Si no queremos más impuestos, no pidamos más gastos gubernamentales. Además de respetar la ecuación impuestos-gasto, olvidada por muchos, un sistema fiscal debe ser sencillo, general, brindar seguridad jurídica, con tasas bajas y competitivas internacionalmente.
El
Presidente Fox presentó un proyecto de reforma fiscal que, con algunas
modificaciones, podría haber simplificado la carga fiscal a muchos causantes
cautivos y vuelto más competitiva la economía mexicana; sin embargo, el
proyecto se “politizó”. Aunque varios de los legisladores del PRI y del PRD
entendieron su conveniencia, sus institutos políticos decidieron oponerse como
una forma de ganar simpatizantes en los procesos electorales.
El
actual gobierno no quiso entrar a ese desgaste y enfrentamiento y optó por
partir del viejo principio de que “la política es el arte de lo posible”.
Tanteó lo que podrían aprobar las bancadas de oposición y, en base a ello,
delineó su proyecto inicial de reforma fiscal.
Somos
partidarios de tasas bajas y leyes fiscales sencillas, sin olvidar la ecuación
ingreso-gasto. No podemos exigir mayor gasto en educación, salubridad y
programas para los más necesitados y a la vez menos impuestos. Muchos políticos
proponen, por un lado, mayor ayuda a los de la tercera edad, a los pobres,
educación y medicina gratuita para todos y, por otro, se oponen a cualquier
reforma que allegue recursos al estado para financiar lo que piden.
Si
no queremos más impuestos, no pidamos más gastos gubernamentales. Además de
respetar la ecuación impuestos-gasto, olvidada por muchos, un sistema fiscal
debe ser sencillo, general, brindar seguridad jurídica, con tasas bajas y
competitivas internacionalmente.
Mi propuesta, que podría instrumentarse gradualmente,
es derogar el Impuesto Sobre
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.