Todo el mundo quiere una reforma fiscal. Los políticos, los economistas y la gente común y corriente se dan cuenta de que el gobierno se está quedando sin margen de maniobra. Con unas exportaciones petroleras que empiezan a descender y unas pensiones del sector público que suben a paso acelerado, o se hace una reforma o habrá que recortar el presupuesto de manera cada vez más drástica. Y la experiencia nos dice que los grupos que protestan por las reformas fiscales, son los primeros en chillar cuando el gobierno les recorta sus subsidios o beneficios.

Yo estoy convencido de que necesitamos una reforma fiscal. No me gusta la que ha propuesto en particular el gobierno de Felipe Calderón. Creo en los sistemas de tasa única por su sencillez y equidad, pero la CETU de Agustín Carstens dista de ser realmente un sistema de tasa única. Un impuesto que permite la deducción de honorarios pero no de salarios, y que permite acreditar los impuestos que se retengan a los trabajadores para compensar la falta de deducción de los salarios, parece todo menos sencilla y equitativa. No permitir la deducción de donativos filantrópicos, por otra parte, se antoja como un error mayúsculo, que hará que disminuyan los generosos apoyos de la sociedad a los más necesitados. Éstos son apoyos directos, que no se ven diluidos por el peso de la burocracia que afecta a las instituciones gubernamentales de apoyo social.

Un sistema fiscal que ampliara el IVA a alimentos y medicinas, y que homologara una sola tasa para todo el país y para todos los productos, sería también bienvenido. Éste disminuiría las actuales incongruencias y permitiría realmente alcanzar a los contribuyentes que actualmente no contribuyen al erario a pesar de tener dinero… y a veces mucho. Por su naturaleza, un impuesto al consumo como el IVA grava más a quienes más consumen, por lo que es equitativo además de. Desafortunadamente, los políticos han rechazado la posibilidad de hacer la lógica reforma a través del IVA.

Hay otro camino que se puede seguir, sin embargo, y que está incluido en la propuesta de reforma fiscal del Frente Amplio Progresista que incluye al PRD. Se trata de reducir el gasto público. El gobierno dice que no hay tela de donde cortar, pero los perredistas y sus asesores han hecho propuestas para disminuir en 100 mil millones de pesos los egresos del gobierno.

No hay que echar en saco roto esta propuesta. Los gobiernos son fundamentalmente instrumentos ineficientes para encauzar el gasto de la sociedad. Siempre es mejor permitir a la gente mantener más dinero en el bolsillo y decidir por sí misma en qué gastarlo. Los recursos gubernamentales con frecuencia se utilizan solamente en la creación de estructuras burocráticas que obstaculizan en lugar de ayudar a la economía y al nivel de vida de la población. Proponer un recorte de 100 mil millones de pesos en el gasto público es una propuesta valiente del PRD.

Claro que para hacer estas propuestas hay que ser congruentes. El mismo PRD que propone esta reducción en el gasto dice que no se deben tocar plazas sindicalizadas, cuando en realidad es la burocracia la parte del gasto que no sólo cuesta más sino la más ineficiente.

Nuestros políticos tienen que empezar a aprender cómo funciona la economía. Necesitamos una reforma fiscal no para darle más dinero al gobierno sino para hacer más eficiente nuestra economía y generar más actividad y empleos. La CETU no es la forma de lograrlo, pero el IVA podría ser. De cualquier manera, debemos buscar formas de reducir el gasto público, pero sobre criterios de lo que le conviene al país y no a los políticos o líderes sindicales.