“El que no conoce a Dios a cualquier barbón se le hinca…”

(Refrán popular)

Usted ha oído hablar de Maquiavelo alguna vez, al menos ha escuchado frases como “es maquiavélico” que en el imaginario social suena como maléfico, malévolo, malicioso, quizá todo lo anterior excepto bondadoso o bien intencionado.

Si lo ha leído, me congratulo porque seguramente habrá encontrado similitud con diversos movimientos políticos de la realidad que hoy nos invade como las lluvias del fenómeno meteorológico Stan –siempre con el temor de que aún viene lo peor-.

Para quienes conocen la obra de El Príncipe de Maquiavelo y para quienes solo es un referente de la conversación informal permítanme retomar las enseñanzas del que fuera el asesor político de Bill Clinton, quien no solo tenía becarias a su alrededor como Mónica Lewinski, también se supo allegar el sabio consejo político que en medio del escándalo lo llevó a la reelección en 1996.

En estos momentos de turbulencias pre-electorales Dick Morris, es un excelente referente para entender y tomar decisiones ciudadanas a la hora de elegir presidente. Morris se ha desempeñado como asesor de diferentes gobiernos y hoy lo cuentan como una de las personalidades mas influyentes en los Estados Unidos.

Pero lo más interesante es que logró traducir los principios de Maquiavelo para describir la política actual y estructurar su propia estrategia. Este asesor experimentado describe seis estrategias básicas que deberían seguir aquellos actores políticos que buscan el poder a toda costa, o debiéramos decir que andan tras la presidencia de cara a las elecciones del 2006:

• Mantenerse fiel a sus principios.
• Triangulación.
• Divida y reinará.
• Reformar el propio partido.
• Utilizar nueva tecnología.
• Movilizar la nación en época  de crisis.

En esta ocasión solo abordaremos la primera estrategia “Mantenerse fiel a sus principios”.

Morris describe esta estrategia como aquella en la que los hombres que alcanzaron el poder lo hicieron a partir de sus propios principios sin viciarlos con coyunturas momentáneas, quienes a pesar de las derrotas iniciales no dieron concesiones y mantuvieron  muy claros sus objetivos.

Los hombres que a Morris le parecen los más ilustrativos de esta estrategia son Ronald Reagan, Winston Churchill, Cahrles de Gaulle y Abraham Lincoln, personajes que se guiaron únicamente de sus propios principios sin modificarlos a pesar de que la derrota fuese evidente, en todos los casos la culminación de sus historias se coronó con el poder, instrumento principal para gobernar, misión de la mas alta jerarquía cuya vigencia quizá perdure.

¿Qué nos enseña Morris a los mexicanos?, quizá que las buenas intensiones –contra lo que se pensaría maquiavélico- tendrían que definirse antes de empezar a plantearse el camino a seguir. Tener buenas intenciones puede ser atractivo durante una campaña, el electorado quizá no entienda de qué manera un candidato a la presidencia solucionará todos los problemas del país pero saber que tiene buenas intenciones podría bastar dada la coyuntura.

Existe un peligro al calor del momento en que se es popular y se persigue la presidencia, el candidato puede engañarse y olvidarse de sus principios originales y creer que las buenas intenciones consisten en negociar ingenuamente con aquellos que se manifestaron contra el gobierno y aun más con el partido al que le arrebate el poder.

Sería terrible, por ejemplo, que un candidato que ganara la presidencia y antes de tan alto cargo tambien hubiese sido empresario no entendiera desde el poder la dinámica sindical o la del seguro social y peor aun ni siquiera tuviese una posición frente a cuestiones laborales que se suponen no se solucionan solo con buenas intenciones.

Se supone que un empresario entiende lo viciado de la dinámica sindical entonces traicionaría sus principios si evita entrar en conflicto para lograr reformas estructurales que permitan el desarrollo del país, por no tener problemas que disminuyan su popularidad como si aun estuviera en campaña. ¿Esa hubiese sido su posición antes de ser presidente si un grupo de trabajadores hubiesen tomado las instalaciones de su negocio por exigirle un 120% de aumento salarial?.

Supondríamos que gracias a su experiencia alguna vez se habría cuestionado estructuralmente el papel de los sindicatos o del propio gobierno, de las leyes, en este caso la laboral, aun más, quizá ese ex empresario hubiese vislumbrado la necesidad de una reforma que desempantanara las relaciones laborales y permitieran un mayor crecimiento.

Al menos en el rubro en que más tiene experiencia se agradecería que se arriesgara y que con el poder que los ciudadanos le otorgaran a la hora de las elecciones nos hiciera el favor de cambiar profundamente esas cosas que harían la diferencia a la hora de transitar por la democracia y por ende mejorara el andamiaje institucional.

Hablaremos de las estrategias de Morris en las próximas entregas.