Durante el primer trimestre del año el Producto Interno Bruto (PIB), es decir, la producción de bienes y servicios que se llevó a cabo en el país, creció, en términos anuales (comparando los resultados del primer trimestre del 2007 con los del mismo período del año anterior), 2.6 por ciento, lo cual agravó una tendencia que se inició en el segundo trimestre del año pasado, propensión hacia un menor crecimiento del PIB.

A lo largo del primer trimestre del 2006 el PIB creció 5.5 por ciento, el mayor crecimiento, para cualquier trimestre, en lo que va del siglo XXI. A lo largo de los siguientes tres trimestres el crecimiento fue 4.9, 4.5 y 4.3 por ciento, respectivamente. ¿Cuánto creció el PIB entre enero y marzo pasados? Solamente 2.6 por ciento, lo cual agravó la tendencia hacia un crecimiento cada vez menor, confirmando el que ha sido el comportamiento de la producción en los últimos veinticinco años: resultados buenos (5.5 por ciento en el primer trimestre del 2006), seguidos de resultados malos (2.6 por ciento un año después), lo ganado en los tiempos buenos se pierde en los malos, y el resultado final es la mediocridad. Entre 1982 y el año 2006 el crecimiento promedio anual del PIB fue 2.4 por ciento, mientras que entre 1934 y 1981 fue del 6.0 por ciento.

¿Por qué los malos resultados en materia de crecimiento del PIB? Las explicaciones son muchas, pero hay una que no debemos pasar por alto, el comportamiento de la inversión, que es todo gasto destinado, precisamente, a producir más y mejor: sin inversión no hay crecimiento; sin mayores inversiones no puede haber mayor crecimiento; con menores inversiones el crecimiento será menor. ¿Cómo se comportó la inversión en los últimos tiempos? Considero la inversión en instalaciones, maquinaria y equipo (inversión fija bruta), indispensable para producir más y mejor, que a lo largo de los cuatro trimestres del 2006 tuvo el siguiente comportamiento: 13.0, 9.8, 10.2 y 7.7 por ciento de crecimiento promedio mensual durante el trimestre en cuestión. Esa inversión pasó, el año anterior, de un crecimiento del 13.0 por ciento, entre enero y marzo, a otro, entre octubre y diciembre, del 7.7. En enero y febrero pasados (no existe información más actualizada) el crecimiento promedio mensual de la inversión fija bruta fue 3.7 por ciento.

En materia de inversión se repite la historia: tiempos buenos, seguidos de tiempos malos, lo ganado en los primeros se pierde en los segundos, siendo el resultado mediocre, muestra de que México no es capaz de mantener una elevada tasa de crecimiento de la inversión o, dicho de otra manera, que no es lo suficientemente competitivo, siendo que la competitividad de un país se define como su capacidad para atraer y retener capitales. Según el Anuario Mundial de la Competitividad 2007, publicado por el Instituto Internacional para el Desarrollo Gerencial, en dicha materia la calificación de México es, en escala de 0 al 10, 4.5, ocupando, entre 55 naciones, el lugar 47, teniendo como vecinos, por arriba, a Ucrania, Filipinas y Rumania y, por debajo, a Turquía, Brasil y Sudáfrica, todos ellos países muy respetables, pero ninguno ejemplo de progreso económico, mucho menos si por tal entendemos más y mejores bienes y servicios para un mayor número de gente, lo cual se consigue con mejoras constantes, ¡no ocasionales!, en producción, empleo e ingreso.

¿Cuáles serían los efectos de un mayor crecimiento del PIB? En primer lugar, más bienes y servicios a disposición de los consumidores. En segundo término, más ingresos en manos de esos consumidores, ya que al producir suceden dos cosas: la fabricación de la mercancía y la generación de ingresos para quienes participan en ella. Por último, mejores posibilidades para la creación de más empleos, todo lo cual, con un crecimiento de solamente 2.6 por ciento, se limita considerablemente.