Los datos disponibles hasta el momento confirman una caída en la tasa de crecimiento de la economía estadounidense, del 4.9, en el tercer trimestre del 2007, al 0.6 por ciento, en el cuarto, y del 2.9 por ciento, en 2006, al 2.2 en 2007, siendo este último el menor crecimiento de la economía estadounidense en los últimos cinco años, y segundo año consecutivo de menor crecimiento (en 2005 la producción en Estados Unidos creció 3.1 por ciento), datos que apuntan hacia la recesión, es decir, hacia el crecimiento negativo, razón por la cual las autoridades estadounidenses, tanto las fiscales, como las monetarias, han tomado medidas para “aliviar la situación”, medidas que ya analicé en los dos últimos Pesos y Contrapesos, análisis que me llevó a concluir que las mismas servirán de poco, suponiendo que realmente sirvan de algo.

Dicho todo lo anterior, la pregunta obligada es ¿qué hará el gobierno mexicano para evitar, hasta donde sea posible, el contagio, sin olvidar que, recesión o no en los Estados Unidos, la tendencia de la economía mexicana en 2007 fue hacia un menor crecimiento, desde el 4.8 por ciento alcanzado en 2006, hasta el 3.1 estimado para el 2007 (la cifra definitiva la dará a conocer el INEGI el 19 de febrero).

Además de destacar la estabilidad alcanzada en la economía mexicana (una de cuyas principales muestras es que sumamos ya trece años sin crisis cambiarias), las autoridades han señalado que la inversión gubernamental programada para este año, en infraestructura de comunicaciones y transportes, y en vivienda, hará las veces de motor del mercado interno, algo que muchos han interpretado como la medida correcta, ya que así el gobierno gastará más y, por ello, el gasto total se incrementará, compensándose así, al menos en alguna medida, la reducción en el consumo de los estadounidenses, que “nos pega” por el lado de las exportaciones: en el tercer trimestre del 2007 las importaciones de mercancías hacia los Estados Unidos crecieron 3.3 por ciento; en el cuarto lo hicieron solamente al 0.2. Sin embargo, el que el gobierno gaste más no significa que el gasto total se incremente, sino algo muy distinto: que alguien más gaste menos. ¿Quién? O el contribuyente, o el acreedor del gobierno, con cuyos recursos el gobierno financia sus gastos, desde el corriente hasta el de inversión, de tal manera que lo que el gobierno gasta de más es lo que acreedores y contribuyentes gastan de menos, razón por la cual hay una reasignación del gasto pero no un aumento en el mismo.

¿Que ya es ganancia que el gobierno gaste en inversión y no en otras cosas? Sin duda alguna, pero mayor ganancia sería que los particulares gastaran más y el gobierno menos, algo que nuestros gobernantes no están dispuestos a permitir, y a las pruebas me remito: el presupuesto 2008 del Gobierno Federal – 2 billones 569 millones de pesos -, es el mayor de la historia, como si de un mayor gasto gubernamental dependiera un mayor progreso económico, lo cual de entrada supone negar que es la iniciativa privada, y sólo ella, la que genera riqueza, quedándole al gobierno, únicamente, la posibilidad de redistribuirla.

Si el gobierno realmente quiere apuntalar el crecimiento de la economía (ojo: ¡el crecimiento no el consumo, tal y como debe ser!), debe reducir y eliminar impuestos, para lo cual, ¡obviamente!, debe recortar sus gastos, con el objetivo de que seamos los particulares, no los burócratas gubernamentales, quienes gastemos más, sin olvidar la dimensión cualitativa del asunto: peso sobre peso gastamos mejor los particulares que los mentados burócratas, mismos que, insisto, no solamente no están dispuestos a soltar un solo peso, sino que año tras año reclaman más: en 2001 el presupuesto del Gobierno Federal equivalió al 22.8 por ciento del ingreso generado por los mexicanos; este año equivaldrá al 25.6.