El 4 de marzo se llevó a cabo un cambio de guardia en el liderazgo del PRI. Beatriz Paredes ingresa a la presidencia nacional del partido, cinco años después de haberlo intentado por primera vez. Pero los tiempos hoy son más complicados.

La derrota del 2 de julio generó una conmoción en el interior del PRI. Un partido que durante décadas ocupó la Presidencia de la República, y virtualmente todas las posiciones de poder en los tres órdenes de gobierno, ha sido derrotado por segunda ocasión consecutiva en elecciones presidenciales. Nadie está emitiendo todavía el certificado de defunción del partido, el cual sigue teniendo una fuerte presencia en las distintas estructuras de gobierno del país, pero sería iluso no reconocer los retos a los que se enfrentará la nueva dirigencia.

Quizá la primera definición que tendrá que hacer el PRI es la de su propia ideología. A lo largo de los años, el PRI ha coqueteado por igual con la derecha y con la izquierda. Quizá por eso las encuestas de opinión señalan que los ciudadanos lo ven como un partido de derecha, más incluso que el PAN, pero muchos de sus militantes se ven a sí mismos, por el contrario, como gente de izquierda. La propia Beatriz Paredes afirmó durante su campaña que ella representa la izquierda del partido.

El lugar en que el PRI termine por ubicarse no será lo más importante. El hueco político ideal se encuentra en el centro, entre la derecha panista y la izquierda perredista, pero el partido no puede colocarse en un lugar que no refleje la ideología de sus militantes. El PRI deberá reflexionar, por lo tanto, no sólo sobre el lugar que le convenga tener en el espectro político nacional sino el que le corresponda realmente para no traicionar los principios e ideales de sus militantes.

Lo que ya no puede hacer el PRI, sin embargo, es seguir dando bandazos entre la izquierda y la derecha. Una de las razones por las cuales la imagen del partido, de derecha, contrasta con el discurso de izquierda de tantos de sus militantes, es precisamente por la falta de claridad en las definiciones. La nueva dirigencia del PRI tendrá que hacer un esfuerzo por definir mejor la posición del partido.

Quizá lo lógico es esperar que el PRI termine por definirse como un partido pragmático de centro izquierda. Ésa es la posición que más parece reflejar el sentir de sus militantes. Si ésta es la posición que finalmente asume, tendrá que distinguirse claramente tanto de la izquierda más radical del PRD, con representantes como Andrés Manuel López Obrador y Gerardo Fernández Noroña le están dando un mal nombre, y a la derecha tradicional que el PAN siempre ha personificado.

En política es muy importante que los electores sepan exactamente qué posiciones representa una organización. Nada le hace más daño a un partido que tener una posición ambigua que no le permita a un elector saber a ciencia cierta lo que éste representa y las causas por las que lucha.