Yo le recomendaría al próximo presidente de México, Felipe Calderón, y a los demás líderes latinoamericanos utilizar tanto el “garrote” como la “zanahoria”.
Chicago (AIPE)- Chicago, la ciudad donde he vivido por los últimos 35
años, no es una ciudad muy segura, pero parece el paraíso comparado con Ciudad
de México, donde recientemente estuve varios días. Apenas llegué, me dijeron
que no era recomendable caminar por esta ciudad tan atractiva e interesante, ni
siquiera por las mejores zonas. Lo mismo sucede en muchos otros sitios del
mundo en desarrollo, pero aquí me concentraré en América Latina.
Para desarrollar soluciones a este creciente problema, la universidad
argentina que cuenta con los mejores programas de economía,
Cuando hay altas tasas de delincuencia, las víctimas no son solamente la
gente rica y de medianos ingresos. Muchos pobres son asaltados y heridos para
robarles unos pocos pesos o un reloj barato, mientras que a pequeños
comerciantes a menudo les roban el producto de sus ventas del día. Los más
pobres suelen sufrir más porque aunque tienen menos dinero y posesiones, la
gente con mayores ingresos puede tomar costosas precauciones que no están a su
alcance. Aquellos manejan su propio automóvil, en lugar de utilizar el
transporte público, instalan alarmas en sus hogares y viven en comunidades con
vigilancia privada.
El crimen hace explosión en países con alto desempleo y bajas oportunidades
de trabajo, además de que en esas naciones hay pocas probabilidades de que los
delincuentes sean detenidos y castigados. En México y muchos otros países, las
tasas de condenas son bajas en parte porque la policía es corrupta, frecuentemente
participa en delitos y no tiene mayor incentivo en perseguir a otros
delincuentes.
Las estadísticas muestran que hay mayor delincuencia en Estados Unidos
que en México, pero cualquier persona que conoce a ambos países sabe que tales
estadísticas no reflejan la realidad. La explicación no se encuentra en los
informes policiales, sino en las encuestas que recopilan datos sobre las
víctimas. Estas indican que en base a la población, muchos más son robados en
México que en Estados Unidos y es que muchos mexicanos no se molestan en
denunciar los robos y demás delitos porque no creen que la policía hará algo.
La excepción son los robos de autos para poder obtener el pago del seguro.
Las consecuencias de altos índices de criminalidad son graves. Cuando
hay impunidad cunde el irrespeto por las leyes. En México, entre 2 y 3 por
ciento de la población empleada está en servicios privados de seguridad, en
lugar de en trabajos más productivos si no hubiera tasas tan altas de
delincuencia. Y quizás aún más costoso resulta el miedo por inseguridad
personal de los niños yendo o regresando de sus escuelas. Con el paso del
tiempo, estoy más consciente de la importancia del miedo y la alarma creada por
el crimen al bienestar personal.
Los problemas que surgen de las altas tasas criminales latinoamericanas
son evidentes, como también son las soluciones. Lamentablemente, las soluciones
no son fáciles de instrumentar en el actual ambiente político y económico. De
hecho, muchos en el hemisferio están resignados a vivir con tales tasas de
delincuencia como si se tratara de algo inevitable en las sociedades y
economías modernas. Pero Estados Unidos demuestra lo contrario. Las tasas
delictivas aumentaron considerablemente en este país desde 1960 hasta comienzos
de los años 80. Muchos analistas lo atribuyeron a una mayor alienación de los
pobres. Sin embargo, tales tasas han bajado considerablemente en los últimos 25
años, a pesar del crecimiento de las desigualdades en los ingresos.
La explicación es que muchos más delincuentes han sido apresados en los
últimos 20 años. Otra causa fue la legalización del aborto en los años 70, como
lo demostró mi colega Steve Levitt,
y también que políticos como el anterior alcalde de Nueva York,
Rudolph Giuliani, se dieron
cuenta que combatir el crimen no es sólo conveniente socialmente sino también
en la política.
Yo le recomendaría al próximo presidente de México, Felipe Calderón, y a
los demás líderes latinoamericanos utilizar tanto el “garrote” como la
“zanahoria”: penas severas en casos de delitos graves y penas
ligeras para los pequeños delitos. Es necesario reformar las fuerzas
policiales, incluyendo la creación de consejos policiales dedicados a combatir
la corrupción, de manera de actuar contra los policías que en lugar de apresar
delincuentes los protegen.
Parte de la “zanahoria” debe ser aumentar el sueldo a los policías. En
México y otros países sus salarios son bajísimos, por lo cual buscan
suplementar sus ingresos. Mejores sueldos atraerían gente honesta y haría mucho
más costoso perder el empleo.
Siguiendo el ejemplo argentino, otras universidades y “think tanks” debieran crear
centros dedicados a analizar las causas de las altas tasas delictivas y
encontrar las soluciones más apropiadas para su país. Es fundamental mejorar la
remuneración de empleos formales, especialmente para los más pobres. El crimen
se dispara cuando el desempleo es alto y escasean los puestos de trabajo.
___* Profesor de economía de
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.