la inacción de la autoridad.

Entre las instituciones que está dispuesto a mandar al diablo como lo chilló el viernes pasado, está el partido que lo postuló como candidato presidencial y que nunca le ha interesado sino como el vehículo necesario para llegar al poder.

Sin embargo, los partidos políticos tienen “la obligación de observar la Constitución y de respetar las leyes e instituciones que de ella emanen.” Al violar este ordenamiento se puede, y yo creo que se debe, solicitar ante el IFE la cancelación del registro del PRD.

Es pues importante que las autoridades políticas del país –actuales y futuras- establezcan puentes con perredistas que antepongan la sobrevivencia de su partido como prioridad, y que no pueden estar de acuerdo con su inmolación en el altar de la arrogancia del demagogo delirante.

Otra institución de la democracia que AMLO considera inútil salvo como caja de resonancia para sus desvaríos, es el Congreso de la Unión dónde el viernes pasado los perredistas, acatando sus instrucciones, hicieron puntualmente su escándalo para impedir la lectura del informe presidencial.

En estas circunstancias, es indispensable montar una cruzada en defensa de nuestras leyes e instituciones republicanas, con las que López Obrador quiere acabar, pero como se quedó corto para hacerlo desde dentro como era su intención de haber sido elegido Presidente, lo intentará desde fuera.

Es necesario organizar a la gran mayoría de los ciudadanos que rechaza las amenazas de AMLO y sus llamados a la violencia, incluidos los perredistas interesados en salvar a su partido, a defender las leyes e instituciones del país, lo que requiere de una bien pensada estrategia de convocatoria a la ciudadanía tanto de las autoridades actuales como del próximo gobierno legítimo.

Ello es preciso pues los mexicanos que vemos con creciente horror y hastío el asalto al poder del demagogo y sus secuaces y, salvo debatir hasta la saciedad la situación, no sabemos cómo proceder para hacer sentir nuestro ferviente deseo y disposición de pasar la hoja y dejar la pesadilla atrás.

No debe quedar la menor duda que López Obrador y demás delincuentes que lo rodean llegarán a cualquier extremo para impedir que el siguiente gobierno legítimamente electo se haga cargo de su responsabilidad, por lo que más vale que Fox y Calderón tengan claros los medios para neutralizarlos y la convocatoria para que la mayoría silenciosa los apoye.