Un precio sube en el mercado y el político exige: “Subsidiemos al consumidor”. Un precio baja en el mercado y el político demanda: “Subsidiemos al productor”. Un precio permanece inalterado y el político clama: “Hay que estimular al sector con un subsidio”. Claro, es que los mercados –nos dirán– fallan, y los políticos siempre aciertan… con el dinero de los contribuyentes.
Ayer leí las opiniones de un
legislador lleno de buenas intenciones (al que llamaré “A”) que argumentaba
que es urgente, en el plazo de dos o tres meses, “diseñar algún mecanismo de
subsidio, directo o indirecto, focalizado o general,
que evite que el precio de la tortilla siga subiendo”.
Un día antes, otro legislador (al que bautizaré como
“B”) se quejaba airadamente y exigía renuncias fulminantes, porque fue a una
tortillería y –aseguró- le
vendieron el kilo a más de nueve pesos. Al quejarse ese otro político se
puso en evidencia: Cualquiera que de veras compre tortillas cotidianamente sabe
que ese político enojado habría encontrado tortillas de maíz a seis pesos el
kilo, o menos, en el supermercado
más cercano.
¿Será buena idea permitir que estos mismos señores –que
no saben comprar un kilo de tortillas al mejor precio disponible en el mercado-
anden promoviendo subsidios a diestra y siniestra?
Hace menos de un año los mismos políticos que hoy
claman al cielo por los precios altos del maíz pronosticaban males sin cuento
si México abría en el 2008 sus fronteras a la libre importación de ese grano.
Miles de pobres campesinos serían literalmente aplastados –auguraban- por la
implacable competencia del maíz extranjero, más barato.
Pero nada, los precios internacionales del maíz han
subido gracias, entre otras cosas, al generoso subsidio otorgado por el
gobierno de Estados Unidos a la producción de etanol a partir de maíz.
Con consecuencias insospechadas: en Jalisco
agricultores que en 2005 recibían $1,500 pesos por tonelada de maíz, en 2006
recibieron $4,500 pesos por tonelada. Nadie sabe para quién trabaja, pero esos
agricultores deberán agradecer la súbita bonanza a los contribuyentes “gringos”
quienes, sin deberla ni temerla, pagan los subsidios
ideados por los “genios” políticos de Washington…, que se traducen en
precios más altos para el maíz de un productor modesto –tres hectáreas- en
Jalisco.
Tenemos así “manoseos” políticos al mercado por todos
lados, ya sea incrementando la demanda artificialmente con subsidios, ya sea
sofocando la oferta artificialmente (“cupos” de importación que suenan a
racionamiento). Y ante esto, ¿qué se les ocurre a los políticos? Pues sí, ¡más
subsidios! No saben si para el consumidor, o para el productor, o mejor: para
los dos. Pero en lo de subsidiar no les cabe la menor duda, ni les tiembla la
mano.
Primero desbarajustan los mercados con subsidios y
protecciones, después gritan: “¡Ya ven, los mercados fallan!”. Y para cerrar el
ciclo proponen: “Hay que subsidiar”.
No debe extrañarnos que ignoren cómo funcionan los
mercados libres…si no saben encontrar dónde
venden las tortillas más baratas.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.