En comisiones los senadores aprobaron la semana pasada una iniciativa de ley que, por una parte, le daría orden al actual caos de los sueldos de servidores públicos, pero que por otra parte eliminaría las pensiones que hoy reciben los ex presidentes de la república.

La propuesta, que fue promovida por Andrés Manuel López Obrador cuando era candidato a la Presidencia de la República, tendrá sin duda una buena aceptación entre los mexicanos. Bastante daño nos han hecho algunos ex mandatarios como para que todavía tengamos que pagarles un sueldo equivalente al de un secretario de estado así como fondos para que mantengan una oficina y escoltas del Estado Mayor Presidencial. Despojarlos cuando menos de las pensiones parecería cumplir con una exigencia de justicia divina.

Pero, pensemos un momento: ¿Será realmente positivo para nosotros los mexicanos esta acción? ¿Qué harán los ex presidentes si no reciben esa pensión? Eso es lo que da miedo.

Hasta ahora el hecho de que tenemos a los ex presidentes en la nómina nos permite, por lo menos, cuestionarlos cuando llega el momento. Así, cuando el ex presidente Carlos Salinas de Gortari ingresó al consejo de administración de la empresa estadounidense Dow Jones se le pudo criticar porque, después de todo, él recibía con puntualidad su pensión. Este mismo cuestionamiento se le hizo a Ernesto Zedillo cuando ingresó al directorio de la empresa ferrocarrilera Union Pacific que había participado en privatizaciones en nuestro país (si bien Zedillo es el único ex presidente que ha renunciado a su pensión).

Hoy las objeciones se han dirigido al ex presidente Vicente Fox, empeñado en una nueva carrera como conferencista en la que siembra tempestades incluso mayores que cuando era primer mandatario.

Las cosas, por supuesto, terminan por caer por su propio peso. Salinas de Gortari renunció al consejo de Dow Jones porque se quejaba de que, por estar ahí, le pegaban los demás medios mientras que el Wall Street Journal de la propia empresa también lo golpeaba para demostrar la independencia de su línea editorial de los intereses de los consejeros. Zedillo ha terminado por trabajar preponderantemente en el Instituto de Estudios de la Globalización de la Universidad Yale, de los Estados Unidos, donde se siente como un pez en el agua en el ambiente académico. Y Fox, bueno Fox seguramente terminará por darse cuenta de que ser conferencista no es precisamente su vocación.

Dentro de todo, es positivo que tengamos ex presidentes que tengan que trabajar. Durante mucho tiempo, los ex gobernantes de nuestro país –no sólo ex presidentes sino también ex gobernadores- no tenían que preocuparse por recibir pensiones ya que se daba por hecho que se enriquecerían durante su mandato. Miguel de la Madrid estableció las pensiones de los ex presidentes para darse a sí mismo y a sus sucesores una salida digna al término del mandato.

Hoy, sin embargo, los políticos quieren eliminar nuevamente esas pensiones. Y yo me pregunto si al hacerlo, aun cuando consigan el aplauso fácil de los mexicanos, estarán metiendo al país en un nuevo círculo vicioso del cual después nos será difícil salir.