El problema no es que el presidente de la República ignore lo que hay que hacer; la dificultad no es que seamos presos cautivos de nuestras propias bestias apocalípticas –monopolios, partidocracia, burocracia y sindicalismo-; el infortunio no es que otros no quieran acabar con nuestros atrasos; el obstáculo está en nosotros mismos.
En alguna ocasión durante una
entrevista en un medio de comunicación nacional, Felipe González, Primer
Ministro del Gobierno Español de
Se refería el ex jefe de
gobierno, a la voluntad de los dirigentes en el poder para romper las barreras,
disolver los obstáculos e impulsar los cambios necesarios para que el mundo sea
un mejor lugar para vivir, donde todo ser humano tenga la oportunidad de
utilizar su vida, su propiedad y su libertad para obtener los valores
necesarios a su felicidad y prosperidad.
Comparto plenamente esta forma
de entender y explicar los males de nuestro tiempo –y de todos los tiempos-,
pero me gustaría agregar algo más a la idea de que el problema es la falta de
voluntad de cambio en los políticos y hombres del poder. En la otra cara de la
moneda está la falta de voluntad de quienes cargamos con los costos de la
ausencia de desarrollo sostenido y sostenible.
Existe en el mexicano, en la
inmensa mayoría de los mexicanos, una actitud psicológica, una predisposición
genética a tomar sus decisiones, a racionalizar su existencia, a conducir su
vida, en términos, no del avance y el bienestar duradero, consistente, sólido,
trascendente, sino del interés inmediato, poquitero
pero tangible, limitado pero aprovechable ahora del más vale pájaro en mano,
que cien volando.
Y he aquí que en este
espíritu, con esta psicología, con esta conducta del ser mexicano, la historia de
nuestro País, gira y gira que gira, incansablemente, eternamente en el mismo
eje de su mediocridad, sin atinar a escapar hacia el destino que se merece.
El fabuloso cuerno de la
abundancia, dotado de la más increíble variedad de recursos naturales, climáticos
y humanos; rodeado de la inmensidad de los dos océanos más grandes del mundo;
vecino privilegiado del mercado más poderoso sobre
El problema no es que el
presidente de
La vida diaria nos ofrece
frecuentemente oportunidades de comprobar la vocación, la inclinación de
nuestros compatriotas a demostrar que somos muy listos, muy truchas, muy
gandayas, pero nada inteligentes; que todos los días hacemos caldo a las gallinas
de los huevos de oro.
Así son muchos mexicanos, digo
yo. Y eso explica porqué no salimos del subdesarrollo. ¿Usted que dice?
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.