Todos los años se da a conocer por estas fechas, alrededor del 15 de mayo, el nuevo aumento general de los maestros de las escuelas públicas de nuestro país. Es quizá la negociación salarial más importante del año. Los ingresos de cerca de un millón de maestros dependen de lo que se decida en ella.

Pero el tema se ha venido enviciando más cada año. Ciertos grupos dentro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación se han dado cuenta de que lo que deben hacer es permitir que la secretaría general negocie un incremento general para todo el país; y sólo entonces empezar ellos a hacer movilizaciones para lograr beneficios adicionales. Lo vimos el año pasado. Primero el SNTE obtuvo un aumento general. Sólo entonces empezó la sección 22 de Oaxaca a presionar para obtener incrementos especiales.

Es muy probable que esta situación se repita este año. Muchas secciones del SNTE, que han estado dispuestas en el pasado a ajustarse a los aumentos que el sindicato consigue a nivel nacional, hoy se dan cuenta de que si empiezan a hacer movilizaciones después del acuerdo federal podrán obtener mejores tratos. Se han percatado también que la autoridad no se atreve a hacer nada en contra de quienes organizan paros ilegales y movilizaciones para obtener estas ventajas. Los incentivos para exigir tratos especiales después de la negociación general son realmente enormes. No podemos culpar a las secciones por unirse a este comportamiento perverso.

Los maestros de nuestro país han obtenido aumentos más importantes que los de cualquier otro sector de la economía. El gasto gubernamental en educación se ha elevado de manera muy significativa. Hoy México gasta más como proporción del producto interno bruto en educación que la mayoría de los países industrializados. Si bien los sueldos de los maestros mexicanos son bajos si se comparan directamente con los de los países ricos, resultan más altos que los de las naciones desarrolladas cuando se comparan con el nivel promedio de ingresos de la población.

Los aumentos en el gasto y en los sueldos y beneficios de los maestros, sin embargo, no se han reflejado en una mejora en la educación. Gracias a su militancia, y a la debilidad de las autoridades federales y estatales que les han dado año con año beneficios especiales, los maestros oaxaqueños obtienen, por ejemplo, ingresos superiores a los de los docentes en muchas regiones de nuestro país con niveles de vida más elevados. Pero es precisamente en Oaxaca, y en otros lugares en los que han crecido los movimientos radicales del magisterio, donde los niveles de instrucción son peores. Esto es consecuencia en parte de los constantes paros que registran.

El esfuerzo de nuestro país debe ir por un camino distinto. Los maestros deben mejorar su ingreso y su nivel de vida, por supuesto, pero no a cambio de nada. Es indispensable que los salarios se conviertan en incentivos para una mejora en la calidad de la educación. Esto no se puede lograr sin métodos adecuados de evaluación, ya que lo que no se mide no se puede mejorar, y sin una estructura que permita la competencia entre maestros y entre escuelas.

El reto es importante porque nuestro sistema educativo está construido con criterios burocráticos. Pero si no lo transformamos y lo orientamos a la competencia y a la calidad, estaremos condenando a nuestros hijos a una instrucción deficiente y a seguir viviendo en un país que se queda rezagado en un mundo que avanza sin cesar.