Parece que Calderón ha conseguido su reforma fiscal diluida, pero a un costo muy alto. Los mexicanos deben mantener la esperanza de que él comience a pensar en grande y con más audacia. Estos intentos de reformas a medias sólo van a conseguir que los dinosaurios se lo coman vivo.
A medida
que muchos jóvenes mexicanos han cruzado la frontera con Estados Unidos en los
últimos años en busca de trabajo, se ha vuelto más común en EE.UU.
culpar a la política económica mexicana. Incluso muchos de nosotros que miramos
con buenos ojos la entrada de nuevos trabajadores para la economía
estadounidense también hemos notado que el fracaso del gobierno mexicano a la
hora de profundizar en las reformas económicas que comenzó hace casi 20 años ha
alentado la inmigración, imponiendo una pesada carga a la sociedad mexicana.
El
presidente de México, Felipe Calderón, no desconoce esta realidad. Su
plataforma de campaña en las elecciones del año pasado hizo énfasis en el
empleo y prometió llevar a cabo los cambios necesarios para generarlo.
Desafortunadamente,
el Partido Acción Nacional (PAN), al que pertenece Calderón, cuenta con tan
solo una minoría en el Congreso y, a juzgar por las "reformas"
aprobadas la semana pasada, su visión de un México modernizado aún tiene un
largo camino que recorrer.
El que la
reforma tributaria no cumpla con las expectativas de la agenda procrecimiento que Calderón prometió ya es, de por sí, bastante
negativo. Para agravar aún más las cosas, los partidos de oposición
condicionaron su aprobación a una "reforma electoral" tremendamente
politizada y una exención de impuestos sin compromisos para el monopolio
estatal petrolero Pemex. Si hay una lección que se
puede desprender de esta última lucha entre los modernizadores y la vieja
guardia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) es que no paga ser
tímido cuando se tiene que enfrentar a los dinosaurios.
Calderón
ha escogido sus peleas cuidadosamente durante su primer año en el poder. Su
mayor logro hasta el momento es la reforma del sistema de pensiones del sector
público, una medida que a mediano plazo eliminará las obligaciones de este gran
programa del presupuesto del país.
Con una
victoria a su haber, Calderón intentó en los meses pasados introducir una
reforma tributaria orientada a cerrar los déficits de
ingresos. Un mejor curso de acción, tomando en cuenta que el barril de petróleo
supera los US$80, hubiese sido la apertura
del sector de hidrocarburos a la inversión extranjera. Sin embargo, esto habría
ido en contra del dogma que reza que Pemex, el
ineficiente monopolio petrolero estatal es sagrado. Aparentemente, Calderón ha
decidido que, por ahora, no cuestionará ese tabú.
En cambio
enfiló sus baterías contra el productivo sector privado de la economía, en
donde se sabe que al menos algunas de las grandes compañías se aprovechan de un
complejo régimen tributario lleno de exenciones, para hacerle el quite a los
impuestos. Esta elección no ha rendido frutos.
Tal como
lo mencioné en una columna anterior, el ministro de Hacienda, Agustín Carstens, un ex alto funcionario del Fondo Monetario
Internacional, decidió no alentar el crecimiento a través de menores tasas de
impuestos a las empresas y una mayor simplificación. En cambio, diseñó un plan
para crear un impuesto mínimo alternativo corporativo. La propuesta elevó el
costo de los trabajadores en ciertas partes de la fuerza laboral y complicó el
código.
En un
correo electrónico que recibí de la oficina en México de una gran firma
multinacional de inversión se insistía en que el plan no estaba sesgado en
contra de los trabajadores calificados. Esa conclusión implica que la propuesta
de
Si el
impuesto mínimo alternativo será, como algunos han especulado, un paso hacia el
objetivo de establecer un único impuesto bajo, pocas personas parecen creer en
el. La mayoría de las empresas lo ven como un aumento de los impuestos y pocos
parecen confiar en que un nuevo tributo, una vez que sea implementado, sea
abolido posteriormente.
Por lo
tanto el gobierno, al que generalmente se le considera como un defensor del
libre mercado, se quedó sin el apoyo de sus aliados naturales en sus
negociaciones con el Congreso. Mientras tanto, algunos de los peores elementos
del pasado corporativista de México se prepararon para cobrar un precio muy
caro a cambio de su apoyo.
La ley que
finalmente fue aprobada la semana pasada establece el impuesto mínimo
alternativo en 16,5% incrementándolo a 17,5% en tres años. Esas tasas son más
bajas de lo que originalmente se había propuesto y la carga sobre los
trabajadores se redujo significativamente. El gobierno proyecta un incremento
en los ingresos de 100.000 millones de pesos, unos US$9.000
millones, que serán usados en inversiones en infraestructura y programas
sociales para los más pobres. Pero nadie espera que esto estimule el
crecimiento.
Lo que aún
se desconoce es cómo los cambios tributarios afectarán las decisiones de
inversión. Algunos expertos ya han advertido que para los inversionistas
estadounidenses pagar el impuesto mínimo alternativo podría implicar un doble
tributo debido a que no es un impuesto a los ingresos y el tratado tributario
con EE.UU. sólo cubre los impuestos a los ingresos.
Como parte
de la negociación con el Congreso, la oposición del PRI forzó al gobierno a
otorgar a Pemex lo que equivale a una exención
tributaria anual de 30.000 millones de pesos, que crecerá a 60.000 millones de
pesos para 2010. Un negociador reformista habría pedido algo a cambio. Pemex es altamente ineficiente y es poco probable que
mejore sin competencia. Ya que no existe ninguna estipulación en la
constitución mexicana que le dé a Pemex el derecho al
monopolio que posee sobre el comercio de productos derivados, como
petroquímicos y gasolina, la competencia podría entrar sin necesidad de una
enmienda constitucional. Esta también era una oportunidad para forzar una
reforma en el quebrado plan de pensiones de la compañía.
El
gobierno también tuvo que ceder mucho terreno en la reforma electoral. Accedió
a despedir a Luis Carlos Ugalde,
el director del supuestamente independiente Instituto Federal Electoral (IFE),
y a toda la junta. El izquierdista Partido de
Si no es
así, Calderón habrá conseguido su reforma fiscal diluida, pero a un costo muy
alto. Los mexicanos deben mantener la esperanza de que él comience a pensar en
grande y con más audacia. Estos intentos de reformas a medias sólo van a
conseguir que los dinosaurios se lo coman vivo.
*Artículo del Wall Street Journal, reproducido con
autorización de Cato Institute.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.