Monstruoso y totalmente imprevisible sería que en Zacatecas, con una precipitación pluvial anual promedio de 515 mililitros, se acumularan en sólo tres días de lluvia 300 mililitros; que del 28 al 30 de octubre se acumularan 300 mililitros en Tabasco fue extraordinario, pero había sucedido antes y volverá a suceder. Era un evento probable y previsible para un estado en el que la precipitación anual promedio fue de 2,424 mililitros de 1941 al año 2000.
Uno no compra un seguro de
gastos médicos mayores pensando en que lo deberá utilizar todos los días o
todos los años. Por el contrario, uno compra un seguro de gastos médicos
mayores –y renueva la póliza año con año- con la expectativa de que en el largo
plazo (diez, veinte o treinta años, por decir algo) algún día podrá
necesitarlo… y deseando que eso no suceda.
Sería desaconsejable que el
gobierno de Nuevo León gastase parte de su presupuesto en la prevención de
sismos, pero es perfectamente lógico que el gobierno de la ciudad de México
tome las medidas preventivas para un sismo de 7 grados o más en la escala de Richter. La probabilidad de que un sismo de esa magnitud se
verifique esta misma semana en la ciudad de México es bajísima, pero un sismo
entra dentro del espectro de riesgos catastróficos a los que está sujeta esa
ciudad.
Suena acorde con el
fatalismo mexicano decir que la tragedia que hoy vive Tabasco fue totalmente
imprevisible: una mala pasada de la traicionera naturaleza o producto de ese
novedoso y omnipresente demonio abstracto del “calentamiento global”, pero es
tan absurdo como si un hombre mayor de 60 años dijese que es un evento
inaudito, imprevisible, el hecho de que la próstata le cause problemas.
También suena bien, acorde
con la superstición política de que todo se arregla con toneladas de dinero
público, decir que Tabasco no recibió suficientes recursos federales para
prevenir el desastre; lo que nadie comenta (supongo que se considera de mal
gusto) es que Tabasco es el estado de la república que más participaciones
federales por habitante ha recibido en los últimos siete años.
Decir que el desastre
entraba en el espectro de los eventos probables no es insensibilidad ante la
tragedia. Es honestidad intelectual, un bien mucho más escaso que el dinero
público.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.