En días pasados tuve una plática muy sugestiva con un empresario mexicano que es no sólo exitoso en el manejo de su compañía sino que es también líder en la promoción de la responsabilidad social de los patrones y en el impulso de la filantropía en el sector privado de México.

Nuestra plática se centró en lo que a mi juicio representa la principal responsabilidad de un empresario, que es la generación de las mayores utilidades que pueda crear su empresa pues ello le permitirá crecer, producir nuevos empleos y elevar la calidad y cantidad de sus productos o servicios.

Por supuesto que el concepto de la utilidad que genera una empresa está lleno de ambigüedades por lo que es necesario empezar por definirlo con la mayor precisión posible y hacer explícitas las condiciones en las que su maximización conduce al mayor bienestar de la sociedad.

Desde un punto de vista contable la utilidad de la empresa se define como un residuo, lo que queda una vez que se han cubierto los costos en los que incurrió la firma en un determinado período. Las empresas computan estas utilidades sustrayendo de sus ingresos totales sus gastos más una provisión para depreciación del capital.

La definición económica de utilidad es la diferencia entre los ingresos de la empresa y el costo de oportunidad de todos los recursos utilizados para producir lo que vendió. Esta definición incluye como costos los rendimientos implícitos a todos los factores productivos.

En esta definición, la utilidad es un superávit y en condiciones competitivas su generación atraerá el ingreso de nuevas empresas al sector hasta que la competencia haga que desaparezca tal utilidad, que no puede existir en el equilibrio de largo plazo.

Aquí tenemos una de las claves mediante las cuáles maximizar utilidades conduce al bienestar de la sociedad: que prevalezcan condiciones competitivas en la industria. Obviamente cuando lo que existe son monopolios y no condiciones competitivas, la maximización de utilidades daña a la sociedad.

Ello se debe a que las utilidades monopólicas operan exactamente igual que los impuestos pues representan una transferencia de la sociedad. Pero a diferencia de los impuestos que recolecta el gobierno, las utilidades monopólicas no le generan servicios y bienes públicos a la comunidad, que los gobiernos supuestamente sí brindan.

Otras condiciones que resultan importantes para que la maximización de utilidades de las empresas conduzca al bienestar de la sociedad es que haya leyes e instituciones que protejan los derechos de los ciudadanos y que impidan que monopolios u otros grupos de presión se apropien de parte de la riqueza que genera la sociedad que no les corresponde.

Es evidente también que para que una empresa haga su mejor aportación a la comunidad debe trabajar activamente en elevar su productividad, lo que implica invertir en el capital humano de sus trabajadores y administradores, y cumplir con otras obligaciones sociales como el pago de impuestos.

Con frecuencia las empresas también generan “externalidades” negativas que le hacen daños a la sociedad como contaminación ambiental y deshechos sólidos, que el gobierno tiene que enfrentar con leyes y reglamentos que obliguen a empresas y personas a corregir.

Los empresarios hacen su mejor aportación a la sociedad cuando maximizan sus utilidades en un sistema económico que asegure la competitividad, que combata los monopolios y las “externalidades” negativas, que garantice un estado de derecho equitativo y justo que permita igualar las oportunidades de sus ciudadanos mediante las políticas públicas apropiadas.

Así, la maximización de utilidades de las empresas se convierte en el motor del crecimiento de la economía y es más importante para mejorar la condición de la sociedad que cualquier agenda que enfatice otras responsabilidades filantrópicas o subsidiarias del empresariado.