El principal obstáculo para la buena marcha de la economía lo encontramos en el capítulo económico de la Constitución, artículos 25 al 28, principalmente, mismo que está plagado, desde el punto de vista de la ciencia económica, de errores y, desde el punto de vista de la lógica, de contradicciones. Pongo un ejemplo de esto último.

En el último párrafo del artículo 27 se afirma que “la ley alentará y protegerá la actividad económica que realicen los particulares...”, lo cual parece correcto: ¡qué mejor que la ley aliente y proteja las actividades económicas de los particulares! Sin embargo, de entrada, hay una contradicción, ya que en la medida en la que la ley proteja las actividades económicas de los particulares las desalentará, y viceversa: en la medida en la que las aliente las desprotegerá. Entonces, la ley, ¿qué debe hacer: alentar o proteger? Alentar. Me explico.

¿De qué manera puede alentar la ley la actividad económica de los particulares? Garantizando la libertad para emprender y consumir; garantizando la propiedad privada sobre los ingresos, el patrimonio y los medios de producción, y, ¡¡¡muy importante!!!, garantizando la competencia. ¿De qué se trata? De las tres garantías indispensables para el progreso económico.

¿De qué manera puede la ley proteger la actividad económica de los particulares? Para responder esta pregunta hay que plantear, previamente, esta otra: ¿de qué, o de quiénes, se puede proteger la actividad económica de los particulares? La respuesta más socorrida, sobre todo de parte de los mismos particulares, es: de la competencia y los competidores, lo cual se logra en la medida en la que, por ley, el gobierno le otorga a algún particular el privilegio de un monopolio, lo cual lo mantiene al margen de la competencia. ¿De qué forma puede la ley proteger la actividad económica de los particulares? Limitando o eliminando la competencia.

La contradicción es evidente. Para alentar, de manera correcta, la actividad económica de  los particulares, se necesita, además de la libertad y la propiedad, de la competencia. Pero para proteger la actividad económica de los particulares la ley debe limitar o eliminar esta última. Entonces, ¿qué debe hacer la ley? ¿Alentar o proteger? Alentar, sobre todo desde el punto de vista del consumidor.

No olvidemos lo que dijo Bastiat: “Todos los fenómenos económicos deben ser juzgados por las ventajas o desventajas que brindan al consumidor”, a quien, con relación a la oferta de mercancías, lo que más le conviene es mayor cantidad, menor precio y mejor calidad. ¿Cómo se logra todo esto? Por medio de la competencia, que alienta al productor y beneficia al consumidor.

No olvidemos, tampoco, que la actividad económica de los particulares no se limita a la producción, ya que incluye al consumo, que es la actividad económica terminal: la producción es un medio, el consumo es el fin. ¿Y qué es lo que más beneficia al consumidor? La competencia entre oferentes. ¿Y qué es lo que la competencia hace con los oferentes? Los alienta, ¿a qué?, a ser más competitivos. ¿En beneficio de quiénes? De los consumidores, pero también de ellos mismos.

¿De qué manera debe quedar redactado el último párrafo del artículo 27 constitucional, suponiendo que exista la voluntad para corregirlo? De la siguiente: “La ley alentará, garantizando libertad, propiedad y competencia, la actividad económica de los particulares, evitando a toda costa, sobre todo en beneficio del consumidor, otorgar privilegios monopólicos a los productores”.