Un amigo me pasó un recorte de Il Corriere della Sera donde aparecen verdaderas perlas de la estulticia legislativa, que invitan a revisar la inmensa cantidad de diamantes en menso que también abundan en México.

Me dio curiosidad investigar la fuente, que proviene de la civilizada Inglaterra (http://business.timesonline.co.uk/tol/business/law/article2251280.ece). Por ejemplo, allí es traición a la patria pegar en una carta una estampilla al revés, porque la imagen de la reina queda de cabeza. En Londres está prohibido que pida parada a un taxi quien sea víctima de la peste. Y cada joven de 14 años tiene la obligación de practicar el tiro con arco y flecha, por dos horas diarias.

Hablando de eso, en la norteña ciudad de York sigue siendo legal matar a un escocés dentro de los muros de la ciudad, pero a condición de que esté armado de arco y flecha. En Lancashire está prohibido incitar a un perro a ladrar, si me está deteniendo un policía; y en la occidental ciudad de Chester está prohibido que los vecinos galeses entren a la ciudad antes del amanecer y se queden después del crepúsculo. Si aparece muerta una ballena en las costas inglesas, la cabeza le pertenece al rey; la cola es, but of course, para la reina.

Hay más. Todo barco de la Royal Navy que entre por el Támesis está obligado a dejarle un barril de ron al comandante de la Torre de Londres. ¿Y qué tal que toda mujer embarazada pueda legalmente aligerar su vejiga en el lugar que le convenga, así sea en el casco de un policía? Y hablando de eso, cuando un hombre necesite lo mismo, puede legalmente hacerlo, siempre y cuando apunte hacia una rueda trasera del coche y (cosa muy importante) mantenga sobre el automóvil la mano derecha. Elementary, my dear Watson!

Inglaterra sigue siendo tan especial que, si bien es ilegal morirse dentro del Parlamento o la Cámara de los Lores, puedo pasar un rebaño de ovejas por el Puente de Londres sin pagar peaje; y no sólo eso sino que también tengo el beneficio de poder transportar libremente gansos por Cheapside street, en plena City. Pero en el muy improbable caso de que no me interesase hacer tales transportes, de ésta si no me salvo: desde 2006 hay una ley que me prohíbe no decir a un inspector fiscal lo que no quiero que sepa, pero ¡no me obliga a decirle lo que no me importe decirle!

No sólo Inglaterra ordena genialidades; por provenir de The Times se les puede perdonar un pequeño sesgo a lo que mejor conocen. También hablan de otros países: en Francia está prohibido que un cerdo se llame “Napoleón” (nombre que, por cierto, tenía el dictador de dicha especie en la novela de Orwell Animal farm).

Los gringos le ganan incluso a los ingleses, con menos imaginación y, por si hiciera falta, más estulticia: en Ohio es ilegal emborrachar a un pez; en Kentucky está prohibido portar escondida un arma de más de seis pies (1.80 m); en Miami no se puede jugar patineta dentro de las estaciones de policía; en Alabama la ley estatal prohíbe manejar con los ojos vendados; en Florida mandan a la cárcel a las mujeres solteras que se tiren en paracaídas en domingo; y para seguir con los derechos igualitarios a las mujeres, en Vermont la que quiera usar dientes postizos necesita la previa autorización de su marido.

En México tampoco hacemos malos quesos. Está de moda el reglamento de tránsito (el cual faculta a cualquier mordelón a secuestrar mi coche llevándoselo al corralón por quítame estas pajas); recuerdo el antiguo reglamento de tránsito, por allá de los sesentas. Uno de sus mandamientos más inteligentes infraccionaba al automóvil que circulara sin llantas, y estipulaba una creciente multa por cada rueda ausente. (No recuerdo que hubiera infracción por circular sin automóvil.) Otro castigaba circular imprudentemente; una agravante era circular chocando, con lo cual la multa crecía hasta no recuerdo cuánto.

Sin ir tan atrás, en México hay un impuesto de tenencia de coches, que sigue teniendo una finalidad muy útil: financiar la olimpiada de 1968.