En primer lugar hay que considerar que no puede haber progreso económico sin inversiones directas, que son las que crean empresas, empleos y riqueza, condiciones necesarias para generar ingresos, para consumir y ahorrar, para alcanzar mayores niveles de bienestar material. Al respecto no hay que descubrir el agua tibia, ni inventar el hilo negro: queremos más progreso económico necesitamos atraer (ojo con el verbo: atraer) más inversiones.

En segundo lugar hay que tener presente que la inversión requiere de una serie de condiciones entre las que se cuentan la estabilidad, sobre todo monetaria; la seguridad y la confianza, sobre todo jurídicas; instituciones justas y eficaces, que garanticen derechos y eliminen privilegios; infraestructura al día, sobre todo de comunicaciones y transportes; insumos estratégicos de alta calidad y bajo precio, sobre todo financieros y energéticos; educación y capacitación, sobre todo laboral y, por último, un Estado liberal que  garantice la libertad para emprender y consumir, la propiedad sobre los ingresos, el patrimonio y los medios de producción, y, ¡muy importante!, la competencia.

¿Cómo se han comportado las inversiones últimamente? Si tomamos como indicador la inversión fija bruta, que es la que se lleva a cabo en construcción, maquinaria y equipo, y si analizamos su comportamiento en términos mensuales, la respuesta se sintetiza en una palabra: mal. Por ejemplo, en mayo, con relación a abril, la inversión fija bruta creció 1.70 por ciento; en junio, con relación a mayo, el crecimiento fue del 0.72 por ciento, y en julio, comparado con junio, la inversión en construcción, maquinaria y equipo registró una reducción de 0.20 por ciento.

En dos meses, junio y julio, la inversión fija bruta pasó de un crecimiento del 1.70 por ciento a un decrecimiento del 0.20 por ciento, nada fuera de lo normal: en febrero y abril la inversión en construcción, maquinaria y equipo, con relación a enero y marzo, respectivamente, decreció, tal y como ha sucedido una y otra vez, y no solamente con la inversión fija bruta, sino con muchas otras variables cuyo comportamiento ha sido mediocre: resultados buenos (o que por lo menos apuntan en la dirección correcta) seguidos de resultados malos (o que por lo menos apuntan en la dirección incorrecta), de tal manera que lo que se gana con lo bueno se pierde con lo malo, siendo el resultado final la mediocridad.

Por ejemplo: en términos mensuales, el mayor crecimiento de la inversión fija bruta, en lo que va del 2006, se registró en marzo, con 2.40 por ciento, y el mayor decrecimiento en febrero, con menos 3.19 por ciento. Al final de cuentas, de enero a julio, último mes para el que tenemos información, la inversión en construcción, maquinaria y equipo registró un crecimiento promedio mensual de 0.32 por ciento. ¿Cómo calificarlo? De mediocre, y no tanto por el porcentaje (que anualizado supone un crecimiento del 4.6 por ciento), sino por el avance y el retroceso.

Pese a que el comportamiento de la inversión fija bruta en julio – crecimiento de menos 0.20 por ciento -, no resultó nada fuera de lo normal, debemos preguntarnos hasta qué punto esa contracción se debió al conflicto post electoral y a la inseguridad y desconfianza que el mismo generó, no tanto por lo que hicieron los seguidores de AMLO, sino por lo que el gobierno, tanto el capitalino como el Federal, dejó de hacer: garantizar el respeto a los derechos y el cumplimiento de la ley. Tendremos que esperar hasta el  7 de noviembre para conocer los resultados de la inversión fija bruta en agosto, y hasta el 7 de diciembre para conocer los de septiembre, y saber hasta qué punto el conflicto post electoral afectó, por lo menos a mediano plazo, a la inversión, que es la condición del progreso económico.