Sucede en el trayecto de la Ciudad de México a Tuxpan Veracruz por carretera, como ejemplo, y en muchos otros trayectos de carretera más en nuestro país.

Después de muchos años la autopista para llegar a este puerto está casi terminada y pronto se inaugurará, es algo que seguro beneficiará a muchos, actualmente una distancia de aproximadamente 330 kilómetros se cubre en por lo menos 5 horas, velocidad promedio de 60 kilómetros por hora (cuando mucho), demasiado tiempo.

Como buena carretera federal, para llegar se atraviesan una media docena de pueblos (cada uno con sus respectivos perros y gallinas a un lado del camino), que, entre topes y personas que cruzan y venden lo que se les ocurre, se hacen eternos.

Como escribía, la autopista no tardará en llegar y las voces que se escuchan son las de siempre. “está muy bien que se haga menos tiempo pero qué feo porque mucha gente se va a quedar sin trabajo ya que viven de lo que venden a los autos”, “pobres de éstas personas, ahora ¿qué van a hacer?”.

Otra vez lo mismo, seguimos estancados en ver el primer efecto y dejar los otros de lado, ¿nadie piensa en el ahorro de tiempo para el que utilice la nueva vía?, ¿en los menores costos de transporte de mercancías dado que el tiempo se reducirá?, ¿en el turismo que llegará al destino?, en el progreso y desarrollo en pocas palabras.

No, hay que ver por los demás, ¿qué van a hacer?, como si fuera una muerte segura para los habitantes de esos sitios, suena duro para muchos, pero ya se las arreglarán, es una buena oportunidad de que existan incentivos por fin para estudiar (no hay incentivos si ya son 3 ó 4 generaciones las que han vivido de vender frijoles y naranjas a un lado de los caminos, es cosa de aprender el negocio y ya está, a enseñar a los que sigan), para que las nuevas generaciones no aprendan actividades ya obsoletas y busquen nuevas formas de salir adelante o de que las actividades que realizan y que les dan de comer se hagan de una mejor forma para buscar nuevos mercados o ¿por qué no?, nuevas formas de producción, que innoven para poder transportar sus mercancías a otros mercados cercanos.

Es una oportunidad de impulsar a los individuos a que busquen mejores formas de hacer las cosas y salir adelante, ¿por qué debemos de esperar que “a fuerza” el  Gobierno entre y no deje desamparados a estos pueblos?, que es la única solución que muchos encuentran, y ni siquiera te argumentan que debe de apoyarlos con créditos para empezar nuevos negocios o a innovar en los suyos, sino que debe de ayudarlos a no morir de hambre (lo que eso signifique); si no confiamos en la capacidad de los seres humanos para sobreponerse a circunstancias adversas entonces no hemos avanzado nada, si de verdad lo que ofrecen vale la pena entonces no deberán desaparecer.

Lo curioso es que las personas que defienden “lo mejor para todos” no lo hacen en su papel de individuos, son personas que en sus relaciones sociales buscan su conveniencia y su interés, ¡y está bien!, es entendible y defendible su posición, pero a la hora de trasladar esto a los colectivos entonces la mayoría juega al políticamente correcto y no se atreve a decir que ven por ellos mismos. ¡No!, hay que ver por el bien de todos y más si éstos “todos” son pobres.

Hace falta profundizar el tema de que ya cambiamos, ya no somos los mismos habitantes de este país, ya no somos el mismo conjunto de seres de hace 50 años, ya no formamos ese México “revolucionario”, es hora de elegir, debemos adaptarnos y buscar cómo competir con el que se nos ponga enfrente y hacer que cada uno de nosotros tenga un nuevo papel en el mundo.

Dejemos por fin de lado la mediocre cantaleta de “vendrán tiempos mejores”, esos tiempos no van a llegar si seguimos viviendo en el pasado, esos tiempos los hacemos cada uno de nosotros y empezando por nosotros mismos.

Un buen inicio es por fin aprobar las reformas que urgen (¿vale la pena repetir cuáles son?), en este mismo sitio hay ejemplos muy buenos de a qué se refiere cada una de ellas y cómo implementarlas, no podemos perder más tiempo, o se aprueban y empezamos por fin a transitar el camino correcto, o nos resignamos a otros 50 años de perros y gallinas por la ventana del automóvil al atravesar cualquier pueblo.