El próximo gobierno tiene muy poco que rescatar de las propuestas de campaña del PRD para buscar un México mejor.
Hay quienes piensan que el aumento
de la votación del PRD fue debida a programas que calaron entre la mayoría de
los mexicanos; por lo que consideran necesario incorporarlos en la agenda
nacional para sacar al país adelante. Partir de esas premisas es desconocer las
verdaderas causas del avance perredista, que
apuntaron más a las características y proyección personal de un candidato que a
un programa.
Al analizar los 50 puntos del
programa del candidato del PRD, no vislumbramos ningún cambio concreto, nuevo y
trascendente que signifique un avance en la economía o una mejora de las
instituciones democráticas. La mayor parte de los seis años de campaña
presidencial del PRD estuvieron basadas en afirmaciones generales “lucha contra
la corrupción”, “primero los pobres”, “acabar con los privilegios” y en una
constante descalificación a personas e instituciones: tachar de traidor a
Fox, de entreguista al presidente de
Aparte de la política de otorgar una
pensión a los ciudadanos de la tercera edad que, con un análisis de
identificación de ingresos y de destinatarios, puede ser parte de la agenda del
próximo gobierno, hay poco nuevo que se pueda tomar de las propuestas de
campaña del PRD para buscar un México mejor. Su propuesta económica consiste
fundamentalmente en oponerse a la apertura eléctrica y energética, es decir,
dejar esos sectores como están, sin competencia interna, como solamente
funcionan en Corea del Norte y en México.
Económicamente hablando es difícil
identificar alguna propuesta concreta en el discurso del ex candidato perredista más o menos viable para mejorar la
competitividad, crear más empleos e incentivar el crecimiento. Combatir la
pobreza está en la agenda de todos los candidatos, la diferencia es cómo se va
instrumentar. Habló de terminar con los privilegios en una forma
abstracta, pero contradice ese objetivo la decisión de mantener los
privilegios monopólicos del Estado y de los gremios que dominan esos sectores.
El proyecto perredista
de campaña fue caudillista, como lo fue el leninista o lo es actualmente el
castrista o el chavista, apoyados en un líder, más
que en instituciones o programas. Sin su caudillo, muchos perredistas
sienten que tienen poco que ofrecer, pero menos tendrán si sus legisladores se niegan
al diálogo y a los acuerdos.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.